martes, 31 de enero de 2012

Sobre la verdad y la justicia en la política y en la vida


Entre las frases célebres que más se repiten, podemos destacar las que se refieren a la verdad y la justicia: “La verdad nos hace libres”  o  “La justicia es la reina  de todas las virtudes” no solo se encuentran en libros o murales de calle, sino que se repiten constantemente en los discursos oficiales, discusiones políticas o conversaciones domésticas. No tengo dudas sobre la validez de estas afirmaciones, pero estoy convencido de que no siempre se dicen con sinceridad. Carlos Fisas en su libro  Historias de la historia se refiere de manera irónica a la actitud hipócrita del hombre ante la verdad y la justicia: “Vinieron la verdad y la justicia a la tierra: La una no halló comodidad por desnuda y la otra por rigurosa. Anduvieron mucho tiempo así, hasta que la verdad, de puro necesitada, consiguió hospedaje con los mudos. La justicia, desacomodada, anduvo por la tierra rogando a todos, y, viendo que no hacían  caso de ella y que le usurpaban su nombre para honrar tiranías, decidió volverse huyendo al cielo”

Lo anterior  no es solo una fábula simpática, pues lo que quiere enseñar está muy cerca de la realidad. Los políticos pontifican constantemente diciendo que su bandera es la verdad, y que con la verdad ni ofenden ni dañan; pero lo cierto es que siempre actúan de acuerdo a lo que les conviene, y el “costo político” es lo que decide lo que dicen y hacen. Por otro lado, con los ciudadanos comunes pasa  casi siempre lo mismo: para el hombre de hoy la imagen está por encima de todo; lo importante no es “el ser” sino “el parecer”; todo se maquilla. Dice una canción de Sabina que se vive de mentiras que valen la pena.

En el artículo de la semana pasada decía que una de las tareas pendientes de la democracia venezolana era la justicia. Esto no es una opinión personal, sino que se basa en hechos objetivos: Venezuela es un país donde se puede cerrar un tribunal por varios meses, y,  ni el Estado se preocupa ni los ciudadanos protestan; cada vez que un juez renuncia, lo destituyen o suspenden, los tribunales pasan un tiempo considerable sin atender al público. Por otro lado, el juez es el trabajador que tiene menos estabilidad en el país, ya que puede ser “botado”  (destituido)  de  inmediato con un simple oficio que dice “Se deja sin efecto su nombramiento”. Estas cosas reducen al mínimo la eficacia del sistema de justicia y erosionan gravemente la necesaria autonomía del Poder Judicial.  Y al igual que con la verdad, los ciudadanos de a pie tampoco ayudan, porque como dice Alf Ross, la justicia -para muchos- no es más que un sentimiento, la satisfacción de su interés personal: “Justicia, no por mi casa, a mí que me den lo que quiero”

Si la verdad y la justica son importantes para la vida, es más, si se  consideran como fundamentales  para orientar el destino del hombre,  es evidente que el futuro  no pinta muy bien si se tratan de esta manera.  En este tiempo se ha puesto de moda un optimismo ingenuo y carente de acción: Pensar que todo se arregla con “mente positiva”  y soluciones mágicas que caen del cielo sin intervención humana. Esto no puede  seguir así. Si no hay un verdadero compromiso personal con la verdad  y la justicia, pasará lo que metafóricamente dice Carlos Fisas: No podrán encontrarse en la tierra porque se van al cielo decepcionadas de los hombres. Twitter @zaqueoo     

miércoles, 18 de enero de 2012

El sentido de la felicidad





Escribir el último artículo del año, nos obliga apartarnos un poco de la “dialéctica cotidiana” y a hacer una reflexión más reposada  sobre lo que somos, lo que hacemos y esperamos.  El tradicional “Feliz año” es mucho más que una fórmula de cortesía, es un deseo, algo que todos queremos alcanzar. Cuando falta poco tiempo para que finalice el 2011 escuchamos repetidamente en los mensajes de Navidad y Año Nuevo que, el 2012 va a ser un año difícil, político y económicamente; que las perspectivas no son buenas; que hay que tener mucha fe y fortaleza para superar las adversidades. Pero por encima de todo siempre están los mejores deseos: “Paz y prosperidad”

Recibiendo estas intenciones me encontré con el libro de José Antonio Marina Aprender a vivir; Marina es un autor que he citado varias veces en este año que termina, por ser un pensador profundo y ameno. La obra comienza con una pregunta: ¿qué es vivir bien?; para responderla se centra en la consecución de tres grandes metas u objetivos humanos: uno biológico: la salud; otro psicológico: la felicidad y el tercero ético: la dignidad. Examinémoslos brevemente.

 Es indudable que el hombre de hoy coloca por encima de todo a la salud; cosa lógica porque la enfermedad, genera sufrimiento, limita el bienestar y la capacidad de acción: farmacias, gimnasios, clínicas u hospitales abundan en nuestras ciudades. Ahora bien, ¿qué es la felicidad? Aquí nos encontramos con un concepto que “pareciera vago e irrealizable”: hay quien lo tienen todo y no es feliz y al contrario, quien teniendo poco está contento. Pero para no caer en el subjetivismo cito a Marina: “En este libro entendemos por felicidad la armoniosa realización de dos grandes motivaciones humanas: el bienestar y la ampliación de las posibilidades”… Bienestar económico, físico, psicológico y la posibilidad de crear, influir, explorar, cambiar de realidad etc.

La tercera meta u objetivo es la dignidad: el hombre necesita ser respetado como persona y esto implica –entre muchas otras cosas- que se le permita ser constructor y protagonista de su destino. Aquí juega papel importante la organización social que debe establecer las condiciones necesarias para que esté objetivo al igual que los dos anteriores pueda cumplirse cabalmente.

Estas breves ideas, recogidas de una propuesta para aprender a vivir, pueden servir para escribir la “tarjeta de navidad y año nuevo” de este espacio de opinión, y desearles a todos que: en el tiempo que se avecina gocen de la salud necesaria para la buena vida, sean felices con su quehacer en este mundo, y por encima de todo,  que sean considerados y respetados como personas humanas. Si esto se cumple podremos hablar de un feliz año. Twitter@zaqueoo








Personajes ejemplares



Epicteto, famoso filósofo estoico que nació esclavo en el año 55 d.C, decía que, una de las mejores maneras de elevar el carácter consiste en encontrar personajes ejemplares que valga la pena emular: “Todos llevamos dentro las semillas de la grandeza pero necesitamos una imagen como punto de referencia que pueda hacerla brotar”

En este inicio de año, si tomamos por bueno el consejo de Epicteto,  tendríamos que identificar a esos personajes que nos pueden “potenciar” como personas. La cosa no es difícil, en las bibliotecas tradicionales o en la “red”, sobran las bibliografías de grandes hombres que se han convertido en incuestionables ejemplos para la posteridad. Pero no es necesario consultar esas fuentes, porque  a nuestro lado hay muchas personas que han llevado una vida que perfectamente puede servir de modelo. Voy a referirme a dos casos concretos; dos sacerdotes: Ricardo Benedetti y Santiago Ollaquindia.

A Ricardo Benedetti no lo conocí personalmente. Me enteré después de su muerte que era párroco de Tumermo, pero su sacrificio en la tragedia del Aponwuao, siempre me ha  impresionado.  En compañía de la maestra Cruz Basanta  y sus seis hijos, tripulaba una canoa por el rio Aponwuao, para observar  la impresionante cascada  del mismo nombre que se ha convertido en un destino turístico obligatorio. Cuando regresaban, el motor de la embarcación falló y la corriente  la arrastró hacia la gigantesca catarata. Ante el peligro inminente, todos se lanzaron al agua y nadaron hacia la orilla; todos, menos el padre Benedetti, la maestra y el indígena que  operaba el motor; la razón: los niños no sabían nadar y no  podían abandonar la curiara. Antonio López Ortega, en la página web, wwwcomunidadandina, narra el episodio de manera impactante “Carlos le pide entonces al párroco que salte, que salve su vida, pero Benedetti ya ha  juntado sus palmas a modo de plegaria para encomendarse al Supremo.“No nadan –alcanza a balbucear–; los niños no nadan. Salte usted que mi salvación está con ellos”. Al día siguiente los periódicos reflejaron el hecho como una lamentable tragedia, pero la grandeza del sacrificio humano no ha sido sufrientemente destacada. Hoy, que tanto se pregona el valor de la solidaridad y el compromiso con los que sufren, es bueno recordar el ejemplo de estas personas que, no abandonaron a quienes estaban condenados a morir y compartieron su trágico destino.

Con el padre Santiago Ollaquindia tuve una relación más cercana. Fue mi maestro en bachillerato, brillante director del Cine Foro del Loyola y últimamente párroco de Nuestra señora de Cormoto en los Olivos. Una persona que,  además un carácter fuerte, tenía el don de la palabra, que siempre destacaba en sus clases y homilías. Pero con el tiempo se vio afectado por  una penosa enfermedad que mermaba considerablemente sus facultades físicas: comenzó a perder la vista, sus piernas se vieron seriamente afectadas y posteriormente tuvieron que amputárselas. A pesar de que su cuerpo no le respondía, su voluntad no se debilitó nunca y celebró misa hasta el último momento, sin atender a quienes le aconsejaban que se retirara a descansar. Asistí  una de sus últimas homilías  y creo que ni la pluma de Hemingway  hubiera podido crear una escena  donde se evidenciara  de tal forma la lucha de la voluntad  y la fortaleza del espíritu contra el deterioro del cuerpo y la debilidad humana:  no podía leer, casi no podía hablar, pero aun así celebró la misa. La semana pasada se le hizo un justo homenaje. En este tiempo que en que estamos tan acostumbrados a la comodidad y nos derrumbamos ante cualquier problema, el ejemplo de Ollaquindia nos recuerda esa vieja máxima: “No hay nada más poderoso –ni más grande-que una voluntad inquebrantable”.

Como dice la cita inicial, todos llevamos dentro  semillas de grandeza ¿Cuál es la que quieres hacer germinar? Si quieres crecer en solidaridad o fuerza de voluntad,  acércate a estos sencillos personajes que con su vida nos han dejado un gran ejemplo. twitter @zaqueoo