martes, 20 de diciembre de 2011

El pesebre y el mensaje de Navidad


La Navidad es una de las fiestas más importantes del cristianismo que celebra el nacimiento de Jesús en Belén.  Esto es algo notorio y sabido por todo el mundo, lo que no está muy claro y siempre es motivo de discusión es el verdadero significado de esta fiesta: para muchos es tiempo de luces, adornos y alegría, que algunos viven espiritualmente y otros festivamente; para la mayoría no es más que un periodo de vacaciones de fin de año; un momento propicio para soltar el acelerador de la vida y descansar un poco. Pero no se puede negar que es un tiempo  especial que tiene manifestaciones diferentes, principalmente por su música y sus imágenes. Si hay algo representa a la Navidad es el pesebre que reviven el nacimiento de Jesús. La creatividad artística se manifiesta a la hora de construir “el nacimiento”, inclusive en la UCAB hay un concurso que premia al más original. Sobre esto hay opiniones encontradas: unos creen que es una tradición que alegra y se debe conservar;  otros, sin rechazarla, dicen que tanto adorno oculta el verdadero nacimiento de Jesús.

Giovanni Papini, poeta y escritor italiano, en su libro La Historia de Cristo dice que Jesús nació en un establo: “En un establo real,  no en el alegre portal que los pintores cristianos han edificado avergonzados de que su Dios hubiese nacido en medio de la miseria y la suciedad;… un establo es la casa de los animales un sitio oscuro sucio y mal oliente… Allí en medio de las bestias nació el hijo del hombre que iba a ser devorado por  las bestias: ¿No es acaso el mundo un inmenso establo donde los hombres engullen y estercoliza?” El libro fue publicado en 1921 causando bastante polémica y revuelo. No voy a suscribir al pie de la letra todas las afirmaciones del autor, pero hay que reconocer que muchas veces la celebración oculta el verdadero mensaje: la luz, la música, los fuegos artificiales, todo eso que alegra la Navidad  le esconde a mucha gente su verdadero sentido.

La experiencia de la Navidad es enriquecedora y tiene como aspecto positivo  indiscutible la alegría que le produce al hombre: Hasta los ateos la celebran. En una sociedad plural en  lo cultural, político y religioso, no se puede pretender imponer una idea exclusiva: que cada quien desde sus creencias la celebre como su conciencia le indique. Pero, ¿Qué propone, qué trasmite el pesebre de Belén?. Discúlpenme que termine hablando en primera persona, pero para mí, trasmite esperanza: en medio de tanta desgracia, maldad y desamparo es posible que nazca el verdadero hombre nuevo, que deje a un lado las miserias humanas y trabaje para construir un mundo donde “todos seamos hijos de Dios”, como dice Serrat. Y no me refiero a otras personas sino a cada uno de nosotros: Si queremos salir de esta oscura noche que vive la humanidad,  es necesario que en nuestro corazón se “instale un pesebre” y nazca el proyecto de Jesús.  Twitter @zaqueoo

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La cultura de la improvisación


Improvisar es hacer algo sin  preparación previa. Según la tarea que deba realizarse, improvisar puede ser bueno o malo: Si ante la necesidad de responder a algo inesperadamente  se demuestra conocimiento y preparación, es evidente que la capacidad de improvisación es una virtud; pero cuando el acto exige planificación, y  ésta no se hace, sino que se actúa  con la filosofía del famoso protagonista de la novela Por estas calles  Eudomar Santos “Como vaya viniendo vamos viendo”, es evidente que la improvisación es algo malo,  y de allí nace la descalificación “Fulano es un improvisado”, o “Eso es algo improvisado”.

Cuando los representantes del movimiento estudiantil que organizaron el debate de los candidatos a la gobernación de estado Bolívar en la Ucab Guayana me pidieron que sirviera de moderador del evento, me dijeron que, “Todo iba a estar planificado rigurosamente para no dejar nada a la improvisación”. Debo confesar que la frase me dejó pensativo, porque  cuando los  jóvenes estudiantes se manifiestan en contra de la improvisación estamos ante un avance interesante.

Hace años un profesor chileno residente en Alemania, que nos visitó para dictar una conferencia   sobre Habeas Data, me comentó que, le impresionaba como aquí algunos conferencistas se presentan a los foros sin llevar sus ponencias escritas, esforzándose más bien por demostrar dotes de "histrionismo". Según  el invitado, en Alemania esto es muy mal visto: el  conferencista debe presentar la ponencia escrita y leerla para no “pecar de  improvisado”.  Aquí  ocurre lo contrario: el que lee es un aburrido;  tal vez, porque muchas veces confundimos el conocimiento con el entretenimiento y creemos que todo debe ser espectáculo y diversión.

Al asunto va mucho más allá de los estilos personales o las exigencias académicas. La cosa se agrava porque pareciera que, en todos los ámbitos de la vida pública se está generalizando una  “cultura de la improvisación”. No se planifica nada y solo se actúa con operativos de emergencia cuando sucede algo. Nos estamos acostumbrados a que todo falle. Un amigo colocó en el techo de su casa un tanque de agua que estéticamente se ve muy mal;  cuando le pregunté, por qué no lo había hecho subterráneo me dijo “En Venezuela lo único que no falla es la fuerza de gravedad”.

 El debate organizado por la representación estudiantil se desarrolló tal y como estaba planificado: duró el tiempo previsto, todos los candidatos tuvieron las mismas oportunidades de intervenir, el mismo tiempo, etc.; el público se comportó a la altura, respetando las reglas establecidas previamente; nadie  insultó a nadie.  En fin, un evento que más allá de lo que se le cuestiona, sobre si fue o no debate, constituye una enseñanza importante, porque demuestra que se pueden organizar bien las cosas y exponer ideas diferentes  en un tono de cordialidad, sin gritos ni ofensas. Un éxito que se anotaron los muchachos, ¡felicitaciones!.

Debo terminar destacando que, en un momento se pensó que evento no se podría realizar, porque falló la energía eléctrica; Menos mal  que la Universidad tiene planta eléctrica para estos casos. Como se puede ver la planificación es muy importante. Por eso, destaco  como notas importantes del evento: La intención estudiantil en contra de la improvisación, la organización y el comportamiento de los candidatos y el público asistente, y la previsión de la Universidad ante la eventualidad de que falle el  servicio de energía eléctrica. Se me ocurre que, en futuros debates, se puede preguntar a los aspirantes a cargos públicos, sobre las medidas para fomentar la cultura de la planificación por encima de la improvisación. Twitter @Zaqueoo

martes, 6 de diciembre de 2011

El derecho a ofender



Este artículo no está escrito para los especialistas en derecho, su destinatario es el ciudadano común, ese que muchas veces dice de manera irónica “Hay que ser abogado para entender ciertas cosas”. El hombre de la calle no entiende por qué hay que buscar especialistas para explicar las sentencias de los jueces, cuando estas deberían ser sencillas y comprensibles para todo el mundo.  Así las cosas, una compañera de trabajo me preguntó en tono sarcástico ¿Cómo es eso de que ahora “mentar la madre” es legal? Obviamente, se refería a la noticia de la sentencia que absuelve a Mario Silva, conductor del programa La Hojilla,  de las acusaciones que le hace Miguel Henrique Otero director del diario El Nacional.

No he leído la decisión, solo conozco la información de prensa donde se dice –entre otras cosas- que,  la jueza decidió que no se podía condenar al acusado por haber injuriado a la madre del acusador, ya que  estaba ejerciendo el derecho constitucional a la libertad de expresión. Si ciertamente la sentencia dice eso, es evidente que la magistrada está ignorando absolutamente todo un debate jurídico sobre los límites entre la libertad de expresión y el derecho al honor. Es verdad que el artículo 57 de la Constitución Nacional establece el derecho que tiene todo ciudadano a expresar libremente sus ideas u opiniones, pero el artículo 60 de la misma carta magna determina que todos tienen derecho a la protección de su honor. Por lo tanto, no hay libertad para ofender,  porque la ofensa daña el honor y la dignidad de las personas, cosa que no permite  ningún ordenamiento jurídico  que se precie de respetar los derechos humanos.

Es muy difícil encontrar  un derecho que no tenga límites: en lo que se refiere al derecho a la información se ha establecido que, ésta es libre siempre que sea veraz y de interés general; y en lo que se refiere a la opinión se considera que ésta puede ser expresada libremente siempre que no lesione la dignidad de las personas.  Hace varios años el Tribunal Constitucional español, en sentencia del conocido caso Friedman,  consideró que ni el derecho a la libertad de expresión permite las campañas de carácter despectivo, racista o xenófobo contra determinados grupos de personas: “Ni la libertad ideológica ni de expresión permiten la lesión a la dignidad de las personas”.

Hay que diferenciar  entre lo que puede ser  la opinión ofensiva y el insulto denigrante. Se puede decir que una persona no es honesta y esto puede ofenderla;  en estos casos la prueba de la verdad es determinante: si lo que se dice es mentira el causante del daño debe repararlo. Pero en el caso de la “mentada de madre” no queda duda de que no estamos en presencia de ninguna idea o valoración personal, sino de un insulto hiriente que se dirige directamente  al ofendido con la única intención de humillarlo. Considerar que mentarle la madre a alguien es una forma de opinión, es forzar de manera exagerada este concepto.

En conclusión: Si la magistrada declara sin lugar la acusación considerando que las pruebas no fueron obtenidas legalmente, la cosa será discutible pero comprensible. Pero decir que,  el conductor de un programa de televisión que se trasmite por el canal del Estado, puede mentarle la madre públicamente a una persona  porque  está ejerciendo el derecho a opinar libremente, es algo verdaderamente inaceptable por tres razones fundamentales: primero, colocar el derecho a la libre opinión por encima del respeto al honor y reputación de las personas, es ignorar el valor que tiene la dignidad humana en el marco de los derechos humanos; segundo, Independientemente de lo que pueda decir la ley, ofender a una persona siempre es y será un acto moralmente malo; por último,   en momentos en que el país está pidiendo que cesen las agresiones y se acaben los insultos entre los actores políticos,  flaco servicio hace una decisión judicial que pareciera “institucionalizar” el derecho a ofender. twitter@zaqueoo

martes, 29 de noviembre de 2011

Los estudiantes, la política y la Universidad



En los últimos años se ha incrementado la participación de los estudiantes en los asuntos políticos: La muerte de los hermanos Faddoul  o  el cierre de RCTV, entre otras cosas,  fue una especie de detonante que activó las protestas estudiantiles  y colocó a sus líderes en la primera plana del debate político nacional. Muchos ven en los estudiantes una esperanza, otros  consideran que son títeres que los poderosos de siempre manipulan a su antojo. Lo cierto  es que, el movimiento estudiantil ha cobrado fuerza especial, y prueba de ello es el interés del gobierno que da atención especial a los jóvenes que lo siguen y los insta unirse a las milicias.

En las universidades guayanesas los muchachos no se han quedado atrás y siempre están  activos ante el acontecer político nacional. Actualmente están organizando un debate entre los diferentes precandidatos a la gobernación del estado Bolívar para  que estos hagan públicas sus propuestas.  Como  siempre, hay diferentes reacciones: Unos lo ven  con agrado y otros lo rechazan con la repetida frase “Los estudiantes deberían dedicarse a estudiar y no meterse en la política”. Es más, les reclaman a los profesores y autoridades universitarias por permitir que los estudiantes realicen actividades políticas en  los recintos académicos.

Ante esta discusión sobre el rol de los estudiantes  en la política, me parece conveniente citar las ideas de Mario Briceño Iragorry en un ensayo producido en 1953,  titulado,  Problemas de la juventud Venezolana, donde al referirse a los estudiantes y muy especialmente al rol de las universidades,  afirma: “La Universidad y el liceo están obligados, por el contrario, a propender que los jóvenes aprendan a hablar de política. En el orden de la Cultura, la política es el puente por donde la Sociología pasa a ser Historia. En general, los gobiernos deberían crear un clima de confianza y de seguridad que diese a los debates estudiantiles un mero aspecto circunstancial en la vida de la sociedad. Antes de llegar a los sistemas de silencio y de la amenaza, bien podrían las autoridades darse cuenta de que no son los estudiantes por sí quienes provocan las posibles alteraciones del orden, sino el sistema que oprime la conciencia general de los hombres”.

Hay que recordar que cuando Mario Briceño Iragorry  escribe el ensayo que estoy citando, el aire de la democracia no se respiraba a plenitud. Inclusive destaca el insigne historiador que, en un acto celebrado en la Universidad de los Andes, un diplomático invitado, pretendió erigir la superioridad de la instrucción militar sobre la educación civil. Hoy, gracias a Dios las cosas han cambiado. Pero siempre hay algunos riesgos. Cada vez que una protesta estudiantil molesta, aparecen algunos especialistas en educación superior que, con  el argumento de  que hay que sacar la política de universidad pretenden silenciar la “incomoda” voz de los estudiantes.

Por eso me ha parecido conveniente citar el viejo ensayo de Mario Briceño Iragorry que en este sentido se pronuncia da manera tajante: “La Universidad sin palabra para protestar siquiera de un mal profesor, impone a los jóvenes el tremendo deber de darle mayor volumen a la voz que se intenta silenciar. Sobre el interés de la mera docencia que forma a los profesionales, está el interés de crear las grandes ideas de donde deriva la vida un sentido que rebase su mero fin material”

En tiempos en que se pretende trasformar la Universidad,  y cuando la cercanía de las elecciones coloca nuevamente en el ojo del huracán al movimiento estudiantil,  es muy importante destacar que la Universidad no es solo un centro de formación de profesionales exitosos, ni una academia de instrucción militar.  La Universidad  es un espacio para la formación de la ciudadanía, la búsqueda de la esencia del hombre y la construcción y consolidación de los valores sociales. Y esto no se puede lograr si se les impone a los estudiantes la “ley del silencio”. Twitter @zaqueoo

domingo, 27 de noviembre de 2011

Justicia o reconciliación



El debate realizado el pasado lunes 14 en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas ha sido objeto de todo tipo de comentarios;  hay diferentes opiniones  sobre  quién lo gano, quién trasmitió el mejor mensaje, quién tiene la mejor imagen, quién es el mejor candidato para enfrentar a Chávez etc. Pero además de lo anterior,  el evento le subió el tono a un tema polémico: la reconciliación nacional.

El precandidato Diego Arria,  ofreció -entre otras cosas-  hacer justicia, llevando a los tribunales a  los políticos que hayan cometido delitos durante esta gestión, empezando por  presidente Chávez. Esto fue aplaudido jubilosamente por el público que asistió al acto,  cosa que le cayó muy mal a más de uno, especialmente a Miguel Salazar  que, en su semanario Las verdades de Miguel,  cuestiona duramente la autoridad moral del precandidato y además dice: “Flaco servicio le hace usted a la oposición cuando espanta con su arenga irresponsable no a Chávez, sino a quienes le siguen a tientas en el seno del pueblo…”

Digo que esto revivió la polémica sobre la reconciliación nacional, porque  mientras un sector de la sociedad  propone hacer “borrón y cuenta nueva” para lograr un gran acuerdo nacional,  otros se oponen  enérgicamente, pues consideran que cuando un nuevo gobierno llegue al poder tiene que hacer justica, y castigar los abusos cometidos por este régimen.  No es un tema fácil, porque si bien es cierto que hacer justicia es necesario para que las sociedades puedan subsistir, cuando la convivencia está rota y las sociedades divididas por los traumas políticos, a veces es necesario renunciar a la justicia para alcanzar la paz social.  Y si no, pregúntenselo a Mandela,  que después de pasar 27 años en prisión llegó a la presidencia de su país, no a “cobrar facturas”,  sino  a reconciliar a una nación  profundamente dividida.

No se puede negar que el país está  profundamente dividido y en estas condiciones no puede salir adelante. O se produce un gran acuerdo nacional para superar la crisis o esta irá agravándose hasta alcanzar niveles incontrolables. En esta encrucijada la reconciliación es una necesidad. Pero esta no se alcanza por decreto, hay que crear las condiciones para que  se desarrolle  un sentimiento nacional  a favor de la unidad y la convivencia: Que todos entienda el valor de la paz y la tolerancia;   cosa que es difícil conseguir con el discurso incendiario del presidente, o con las promesa revanchistas de algún candidato de oposición.

Recientemente en España,  el grupo terrorista ETA, ofreció el fin de la violencia.  Ante esto, el Superior Provincial de los jesuitas del país vasco  Juan José Etxeberría dijo: "Tenemos perdón que ofrecer, heridas que sanar, dolores que aliviar, odios que apartar, rencores que olvidar". Las reacciones iracundas no se hicieron esperar: ¿Perdonar a esos criminales? El problema es que muchos no entienden que  el perdón puede ser el “arma” que acabe de una vez por todas con la muerte y el terror. El  teólogo José Mª Castillo escribió en su blog.  “Y si es que Caín sigue ahí, "irritado" y "cabizbajo", como cuenta el relato mítico del Génesis (4, 5-6), en tal caso, ya podemos poner policías eficaces, jueces severos y políticos inteligentes. De poco servirá todo eso. A terroristas y delincuentes se les pude meter en la cárcel. Pero, si en la calle dejamos campando a sus anchas a nuestros sentimientos más cainitas, en tal caso y por mucho que invoquemos a las víctimas, en esta sociedad nuestra nos sentiremos todos como se sentía Caín: "teniendo que ocultarnos de la presencia (del Bien), y andando errantes vagando por el mundo" (Gen 4, 14)”

Termino esta reflexión aclarando que, como abogado estoy convencido  de que la espada de la justicia es necesaria para mantener el orden social,  pero no dejo de valorar los argumentos de quienes sostienen que la vida humana no puede regirse solo por la espada. Twitter @zaqueoo

     

miércoles, 16 de noviembre de 2011

El fin del mundo




El viernes pasado fue un  día de incertidumbre para muchas personas: día 11 del mes 11 del año 11. Quienes sembraron la mayor inquietud fueron los numerólogos,  afirmando  que, nuestras vidas están regidas por los números y en esa fecha había algo especial: “Si las personas suman los dos últimos números  de su año de nacimiento a la edad que tienen el resultado siempre será 111”.  Entonces ¿Qué iba a pasar el viernes? o ¿Qué puede pasar este año el 21 de diciembre?,  cuando según las profecías Mayas llega el fin de los tiempos. Debo aclarar que no soy especialista en estos temas y siempre los he visto con lejanía y desconfianza;  por lo tanto, no voy a ahondar en ellos, sino que me quiero referir a lo que se debe entender como el fin del mundo.

Más allá de las especulaciones anteriores, no se puede negar que los días 11 traen recuerdos poco gratos a la humanidad. El reconocido filosofo europeo  André Glucksmann  en su libro Dostoievski en Manhattan, dice que “Una hora fue suficiente para cambiar el mundo. La destrucción de las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001 no nos llevo al fin de la historia ni al choque de civilizaciones, sino que marco el inicio del nihilismo mundial”  El libro comienza con una cita de Leo Strauss “Permítanme intentar definir el nihilismo como el deseo de aniquilar el mundo presente y sus posibilidades; deseo que no acompaña ninguna idea clara de con que sustituirlo”.

 En la mente nos ha quedado  gravada la escena de los dos Boeing estrellándose contra las torres gemelas. Pero hay cosas que no se quieren contar. Narra Glucksmann: “Cuando Mattew Cornelius que trabajaba en el piso 65 logró llegar a la calle, un bombero le gritó: “Corre hacia Brodway  y no mires  a la izquierda”. Mattew corrió, pero como la mujer de Lot, miró a su izquierda y desde entonces su vida cambió “Nunca conseguiré olvidar los restos humanos frente a los edificios, las manos, los pies, una cabeza…” Esta escena refleja de manera más clara el verdadero horror de aquel 11 de septiembre: Es el triunfo de la cultura de la muerte y la destrucción;  “El impulso frio de unos seres humanos que mezclan su suicido con el asesinato colectivo”; Un trágico cambio de paradigma: Del placer de vivir, al placer de matar.

En algunas ocasiones, cuando por las mañanas  despertamos a la realidad escuchando las noticias,  dice mi esposa: Creo que este mundo se va acabar. Recientemente, una amiga que desde hace años se dedica a la docencia en tono desesperanzado me dijo “Esto se acabó, los valores  de nuestras vidas desaparecieron; no hay espacio para nosotros aquí” No se puede ser ingenuo ni tildar de pesimistas derrotados  a quienes así se expresan. Diariamente observamos en nuestro entorno, verdaderos atentados contra lo que durante años ha servido de soporte a nuestra manera de vivir: Abundan los maltratos  -e inclusive asesinatos- de los hijos a los padres,  se generaliza el irrespeto a los maestros, se traiciona a los amigos, nada se agradece a nadie, la  infidelidad es algo normal y común,  y cada vez hay más corrupción, crímenes,  terror, destrucción…  Y ante esta situación, algunos  pretenden que se haga lo mismo que hizo  CNN el 11 de septiembre, enseñar  imágenes espectaculares sin mostrar la verdadera cara de la maldad. “Hay que conservar la calma”  “Todo es comprensible y normal”

Para quienes se preocupan por  lo que le pueda pasar al mundo,  por la influencia del desplazamiento de los astros, hay que advertirles que el fin del mundo ya llegó. Porque como dice Glucksmann: “Cuando se han derribado  los límites de lo posible es muy difícil levantarlos nuevamente” Las tradicionales barreras que contenían el mal se han desmoronado. Hoy la ferocidad no tiene límites y no sabemos hasta donde esto nos puede llevar. Lo importante es hacer resistencia, que  cada uno desde su trinchera asuma el compromiso de defender los valores  de las sociedades humanas y civilizadas. El fin del mundo ha comenzado pero hay que detenerlo. Twitter @zaqueoo

martes, 8 de noviembre de 2011

Lecturas eróticas


Debo comenzar pidiéndole disculpas al lector por engañarlo, ya que el título del artículo no guarda exacta relación con su contenido. No voy a referirme al amor sensual, sino al problema que le está causando al hombre de hoy el desinterés por la lectura. Por eso, consciente de que leer no es atractivo para muchos, menos lo es un artículo sobre la lectura, y a eso se debe la pequeña trampa del título, alusivo a lecturas aparentemente muy atractivas.
El desinterés por la lectura va mucho más allá de la apatía hacia el arte literario; no se trata de que cada día haya menos personas apasionadas por los libros, el problema es que el hombre de hoy no lee nada. En una tertulia donde se disertaba sobre la ética mundial, el conocido articulista de este medio Eliecer Calzadilla, destacó que, en muchas ocasiones, cuando a una persona se le entrega una hoja de papel que contiene un breve texto, en vez de leerlo, la reacción inmediata es doblarla y guardarla. Puedo dar fe  de que lo mismo ocurre en nuestras  universidades: la mayoría de los estudiantes no  lee los volantes, dípticos o trípticos que se entregan para informar sobre las actividades académicas, culturales o deportivas;  ni siquiera leen las carteleras y como consecuencia de eso no se enteran de nada. Lo mismo ocurre en términos generales con el ciudadano común: no lee las instrucciones de las medicinas, ni los manuales de los equipos electrónicos... Ni siquiera lee los periódicos: solo “hojea y ojea” los titulares.
Pero este desinterés por la lectura no solo es problema de legos, el avance de algunas disciplinas científicas también ha colaborado con esto. Cuando llegué a la universidad procedente del mundo tribunalicio acostumbrado a leer sentencias o providencias, y redactar decisiones jurídicas, la primera vez que me tocó presentar un informe, escribí un dictamen de 8 páginas. Al entregarlo a quienes debían revisarlo, me preguntaron tiernamente “¿Tú no puedes poner todo eso en un cuadrito?” Desde entonces me he acostumbrado a la sustitución de los párrafos por cuadros, tablas o gráficos.
Esto no es un problema de gustos, costumbres o estilos. El desinterés por la lectura está produciendo una gran incapacidad para entender lo que se trasmite mediante la escritura, creando una “cultura superficial de titulares” que ignora los contenidos. Una prueba evidente de esto se produjo de manera pública hace varios años, cuando el Presidente, elogiando el alzamiento del pueblo, citó el libro de  José Ortega y Gasset La rebelión de las masas,  que dice todo lo contrario a lo que se pretendía enaltecer con la cita.
Cuando  cursaba  estudios de Derecho a nivel de pregrado,  uno de los profesores más críticos de nuestra disciplina dijo que, Venezuela estaba entre los pocos países donde una persona podía graduarse de abogado sin haberse leído nunca un libro de Derecho. No me quiero pronunciar sobre  la veracidad de la afirmación, lo que puedo decir con propiedad, es que a los estudiantes no les gusta estudiar por libros; el “apuntismo” los aparta de las grandes obras jurídicas; y esto -entre otros males- trae como consecuencia que, les cuesta una enormidad redactar un párrafo en forma coherente, limitándose a plasmar en los exámenes, algunas frases sueltas, muy parecidas a los mensajes de texto o “twitters” que dominan en buena forma.
Quería titular este artículo “La defensa de la lectura”, pero como dije al principio, pensé que casi nadie lo leería, y  es importante que hasta los más renuentes a los textos escritos, caigan en la cuenta de que el hombre  no solo es un animal que habla, sino que lee.  Y leer es una forma de humanizarse que no puede desaparecer. Por eso, como dicen ahora, hay que leer en defensa propia, y leer todo, no solo las lecturas eróticas. jblanco@ucab.edu.ve;  twitter @zaqueoo

miércoles, 19 de octubre de 2011

El sacerdote del siglo XXI


Conversaba la semana pasada con un  amigo, cuando este me dijo algo que como católico siempre me ha preocupado: “Hay sacerdotes que parecen estar empeñados en correr a la gente de las iglesias, porque pretenden imponer dogmas deshumanizantes y muchas veces sus sermones están más cerca de la magia y la superstición que  de la religión”. Palabras más, palabras menos ese  es el motivo de la decepción de muchos católicos.  No creo que se deba juzgar a todos los sacerdotes ni a la Iglesia en forma general, por la conducta individual de algunos de sus miembros, pero es muy importante escuchar atentamente  las críticas, porque a veces, con las mejores intenciones, en vez de acercar al hombre a Dios lo que se hace es alejarlo de manera definitiva.
No le dedicaría  este espacio al tema, si  no hubiera recibido el pasado miércoles el artículo del cardenal Mauro Piacenza titulado, El sacerdote del siglo XXI, donde,  entre muchas otras cosa dice: En el camino inquieto de la sociedad, se presenta con frecuencia un interrogante a la mente del cristiano: «¿Quién es el sacerdote en el mundo de hoy? ¿Es un marciano? ¿Es un extraño? ¿Es un fósil? ¿Quién es?». Pregunta interesante  y pertinente para todos los católicos, porque como dice Piacenza en el mismo artículo: “Ante un mundo sumergido en mensajes consumistas, pansexuales, atacado por el error, presentado en los aspectos más seductores , el sacerdote debe hablar de Dios y de las realidades eternas y, para poderlo hacer con credibilidad, debe ser apasionadamente creyente, ¡como también ser “limpio”!. He aquí  el gran problema ¿Cómo hablarle de Dios  con credibilidad al hombre del siglo XXI?
Joseph Ratzinger en su libro Introducción al Cristianismo, escrito en los años sesenta, ya advertía sobre la dificultad de hablar de la fe cristiana al hombre contemporáneo.  Para hacerlo citaba una metáfora de Harvey Cox en su libro La ciudad secular;  narra allí que, un circo de Dinamarca fue presa de la llamas y el director envió a un payaso que ya estaba vestido para la actuación, a pedir auxilio a una aldea cercana. Cuando llegó, e informó a los aldeanos, estos  creyeron que era un truco ideado para que asistieran a la función;  le aplaudían y se reían,  hasta que las llamas acabaron con el circo y con la aldea. Decía Ratzinger (hoy Benedicto XVI), que la narración ilustraba la situación de los teólogos,  que no puede conseguir que el hombre contemporáneo escuche su mensaje, si visten los atuendos de la edad media o de cualquier época pasada.
Pero en descargo de los sacerdotes y de la iglesia, hay que reconocer que, “llegarle” al hombre del siglo XXI, no es un problema que sufren solo los religiosos, también lo están viviendo los políticos, educadores  etc. A un hombre globalizado, que recibe información instantánea del acontecer mundial,  que  puede leer en cualquier lugar el evangelio del día interpretado y comentado, o encontrar en la red la última novedad científica, no se le puede hablar con el lenguaje mitinesco tradicional,  ni con sermones infantilizados, ni  mucho menos con aquel estilo pedagógico  de la sociedad rural del siglo pasado: Es muy importante entender que estamos en presencia de un hombre de otro tiempo, al que no se le puede “llegar con los trajes de la edad media”.
Ahora bien,  como dice el cardenal Piacenza en el artículo antes comentado “Los hombres de las técnicas y del bienestar, la gente caracterizada por la fiebre del aparentar, experimentan una extrema pobreza espiritual. Son víctimas de una grave angustia existencial y se manifiestan incapaces de resolver los problemas de fondo de la vida espiritual, familiar y social” Es aquí donde debe aparecer el sacerdote del siglo XXI, para hablarles de la humanidad de Jesús. Porque dice el teólogo José Mª Castillo “En la humanidad de Jesús se nos da a conocer Dios mismo y, además de eso, también en esa humanidad descubrimos el proyecto de Dios…  Lo que Dios quiere de nosotros, no es que nos divinicemos (y menos aún que nos "endiosemos"), sino que nos humanicemos”. Jblanco@ucab.edu.ve. twitter@zaqueoo

Vivir con el miedo


El pasado 11 de septiembre, al cumplirse 10 años de los ataques contra las torres gemelas,  Javier Marías  escribió en su  columna Zona fantasma un artículo titulado Hasta que se agoten las lagrimas. Dice allí, que desde esa fecha  los ciudadanos se han acostumbrado  a convivir con el miedo,  a llevarlo incorporado en todo momento cada vez que viajan, porque ante la posibilidad de un atentado, la seguridad es y será siempre relativa. Nosotros podemos estar contentos de que hasta ahora el riesgo del ataque terrorista no se ha hecho presente, pero hay otras circunstancias que  hacen que el venezolano viva con el temor permanente de que pueda verse envuelto en una tragedia.

La semana pasada fue especialmente “acontecida” en el aeropuerto de ciudad Guayana: tres incidentes aéreos y un conato de incendio en menos de cuatro días pusieron en evidencia los problemas del trasporte aéreo nacional. En ocasiones  los incidentes menores son beneficiosos porque  redoblan las precauciones y mejoran el servicio, pero el impacto mediático de los sucesos han potenciado el miedo a volar a extremos nunca antes vistos

El pasado jueves tenía que trasladarme a la ciudad de Coro, y en medio de los inquietantes rumores me fui al aeropuerto tratando de  ignorar la paranoia reinante. Cuando estaba en la sala de espera,  vía twetter, informaron que en un cercano aeropuerto,  un avión había perdido los dos cauchos.  Una de las cosas que tranquiliza en esas situaciones es la confianza que trasmite la actitud serena de los demás pasajeros, pero en esa oportunidad esto no pintaba muy bien: no había muchas sonrisas, más bien caras largas, que se trasformaron en rostros de preocupación cuando empezó a llover copiosamente;  a mi lado estaba una señora que tenia la vista fija en una revista pero no pasaba las páginas;  otros se levantaban, miraban hacia la pista, se sentaban y repetían  esos movimientos varias veces, como  si fuera un ritual; casi nadie hablaba, algunos dormitaban o fingían hacerlo. De repente, por los parlantes internos ordenaron que desalojáramos inmediatamente el aeropuerto. Se produjo un sobresalto automático y  muchos salieron corriendo del lugar a pesar de los consejos del personal de seguridad. Al final, un corto circuito que se reparó rápidamente, pero un tremendo susto que algunos no olvidarán fácilmente

Pero las cosas  no terminaron allí,  el diario El Nacional, en su  edición del domingo pasado titula así: “Líneas aéreas en jaque por los retrasos de Cadivi. El presidente de la Cámara Venezolana de Trasporte Aéreo Eugenio Molina señala que la tardanza repercute en el mantenimiento y la reparación de aeronaves”. Como puede verse, no necesitamos ataques terroristas para vivir asustados, la ineficiencia ha  producido el mismo efecto. Va a ser más fácil mejorar el servicio aéreo que recuperar la confianza de la gente. Y no  son solo los vuelos: la inseguridad personal por delincuencia desbordada, el irrespeto a la propiedad privada,   el oscuro panorama político y muchos otros problemas  que  se sufren a diario,  parecen refirmar la idea de que,  en nuestro tiempo la seguridad es y será siempre relativa.

Hay que reconocer que es imposible vivir sin miedo, pero no podemos dejar que  el miedo secuestre  nuestras vidas;  los valientes no son los que no tienen miedo, sino los que saben dominarlo.  Sobre esto hay una frase que cita Marías en el artículo que comento al principio: Ignorar los males venideros, y olvidar los males pasados, es una misericordiosa disposición de la naturaleza, por la cual digerimos la mixtura de nuestros escasos y malvados días” jblanco@ucab.edu.ve;   twitter @zaqueoo

miércoles, 28 de septiembre de 2011

La transición necesaria


En días pasados, Ramón Guillermo Aveledo, secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática, propuso  la promulgación de una Ley para la Transición,  destinada a regular  los pasos a seguir en un eventual cambio de gobierno; Nicolás Maduro le respondió diciendo que, la propuesta causa risa porque aquí no va a haber ninguna transición, ya que el triunfo del  presidente Chávez en las elecciones  del 2012 está asegurado. En relación con este tema, el pasado jueves, en el programa de Globovisión,  Aló ciudadano, el economista y analista político Carlos Blanco afirmó que, la transición ya ha comenzado, porque la está impulsando la gente en la calle, que protesta insistentemente por el fracaso de la gestión de gobierno.

Es importante establecer la diferencia entre lo que significa un cambio de gobierno y un cambio de sociedad: el gobierno puede cambiar si llegan al poder otros actores políticos,  pero esto no garantiza que las cosas cambien,  ni que la actitud de la gente sea distinta. Sin darle validez absoluta a las afirmaciones de Carlos Blanco, hay que reconocer  que la actitud de los ciudadanos está cambiando;  y esto, poco a poco, está produciendo una trasformación social. Apelando a una frase hecha que se repite constantemente, puedo decir que,  Venezuela se caracteriza por  la abundancia de habitantes, televidentes, analistas u opinantes,  que  siempre están detrás de la barrea y nunca saltan al ruedo para no correr riesgos;  y al lado de esto, se observa una preocupante escasez de ciudadanos comprometidos con la participación  en la solución de los grandes problemas del país. Esto es así, pero está comenzando a cambiar.

Independientemente de las posiciones políticas, se están generalizando importantes manifestaciones de rechazo a las actuaciones gubernamentales que perjudican de una u otra manera la vida social. Uno de los ejemplos lo podemos vivir en nuestra ciudad: La errada gestión pública de los últimos años ha  convertido el “Sueño Guayanés”  en una verdadera pesadilla. La improvisación  e ineficiencia han colocado al borde de la quiebra a una de las regiones más ricas del país; y esto,  ante la mirada complaciente o indiferente de la mayoría de  los “guayaneses”. Gracias a Dios que hay signos de resurrección y esperanza, porque la sociedad se está organizando;  no solo para ganar elecciones (cosa que es importante) sino para exigirle a quien gobierne, que no juegue con  nuestro destino y trabaje por la prosperidad de Guayana y el bienestar de su gente.

La transición pacífica de un gobierno a otro es primordial, pero hay otra que es más importante  para el país: la transición de una sociedad adormecida y acostumbrada a ser gobernada a capricho,  a una sociedad activa y  dueña de su destino. Para lograr esto es necesario contar con verdaderos ciudadanos: que tengan criterio y capacidad de análisis individual para decidir  por sí mismos,  y no permitir que otros piensen y decidan por ellos; que se identifiquen con un proyecto de país que garantice de manera real condiciones de vida digna para todos; que dejen a un lado la apatía o la cobardía y participen en la vida pública.  Y lo más importante,  que tengan fortaleza suficiente para defender sus convicciones. Con esta gente se puede aspirar a construir un gran país. Esta es la transición  que todos necesitamos. Jblanco@ucab.edu.ve; twitter @zaqueoo   

sábado, 24 de septiembre de 2011

Conversaciones sobre la propiedad



Mientras que en las facultades de Derecho y en los círculos políticos  se desarrolla un debate sobre el destino de la propiedad en Venezuela, los ciudadanos de a pie también participan en esta discusión;  pero no lo hacen fijando posición sobre las tesis marxistas o capitalistas,  no: Más allá de lo que les quiera inculcar  el adoctrinamiento político o las campañas mediáticas, en privado,  la gente dice realmente lo que siente. Por compromisos laborales  tuve que viajar al estado Falcón y a Caracas y  en esa conversaciones que de manera espontanea surgen en las largas esperas  del aeropuerto o en los traslados de los taxis,  tuve la oportunidad  de apreciar el sentir del ciudadano común sobre  el derecho a la propiedad

 Lo primero que hay que reconocer para ser realista,  es que el hombre valora de manera especial “lo suyo”  y no hace lo mismo con lo que no le pertenece.  El amor por la propiedad  privada es indiscutible y  todo intento por disminuirla o acabarla se va a encontrar en serias dificultades. A una persona que perdió su casa en el deslave de Vargas el gobierno le adjudicó otra vivienda, pero no le dio título de propiedad.  La casa no está terminada  y además  necesita algunos trabajos adicionales para su acondicionamiento definitivo, pero su adjudicatario no quiere hacer ninguna inversión hasta que no se la “pongan a su nombre”; su decisión es tajante: “Yo no  gasto ni medio a una broma que no sea mía”.

En segundo lugar hay que advertir que el tema de la propiedad es peligroso, porque para defenderla el hombre puede llegar a lo irracional. Una persona que leía la noticia de la aprobación inminente de la ley  de alquileres me dijo: “Yo tengo un apartamento alquilado; si cuando se venza el contrato el inquilino no se quiere salir los saco a golpes.  Me tendrán que matar para quitarme lo que es de mis hijos”

En tercer lugar es evidente que, por ahora lo común no cala igual que lo privado. Visitando un edificio que encontré bastante deteriorado, me dijo un compañero de ascensor que,  la cosa estaba mal porque la mayoría de los propietarios habían alquilado los apartamentos y  los inquilinos  no quieren pagar el condominio ni les importa el mantenimiento de las cosas comunes.  Esto mismo ocurre con el comportamiento de la ciudadanía en general que,  mantiene bien sus casas, pero ensucian las calles, se estaciona sobre las áreas verdes, destruye las plazas etc.

Es muy importante oír  esas voces de lo cotidiano que se expresan  persona a persona, sin miedos ni matices  políticos.  Parafraseando y resumiendo una canción de  Serrat: detrás de todo lo aparentemente importante que ocupa la primera plana de los medios de comunicación,  “Con su espina y su rosa,  detrás,  está la gente”. El gobierno está empeñado en cambiar la sociedad, sin tomar en cuenta como es la sociedad;  esto es un error que puede costar muy caro. Creo que hay que garantizarle al ciudadano el derecho a la propiedad privada,  que es producto de su trabajo  y por eso la aprecia tanto. Pero por otro, lado hay que enseñarles  que,  si bien sus  casas son hogares privados que todos debe respetar,  la ciudad es el hogar común que todos tienen que cuidar.

 Ahora que se puso de moda hacer servicio comunitario, creo que una buena forma de comenzar  a practicarlo individualmente,  es manteniendo  y conservando los espacios públicos de nuestro entorno. Hay personas que tienen impecable su jardín, pero totalmente  abandonada y sucia área verde que está frente a su casa. Es sencillo, vamos a demostrar nuestro aprecio por lo público empezando por ahí.  Si todos lo hicieran la ciudad cambiaría y estaríamos en presencia de una verdadera revolución. jblanco@ucab.edu.ve  twitter @Zaqueoo

miércoles, 14 de septiembre de 2011

La oración de la rana



La semana pasada se hizo evidente la importancia que tiene la devoción mariana para el pueblo venezolano. Las festividades con motivo del centenario de la coronación de la Virgen del Valle y la solemnidad de Nuestra Señora de Coromoto  fueron manifestaciones emotivas de profunda espiritualidad.  Dos advocaciones diferentes para honrar una misma cosa: la santidad  y el amor maternal a Dios y a los hombres. Pero  como siempre, en medio de los mejores ambientes surgen las acciones amargas: un grupo de cristianos protestantes (no todos) apelando a interpretaciones literales y sesgadas de las escrituras bíblicas, se dieron a la tarea de criticar de manera irascible las celebraciones,  llegando al extremo de exigir que las imágenes de la Virgen fuera retiradas de los mensajes o cadenas que se enviaban por las redes sociales.

Observando estas manifestaciones de intolerancia religiosa recordé un cuento de Anthony de Mello que sirvió de titulo a uno de sus libros: La oración de la rana.   Allí se cuenta que, un religioso, el hermano Bruno, oraba una noche cuando se vio interrumpido por el croar de una rana. Ante esta molestia gritó “¡Silencio! ¡Estoy rezando!”.  Y como el hermano Bruno era un santo su orden fue obedecida y todo ser viviente acalló su voz para crear un silencio que pudiera favorece su oración. Pero en ese momento Bruno escuchó una voz interior que decía: “Quizás a Dios le agrade tanto el croar de esa rana como el recitado de tus salmos”. Bruno decidió averiguar y se asomó a la ventana y ordeno ¡Canta! El rítmico croar de la rana volvió a llenar el aire, y cuando Bruno le prestó atención dejó de crisparle y resistirse a él, porque  el croar de las ranas servía para enriquecer el silencio de la noche. Finaliza el relato con esta afirmación: “Una vez descubierto esto, el corazón de Bruno se sintió en armonía con el universo, y por primera vez en su vida comprendió lo que significa orar”

Creo que el cuento transmite una gran enseñanza y es de mucha utilidad para comprender la importancia de la diversidad religiosa y el peligro de su intolerancia. ¿Quién puede decidir de manera absoluta sobre lo que agrada a Dios? ¿Quién tienen el derecho de ordenarle a otro que calle sus oraciones?  Si alguien se considera legitimado para hacerlo  es posible que no entiendan lo que significa orar;   y quiero dejar bien claro que esto va dirigido a los radicales,  tanto católicos como evangélicos. Por otro lado, en una conferencia sobre el dialogo entre religiones, decía Juan Masía Clavel, -palabas más palabras-menos-  “Lo importante no es el vehículo;  lo importante es lo que se busca: llegar a Dios”. Quien se sienta bien con su religión debe permanecer en ella,  pero respetando a quienes se siente bien en practicando una religión diferente. Esto es muy importante, porque como dice Hans Küng: “No hay paz mundial sin paz religiosa” y “No hay paz religiosa sin dialogo entre las religiones”

Sé que este tema es difícil y espinoso, por eso he utilizado el cuento de Anthony de Mello para llamar a la reflexión. Independientemente del camino que se escoja para tratar de llegar a Dios, lo importante es entrar en él con sinceridad, fe, humildad y  sin creerse el mejor;  construyendo y uniendo, no destruyendo y dividiendo. Como la humilde rana del cuento, que con su croar alegra el silencio de la noche, y ayuda comprender lo que es realmente la oración.  jblanco@ucab.edu.ve;  twitter zaqueoo

martes, 6 de septiembre de 2011

Aquí manda el pueblo




No hay nada más peligroso en política que la interpretación errada de las ideas. Eso lo podemos observar entre nosotros cuando escuchamos a algunos políticos decir que Venezuela es una verdadera democracia porque aquí manda el pueblo. Sin entrar en las profundidades de la teoría política y de manera sencilla se puede decir que, la democracia en su acepción tradicional, está concebida como el gobierno donde el poder lo tienen el pueblo, que es quien toma las decisiones en forma directa o indirecta y las ejecuta a través de sus representantes. Esto está muy bien, lo malo es la forma como entienden ciertos personeros del gobierno la frase “Aquí manda el pueblo”.

En estas vacaciones, un día domingo,  visité una conocida playa del Oriente del país. Había tanta gente que era imposible conseguir un lugar donde estacionar, o un sitio en la arena a la orilla del mar;  los servicios estaban colapsados;  el ruido de los equipos de sonido era ensordecedor; el desorden y la anarquía  había convertido de la noche a la mañana una hermosa playa  en un ambiente sumamente desagradable: un verdadero desastre.  Les sugerí a las autoridades que, para evitar lo que estaba sucediendo no permitieran la entrada de personas por encima de la capacidad física del lugar. Cual fue la repuesta: “Eso no se puede hacer, porque las playas son del pueblo y además ahora manda el pueblo”  Tanto la respuesta, como la actitud pasiva ante la anarquía, no son más que formas  de evadir la obligación de poner orden,  para prestarle un buen servicio al pueblo. Con esa lógica, el pueblo no puede disfrutar de buenas playas,  pues el desgobierno permite que las conviertan en un chiquero.

Esta forma fraudulenta de evadir la responsabilidad no es nueva. José Antonio Marina, en su libro La pasión del poder, al analizar la teoría del caudillaje,  cita un discurso pronunciado por José Antonio Primo de Rivera en el año 1935 donde  decía: “Ser jefe, triunfar y decir al día siguiente a la masa. “ Se tú la que mande estoy para obedecerte” es evadir de un modo cobarde la gloriosa pesadumbre del mando. El jefe no debe obedecer al pueblo; debe servirle que es cosa distinta; servirle es ordenar el ejercicio del mando hacia el bien del pueblo (…) Se puede  disentir de esta afirmación pero plantea una interrogante interesante ¿qué debe hacer un gobernante: obedecer al pueblo o servir al pueblo?  Para responder esta pregunta hay que recordar que, cada vez que un funcionario público asume un cargo, jura: “Cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes”. En un Estado de Derecho y de Justicia,  los gobernantes deben  obedecer lo establecido en las leyes y hacer que estas se cumplan; ese es el mejor servicio que pueden prestarle al pueblo.

Gobernar no es nada fácil. Hay que tener conocimiento, sabiduría y fortaleza; sobre todo fortaleza.  Porque para  el aplauso y el halago todos estamos preparados,  pero para tomar esas decisiones impopulares que muchas veces son necesarias para el bienestar del colectivo, pereciera que no hay tanta gente. No se puede generalizar: hay gobernantes que ejercen sus funciones con mística  y responsabilidad; pero también abundan los que con la “excusa” de que aquí manda el pueblo permiten la acción de grupos de abusadores que, sin legitimidad alguna y en contra de la voluntad  popular, siembra el desorden y la anarquía en perjuicio de ese pueblo que dicen representar. jblanco@ucab.edu.ve; twitter@zaqueoo 


martes, 30 de agosto de 2011

Los políticos puros



Los acontecimientos que determinan el rumbo de la historia de los países no son producto de fenómenos naturales sino de decisiones humanas; si estas son acertadas  el destino será próspero,  de lo contrario  se convertirá en esa tragedia que se ha denominado la desorientación política de los pueblos. Ahora bien, la decisión acertada no es producto del azar,  sino de las cualidades que tienen algunas personas para saber qué hacer en el momento adecuado. El desaparecido Carlos Rangel en una entrevista que le hizo Joaquín Soler Serrano, publicada en el libro Venezolanos a fondo, dice –palabras más palabras menos- que nuestra historia es una crónica de fracasos; en esto coinciden algunos analistas políticos de nuestro tiempo que,  sostienen que el problema venezolano está  en la incapacidad de sus dirigentes para verla realidad y  la terquedad en defender errores  o proyectos inviables.

Sobres las causas de la situación política del país hay numerosas opiniones, pero una de las que cada día cobra más fuerza, es que en Venezuela hay muchos analistas políticos, ideólogos o aficionados a la política, pero pocos políticos puros. Javier Cercas en su libro Anatomía de un Instante, dedica un capítulo a lo que debe entenderse como las virtudes de un político puro: “…la primera virtud de su oficio es la intuición histórica. Así como la llamaba Ortega; Isaiah Berlín la hubiera llamado de otra forma: la hubiera llamado sentido de la realidad, un don  transitorio que no se aprende en las universidades ni en los libros y que supone una cierta familiaridad con los hechos relevantes que permite a ciertos políticos y en ciertos momentos saber qué encaja con qué, qué puede hacerse en determinada circunstancia y qué no, qué métodos van a ser útiles en qué situaciones y en qué medida…”

El libro que cito en el párrafo anterior,  es un ensayo publicado en el año 2009, donde se analizan de manera magistral las circunstancias y efectos  del intento de golpe de estado  que se produjo en España el 23 de febrero de 1981. Específicamente se refiere a  la toma del Congreso por los golpistas  y la actitud de Adolfo Suarez que permaneció sentado mientras las balas silbaban a su alrededor. El libro es mucho más que la crónica de un suceso;  es un análisis de todo lo que rodea el apasionante mundo de la política. Y para nosotros puede servir de lección, porque en momentos en que el país está dividido en una confrontación  absurda e interminable, por la  terca actitud de no dialogar, podemos ver a quienes respaldaban  a  Adolfo Suárez en aquel momento en que se quería abortar el proceso de trasformación democrática en España: un golpista que había estado al lado de  Franco, el general Gutiérrez Mellado y un revolucionario, el secretario general del partido comunista, Santiago  Carrillo: enemigos irreconciliables en el pasado que luego unieron esfuerzos para lograr la trasformación de España.

Los políticos puros son indispensables en esos momentos determinantes de la historia de los pueblos. Sin pretender descalificar los esfuerzos ni las buenas intenciones de nuestros actores políticos creo que en  Venezuela no hemos tenido mucha suerte; hemos contados con políticos de altura que no han sabido interpretar adecuadamente nuestra realidad. Y por otro, lado lamentablemente, abunda los aventureros interesados que, en el afán por defender sus “ideologías”  o privilegios  particulares atentan permanentemente contra la institucionalidad democrática del país.  jblanco@ ucab.edu.ve,  twitter  @zaqueoo

lunes, 29 de agosto de 2011

El ocaso del alquiler



Entre los polémicos proyectos de ley que se discuten en la Asamblea Nacional, uno de los que  produce mayor expectación e intranquilidad es el que se refiere al alquiler de viviendas. Cada vez que los medios de comunicación dan a conocer la aprobación de algún artículo no se hacen esperar los comentarios: Los más pesimistas dicen que esta ley es el giro definitivo hacia el comunismo, ya que con ella se produce una gran confiscación de bienes alquilados, siguiendo las ideas del sistema comunista, donde el único derecho que se reconoce es el de uso; Otros, menos radicales, se oponen al proyecto considerando que sataniza excesivamente al propietario,  privilegiando siempre la posición del inquilino que prácticamente no tendrá deberes que cumplir  y se inmuniza ante cualquier acción que quiera intentarse en su contra; los optimistas, creen que es una ley necesaria, que solucionará los graves problemas que desde hace bastante tiempo se suscitan entre inquilinos y propietarios.

El contrato de arrendamiento comenzó a perfilarse entre las instituciones que nos dejó la sabiduría jurídica de la antigua Roma. De manera sencilla, el arrendamiento tradicional se caracteriza por, un acuerdo donde el propietario de un bien le permite a otra persona que lo use por un tiempo determinado,  pagando una cantidad de dinero; y lo más importante, con la obligación de devolverlo al finalizar. Este contrato fue evolucionando en el tiempo, transformándose  de acuerdo con las necesidades sociales. En el caso específico del alquiler de viviendas,  la intervención estatal lo fue modificando para proteger al inquilino,  tal y como ocurrió en varios países entre los cuales se pueden mencionar a México y España. En Venezuela también se produce esa trasformación, como  puede apreciarse en el viejo Decreto Legislativo de Desalojo de Viviendas y el Decreto Ley de Arrendamientos Inmobiliarios  vigente,  promulgado por este mismo gobierno. En efecto, la legislación actual ampara de manera importante los derechos del inquilino. No se puede negar que la ley vigente tenga sus defectos,  pero favorece de manera importante al arrendatario,  sin desconocer los derechos del arrendador,  ni desnaturalizar el contrato de arrendamiento.

La aprobación del proyecto de ley de arrendamiento tal y como está planteado  va a acabar con el alquiler de viviendas. Más allá de las especulaciones de los teóricos del derecho, la existencia del contrato depende de un elemento psicológico,  como es  la confianza del arrendador  en que el bien  arrendado le será devuelto al finalizar el contrato.  Este sentimiento de tranquilidad y certeza necesario para contratar,  ha desaparecido por el clima de desconfianza que ha generado  tanto el decreto ley sobre el desalojo arbitrario, como este proyecto de ley de arrendamiento. De acuerdo con lo previsto en esos instrumentos legales, recuperar un inmueble arrendado será un verdadero milagro, y en esas condiciones es muy difícil que alguien se arriesgue a alquilar. 

En conclusión, no hace falta ser experto en derecho inquilinario para vaticinarlo que va a pasar con el arrendamiento de viviendas en Venezuela. Por satisfacer peticiones circunstanciales de un grupo, se va privar a toda la población de la posibilidad de alquilar una vivienda.  Así no se legisla. Es cierto que ha habido abusos por parte de los propietarios, pero también se han producido por parte de los inquilinos.  Pero para eso están los tribunales; para juzgar las conductas concretas y sancionar las infracciones a la ley y a los contratos. Con buenos jueces todos los problemas se acabarían, porque si bien las leyes son importantes, más importantes son los jueces: un buen juez imparte justicia hasta con leyes malas, un mal juez echa a perder la mejor ley del mundo.   Lo preocupante es que la ignorancia y la improvisación se metan en los terrenos del derecho y la justicia.  jblanco@ucab.edu.ve  twitter @zaqueoo

martes, 16 de agosto de 2011

El hambre y los lujos




Diego Armando Maradona,  famoso personaje  de destacada actuación futbolística y polémica vida pública, con motivo del cumpleaños de Fidel Castro dio unas declaraciones donde elogia la labor del líder cubando diciendo que “Los cubanos no tendrán lujos pero comen todos: Cuba es  un ejemplo a seguir”. No conozco personalmente el funcionamiento del régimen  cubano;  por los medios de comunicación me he enterado  de las críticas y las alabanzas. Y por esta misma vía me ha llegado la noticia de que  el ciudadano cubano no  disfruta de la mayoría de los avances tecnológicos como  lo hacen los ciudadanos de otros países;  inclusive,  hace años un líder estudiantil  dijo que “internet  es una farsa  que el pueblo no  necesita”.

Si es cierto -como dice Maradona- que en Cuba el problema del hambre está resuelto,  eso es algo digno de elogio, porque el hambre es uno de los grandes males de  la humanidad. Pero  en los últimos años han  aparecido otros graves problemas que también tienen que atender los gobiernos.  Entre ellos está  lo que se ha denominado  “la brecha digital”, que surge entre quienes   tienen acceso a  internet y al desarrollo tecnológico y quienes no lo tienen.  Esto es un problema que causa  una gran preocupación, al extremo de que algunos lo consideran como el surgimiento de una “pobreza digital”  que sufren muchas personas limitando seriamente su formación y desarrollo.

Hoy,  los gobiernos están obligados  a garantizar a los ciudadanos el disfrute de los avances tecnológicos,  tal y como expresamente lo señala  la declaración de la Asamblea General de las Naciones Unidas  de fecha  10 de noviembre de 1975: “Todos los Estados adoptarán medidas tendientes a extender a todos los estratos de la población los beneficios de la ciencia y la tecnología y a protegerlos, tanto en lo social como en lo material, de las posibles consecuencias negativas del uso indebido del progreso científico y tecnológico”  Por lo tanto, cuando se habla de lujos,  hay que precisar de qué se está hablando, porque la palabra  “lujo” significa abundancia de cosas  innecesarias, y el acceso al desarrollo tecnológico no es un lujo, es  un derecho humano.

Pero  el debate entre el hambre y los lujos plantea otros problemas éticos. El pasado mes de diciembre,  una persona a quien no le sobra el dinero para vivir, cuando cobró las utilidades, lo primero que hizo fue comprarse un BlackBerry. Yo estuve entre los que le criticaron esa actitud, y su respuesta fue: “Si tengo que pasar hambre para darme un lujo ese es mi problema;  yo decido lo que hago con lo que gano” inmediatamente surgieron las reacciones: por una parte fue tildada de ignorante  y alienada por el capitalismo consumista; pero por otro lado, fue vista como una persona que ejercía el  derecho a  la libertad individual, decidiendo lo que creía que era bueno o malo para ella.  Mi opinión es que hay que educar a la gente para que tome buenas decisiones: Que no derroche en lo superfluo para que después  no tenga que privarse de lo necesario. Pero hay que respetar las decisiones personales, porque los ciudadanos no pueden ser considerados como niños que necesitan a su papá para que siempre decida por ellos.
Como reza un viejo dicho, muchas veces los sentimientos nublan el entendimiento. Con los ojos del amor o del odio no se puede juzgar con imparcialidad. Por eso la diosa de la justicia tiene los ojos vendados. Es indiscutible que el gobierno cubano ha alcanzado avances importantes en lo social, pero decir que “es un ejemplo a seguir,  porque todos los cubanos tienen garantizada una taza de arroz, papa o pan”  -como dijo Maradona-  es algo verdaderamente inadmisible.  Un buen gobierno es el que garantiza condiciones generales para el desarrollo de una buena vida.  Y  para lograr esto, es obvio que  debe comenzar  por asegurar  la satisfacción de necesidades básicas,  entre las cuales están las alimenticias; pero eso no es suficiente, porque para el hombre de hoy la  buena  vida es mucho más que la comida.  jblanco@ucab.edu.ve,  Twitter  @Zaqueoo

jueves, 11 de agosto de 2011

Mirar los parques


La gobernación del estado Bolívar  ha decidido ocuparse de la recuperación  y mantenimiento del parque La Llovizna. Es una buena decisión por lo que representa este parque, que se ha convertido en un ícono de la ciudad. Ojalá que se realice una buena labor y no se politice el servicio; principalmente que se respete la obra de la naturaleza y no se empiecen a pintar los árboles o a sembrar plantas que nada tienen que ver con el entorno, como ha ocurrido en otros lugares, donde hermosas playas se han convertido en grotescas caricaturas de lo que eran originalmente.

Pero no quiero dedicar este artículo a la gestión pública,  que cuando es buena debe ser reconocida. Quiero referirme a la actitud de los ciudadanos hacia sus parques. Voy a tratar de ser muy cuidadoso, para no ser malinterpretado. Los parques son espacios naturales que pueden ser usados por sus visitantes para diferentes actividades: paseos, contemplación de la naturaleza, practicar deportes, yoga, lectura etc. Cada quien puede aprovecharlos y disfrutarlos a su manera. Lo que me preocupa es que, en los últimos días he observado que para muchas personas los parques son solo lugares de entrenamiento físico, cosa que está muy bien, pero que si se reducen solo a  eso, disminuye notablemente lo que la grandiosidad de la naturaleza le puede aportar al espíritu humano.

En días pasados, observando algunas fotografías de la ciudad, un amiga que trota todas las mañanas en La Llovizna, al ver la imagen de un paisaje donde las flores de los árboles alfombraban una vereda exclamó ¡Donde es esto! En La Llovizna -le dije-. Todos los días pasaba por ese mismo lugar y nunca se había percatado de su belleza. Pero esto no ocurre solo aquí en Guayana: recientemente fui a trotar a la playa La Caracola en Porlamar, y  al amanecer,  el sol produjo un efecto visual sobre el mar que, unido al ruido de las olas presentaba un espectáculo impresionante; solo un grupo reducido de mujeres observaba la escena, algunas con los brazos abiertos en actitud reverencial; la mayoría solo  estaba pendiente del pulsómetro o cronómetro, mientras que sus oídos estaban  “conectados” a los audífonos de esos equipos de sonido portátiles que tanto utilizan los corredores y trotadores.  En conclusión mucha gente usa los parques pero no ha aprendido a “mirar y vivir los parques”

Repito, no critico el derecho que tienen cada ciudadano de usar los espacios públicos en la forma que considere conveniente, siempre que lo haga dentro del marco de la ley. Lo malo es que  no se enseñe a la gente a apreciar y valorar lo que la naturaleza nos ha regalado. Aunque sea duro reconocerlo, vivimos a orilla de río dándole la espalda al río.

Me gustaría recomendar  a algunas  personas que consuetudinariamente amanecen en La Llovizna, que observen el despertar del parque: Antes de ponerse los lentes de sol, miren como van cambiando los colores de los arboles con las primeras luces de la mañana;  antes de conectarse con los noticieros por el “Ipod” escuchen los sonidos del bosque producidos por el agua que corre o los pájaros que despiertan. El parque es un “ser animado”  que vive y cambia cada  día, y que si lo observamos con detenimiento siempre nos regala algo nuevo. Hacer ejercicio es fundamental para la salud corporal, pero el espíritu también necesita ejercitarse. Por eso, antes de arrancar,  vamos a dedicarle  aunque sea unos minutos a mirar el parque.

Bienvenida la idea de la gobernación de rescatar  el parque, pero hace falta algo más de parte de los ciudadanos: el parque no es solo una cosa que requieren mantenimiento; es un espacio animado por la vida de un sinnúmero de seres que requieren cariño y atención. Si queremos rescatar el espíritu guayacitano, vamos a empezar por tomar conciencia del valor de nuestros parques.  Y  comencemos por lo más sencillo: mirarlos como se merecen.
Jblanco@ucab.edu.ve;  twitter @zaqueoo