martes, 26 de julio de 2011

Prohibido hablar de fútbol sin saber


 El título de este artículo se refiere a un aviso de corte dictatorial  que está en la entrada de un conocido restaurante de esta ciudad. El lugar es un sitio de reunión para ver, disfrutar, sufrir y discutir  sobre los partidos de fútbol. Sus dueños, unos amigos de la infancia, tal vez cansados de oír disparates, en forma sarcástica colocaron esta “norma” que no creo que sea respetada y menos ahora con la explosión del entusiasmo por la Vinotinto.

La actuación de la selección nacional en la Copa América ha hecho que el país cuente en la actualidad con treinta millones de especialistas en fútbol. Entre ellos podemos encontrar: desde los estudiosos de las estrategias y esquemas de juego, hasta aquellos que solo entienden que gana el mete más balones en el arco contrario. Inclusive el Presidente de la Republica, que jamás había opinado sobre estrategia futbolística,  después del partido con Paraguay envió un twitter diciendo que tenía que hablar con Cesar Farias para tratar algunos asuntos; me imagino que por sus conocimientos beisboleros,  podría sugerir que se utilice la biomecánica de “la rabo é cochino” en el lanzamiento de penaltis. Por lo tanto,  no se puede  pretender que solo hablen de fútbol los entendidos porque la pasión se ha colectivizado.

Pero si vamos a criticar a los opinantes,  no solo hay que cuestionar a los ignorantes, también  los expertos  tienen sus deslices. Algunos especialistas  se han dado a la tarea de plantear  complejas teorías de juego que no entiende ni Guardiola. El otro día, antes de un partido,  un comentarista daba una explicación  que se parecía más a una clase de cálculo infinitesimal que a un análisis deportivo. Cuando lo escuchaba, recordé a Arsenio Iglesias,  famoso director técnico del entonces “Supedepor”  que llegó a dirigir al  Real Madrid,  quien de manera sencilla decía: “En el fútbol sólo se dan dos tipos de situaciones: cuando tú tienes el balón y cuando lo tiene el contrario. Si lo controla el rival hay que quitárselo cuanto antes, y si es tuyo debes tratar de que no te lo roben. Sencillo, aunque algunos tratan de complicarlo”.  

Lo que hay que tener muy claro es que alrededor del futbol se desarrollan pasiones irracionales. Hace días las redes sociales estaban repletas de mensajes maldiciendo los errores de Renny Vega en el partido amistoso contra España y pidiendo la destitución inmediata de Cesar Farías; hoy,  esos mismos, les  están buscando hospedaje en las residencias de los dioses. El ejemplo contrario  es lo que le ha ocurrido al pobre Messi: llegó de Europa cargado de laureles, y sin embargo, los fanáticos argentinos no le perdonan que su magia no haya ayudado a su selección a ganar la Copa America. Es así,  los hinchas no administran justicia, solo exigen satisfacciones.


Al margen del sarcasmo  y las banalidades deportivas, la actuación de la Vinotinto en la Copa América deja enseñanzas muy importantes a los venezolanos. En primer lugar, se ha demostrado que el progreso no se alcanza con fantasías épicas, sino  con trabajo y organización. Esto es lo que ha pasado con la selección Nacional; de ser un equipo con estigma de perdedor, con mejor organización y más preparación, se ha convertido en un conjunto competitivo que puede perder con cualquiera pero que puede ganarle a cualquiera.  Y así debe continuar sin endiosamientos y con humildad;  sin derrumbarse por las derrotas ni saltar demasiado por las victorias. En segundo lugar,  y tal vez lo más importante, es que toda Venezuela  estuvo unida en torno a su selección, lo que demuestra que la unidad es posible. Ojalá que todos entendamos que, hay cosas mas importantes que la Copa America que exigen urgentemente  de la unidad nacional, me refiero al destino del país. Jblanco@ucab.edu.ve, Twitter @zaqueoo

martes, 19 de julio de 2011

Tiempos de violencia


El pasado 9 de julio fue asesinado el cantautor argentino Facundo Cabral.  Un trovador que le cantó al amor y a la vida y que paradójicamente, como tantos otros, termina su vida víctima del odio y la maldad. Me dijo una persona conocida que “Facundo fue víctima de estos tiempos de violencia que están acabando con el mundo.  Pareciera que los hijos de Caín se están multiplicando y la humanidad está produciendo más seres malvados y asesinos que hombres buenos” Siempre que se habla del problema de la violencia hay una pregunta  que sale a relucir ¿Somos más violentos que antes? Mucha gente cree que sí.

Si hacemos un sondeo de opinión entre las  personas que están en nuestro entorno,  nos encontraremos  que la mayoría considera que la sociedad de hoy es más violenta que la de ayer. Inclusive se llega a afirmar que vivimos los tiempos más violentos de la historia: que el ser humano ha perdido la tranquilidad; que no se puede salir a la calle sin correr peligro; que la delincuencia se multiplica;  que ni en la intimidad de la familia hay paz,  porque el demonio de la violencia intrafamiliar aparece constantemente,  produciendo crímenes y maltratos entre parientes. Esto parece estar avalado por el pensamiento de Ernesto Sábato en su libro Antes del Fin, donde entre otras cosas, dice que los sucesos que nos cuentan los diarios revelan el fracaso del proyecto humanista. No todos opinan de la misma manera.  

Numerosos filósofos e historiadores sostiene  que, la idea de que hoy somos más violentos que ayer está equivocada.  Will Durant, en su libro Las ideas y las mentes más grandes de todos los tiempos, dice que ahora hay más medios de información que antes, y que poderosas organizaciones entretienen a los lectores con el crimen y el escándalo: lo que vende es la violencia. Si  se cree textualmente todo lo que trasmiten esto medios, se llega a la conclusión de que la mitad del mundo está matando a la otra mitad o se está suicidando y esto no es así: “la sociedad actual tiene una cortesía democrática y una caballerosidad sin pretensiones, mucho más real que la de los hombres de antaño, que mientras pronunciaban frases caballerescas,  hacían esclavas a sus mujeres y aseguraban su fidelidad con cadenas,  mientras mataban a sus adversarios en guerras santas “ En dos palabras, para este autor  la barbarie de  ayer no se puede comparar con la formación humana de hoy .

Creo que este análisis hay que hacerlo con mucho cuidado. Es verdad que en la sociedad hay un grado de violencia intolerable,  pero el avance humanista es incuestionable. Mientras que en el pasado el duelo era normal, esta sociedad no aceptará jamás que dos personas se maten “legalmente” para resolver un problema. Y no hablemos de la violencia intrafamiliar: en un pasado no lejano, los padres obligaban a pelear a sus hijos para que aprendieran a defenderse;  si una mujer se aparecían ante un funcionario con un ojo hinchado, diciendo que el esposo la había maltratado, recibía como respuesta una conocida frase “eso es un problema entre marido y mujer”. Hoy estas cosas son sancionadas por la ley.

Pero hay algo que demuestra que la violencia tiene la batalla perdida con la cultura de paz. Cada vez que se asesina  a un pacifista su mensaje  se multiplica: los asesinatos de  Gandhi o Martin Luther King no acabaron con sus ideas  ni con sus seguidores, más bien los aumentaron. Las canciones  y la vida de Facundo Cabral han cobrado una atención especial en estos días, y su mensaje se multiplican vía internet.  Aunque parezca paradójico, parece que la violencia reproduce las semillas del bien. Y además, el hombre de hoy está consciente de que en su interior anida el germen del mal,  y que esto  lo puede convertir en un animal,  pero lo importante es que no quiere serlo. jblanco@ucab.edu.ve,  Twitter @zaqueoo 

sábado, 16 de julio de 2011

Los gatos y la calle


Hay un dicho popular que se utiliza para expresar  la poca importancia de un acto: “Allí no había más de cuatro gatos”. Con esto se quiere decir que prácticamente al evento no asistió nadie y que los presentes eran personas de poca categoría.  Últimamente parece que la conocida frase  está muy  de moda porque se la he escuchado reiteradamente a políticos, comunicadores sociales, profesores, artistas etc.  No pretendo convertirme en censor de las costumbres de los demás, pero hay que tener cuidado con el contexto en que se utilizan las palabras.   Si la asistencia de público es fundamental para el éxito de un evento, la presencia de pocas personas lo convierte en un fracaso;  pero si lo que se plantea en el acto es el estudio o análisis de un asunto importante, el número de  asistentes no es lo relevante.

En días pasados los medios de comunicación trasmitieron una manifestación de un grupo de personas  que reclamaban por el respeto del derecho a la vida.  Sin mayor razonamiento, la persona a quien se dirigía el reclamo  se limitó a decir que solo eran “cuatro gatos” como si se tratase de un problema que debe ser atendido cuando es exigido por multitudes. Esto no es un asunto insignificante, porque  si no se entiende que hay cosas que no se miden por la asistencia sino por su esencia estamos muy mal.  Nos hemos acostumbrado a que  hay que recoger muchas firma o reunir grupos considerables de personas para que las cosas funcionen, porque independientemente de la importancia del asunto “a cuatro gatos no le paran”.

Otra cosa nefasta para el progreso del país es lo que denominado “La filosofía de la calle”. Dicen los estrategas políticos que lo importante es “no perder la calle”. Por eso, ante cualquier problema que se presenta, en vez de resolverlo, en lo primero que se piensa es en buscar el respaldo de la gente y organizar una marcha o  concentración. Esto puede ser  lógico en política;  lo que no es lógico es que todo pretenda resolverse con la  “la calle”.  Hay cosas que no se arreglan  con gente marchando. Hemos llegado a situaciones tan absurdas que, hasta los errores cometidos en la solución de dificultades que exigen respuestas técnicas, pretenden defenderse con manifestaciones de calle.

Los gatos y la calle son un símbolo de la superficialidad e ineficacia del quehacer político venezolano: descalificar a priori los reclamos de “los gatos” sin analizarlos a fondo y querer tapar todos los errores  de la gestión pública con “la calle” es un sinsentido que tiene al país en estado crítico. Mientras la política queda reducida a quien mete más gente en la calle,  la situación de los ciudadanos cada vez es más difícil: no estamos seguros en ninguna parte, crece el desempleo, el dinero no alcanza para vivir, las instituciones del Estado han colapsado de tal manera que tienden a desaparecer… Y digan lo que digan, esto no se arregla ni con discursos ni con “la calle”.

Si queremos progresar como país tenemos que “pararle” más a las ideas;  especialmente a aquellas  que producen progreso y prosperidad. La historia nos ha enseñado que lo que ha trasformado el rumbo de la humanidad, no es el  número de asistentes a los actos, sino el efecto de las ideas que en ellos se exponen. De esto sobran los ejemplos; voy a citar uno solo: El budismo,  que es una de las religiones más numerosa del mundo, nació del discurso que dio Buda a sus discípulos en Benarés;  se dice que en ese acto solo estuvieron presentes cinco personas, es decir ¡cuatro gatos! jblanco@ucab.edu.ve  Twitter @zaqueoo

martes, 5 de julio de 2011

La enfermedad del presidente


La  noticia que acaparó la atención nacional e internacional la semana pasada fue la salud  del presidente de Venezuela. Después de varios de días de silencio e incertidumbre el presidente se presentó ante el país y  confirmó lo que decían los rumores: tiene cáncer.  Pero como no aclaró la gravedad de la enfermedad,  se desencadenó inmediatamente una ola de comentarios, análisis y especulaciones médicas y políticas.
Lo que ha ocurrido con la enfermedad del presidente es digno de análisis para la historia. En primer lugar, la forma como se le ocultó al país todo lo referente al padecimiento del jefe de Estado demuestra la falta de respeto que tienen los dirigentes hacia los ciudadanos;  la convocatoria que hacen, hasta los que no  creen en Dios,  a orar por el presidente,  revela la forma como se manipulan los sentimientos populares;  y  por último,  los discursos de los últimos días, donde  se aprecia que detrás de una dudosa innovación a la sensibilidad humana,  lo que hay realmente  es la preocupación por el control y ejercicio del poder, nos dan una idea  clara de  la estatura humanística de la política nacional.
Ahora bien ¿Cuál es el estado de salud de Hugo Chávez?  Vicente Madoz, en su libro Los miedos del hombre moderno, hace un análisis interesante de lo que es la enfermedad desde el punto de vista humano. Dice que la enfermedad no es solo un proceso biológico,  es un hecho que modifica la existencia del ser humano;  es algo que tiene que ver más con el modo de estar en la vida que con las condiciones del cuerpo. El enfermar puede ser considerado como dejar de vivir libremente y abandonar la capacidad de la existencia plena.  Por lo tanto es un error distinguir entre la enfermedad física y la enfermedad psíquica. Somos una unidad y cuando nuestra existencia se resquebraja lo hace en su totalidad. ¿Qué quiero decir con todo esto? Que es muy importante ver como el presidente va vivir su enfermedad.
 Continua Vicente Madoz diciendo que, la enfermedad es un modo anómalo de vivir personal, que solo es comprensible para el propio enfermo. En ocasiones se convierte en algo desastroso y aniquilador y en otras se trasforma en una opción de vida.  Ignacio de  Loyola,  Beethoven  o Bécquer crecieron desde la enfermedad,  porque ésta les ayudo a comprender mejor su existencia. Hoy, lo peor que se le pueden decir a una persona es que tiene cáncer; sin embargo,  Lance Armstrong  después de sufrir  y superar un  cáncer  gravísimo ganó siete veces el Tour de Francia y cuando le preguntaron, qué desearía si volviera nacer dijo “volver a tener cáncer”, porque para él la enfermedad fue lo que le cambió positivamente la vida.
Al presidente se le presenta la gran prueba de su existencia. No una batalla, sino  la oportunidad de  redescubrir el verdadero sentido de su vida. Puede quedar  aprisionado en el miedo a morir y ser destruido por la enfermedad, pero también puede trascender hacia metas más ambiciosas. Tal vez sea el momento de entender  con claridad lo que puede hacer con el poder para ayudar a su país. Porque un país  no puede vivir dividido y en conflicto permanente,  hay que buscar el camino de la reconciliación, para que con la ayuda de todos se puedan superar los males sociales y  alcanzar la patria buena que tanto se pregona. El presidente está en una encrucijada, creo que el destino le ha dado una nueva oportunidad, ojalá que Dios le ayude a escoger el camino acertado. Jblanco @ucab.edu.ve; twitter @zaqueoo