Este mundo exigente y complicado produce muchas personas amargadas. El “programa” que nos graban desde pequeños nos coloca una serie de retos y proyectos que si no se saben manejar acaba con nuestra existencia. Cada vez es más difícil encontrarle sentido a la vida, y en vez de hallar alegría, con lo que nos topamos a cada instante es con la amargura de vivir.
La perdida de la alegría es una enfermedad que puede alcanzar a todos. Paradójicamente hasta las personas exitosas pueden perderla, y esto demuestra que ser alegre no depende de la posesión esos “valores” tradicionales: salud, dinero, amor -y ahora poder y prestigio-. José María Gironella, famoso escritor español, en su libro Las pequeñas cosas de Dios escribe un capítulo sobre la alegría donde se puede apreciar la forma de encontrar este preciado tesoro. Dice el escritor que habiendo perdido “su” alegría publicó el siguiente anuncio:
“Advierto al publico que he perdido mi joya más preciada: la Alegría. La he perdido en el trayecto comprendido entre mis treinta y treinta y tres años. A quien quiera que la encuentre le ruego que la devuelva su legítimo dueño (…) A nadie le será difícil reconocer mi alegría. Medía 1,74 como yo. Era de color azul claro pero con barras amarillas que la cruzaban como si fuera una bandera. Su forma se parecía mucho a la de un corazón humano adulto: y no estaba nunca quieta. Era una Alegría móvil, que daba saltos. Semejaba, en suma a un corazón vivo, como era el mío hasta que en el trayecto comprendido entre los treinta y los treinta y tres años de pronto y sin saber cómo todo lo perdí. No es reloj, ni bolso, ni cartera. Es mucho más que todo eso: es la Alegría de un hombre estrictamente personal. Nadie sino yo podrá servirse de ella…”
El anuncio continúa destacando como la alegría acompañaba al escritor como un amigo fiel hasta que de pronto desapareció dejándole un gran vació. Como repuesta a este aviso de prensa, José María recibió muchas cartas de personas que le invitaban a compartir alegrías: una señora lo invitó a comer en su casa; una sociedad protectora de animales le ofreció una mascota; una niña le regalo su muñeca más querida; un clochard (mendigo) de Paris que dormía bajo un puente del Sena lo invitó a que se fuera con él a tomar una botella de vino, y un monje budista le escribió diciéndole que la perdida de la alegría se debía a que no había sabido bloquear las concupiscencias. “visto túnica de color casi amarillo y contemplo muy a menudo el azul del Cielo. No ambicione nada y su alegría volverá”
En conclusión ¿Por qué perdemos la alegría? ¿Porque hay personas que a pesar de atravesar momentos difíciles siempre están alegres? ¿Por qué hay personas que teniéndolo todo materialmente hablando siempre están tristes? Porque no sabemos disfrutar de la vida como la señora que sencillamente disfruta su comida, o la niña que regala su muñeca preferida para alegra a otro, o el mendigo que vive su miseria debajo de un puente. Decía Anthony de Mello que no somos felices porque no sabemos escuchar, no nos damos cuenta que la alegría no está afuera, está dentro de nuestro corazón, y lo importarte es saber oírla. jblanco@ucab.edu .ve