miércoles, 25 de abril de 2012

La vulnerabilidad de los ídolos: reflexiones sobre la tragedia del Barsa, el Madrid y el Titánic



Para los fanáticos al fútbol ha pasado algo incomprensible: el Barsa y el Real Madrid han quedado eliminados de la final de la Champion League. Esto puede entenderse en cualquier evento deportivo, pues los resultados no están garantizados de antemano y,  no siempre gana el mejor, pero lo increíble es la forma como estos súper equipos han quedado eliminados. En el momento preciso, fallaron los ídolos,  los que nunca fallan: Messi falló un penalti que resultó decisivo y Cristiano Ronaldo y Kaká, -dos balones de oro- fallaron en la  tanda decisiva de penaltis ante el Bayer. Increíble pero cierto.

En días pasados leí un interesante artículo sobre el hundimiento del Titánic, que le da un matiz diferente  a este mítico acontecimiento.  Según este texto que comento, el barco no se hundió por culpa impericia o negligencia de la tripulación o del capitán; no: se hundió, simple y llanamente, porque en la vida hay cosas imprevisibles e inevitables, así de sencillo. Lo malo es creerse  indestructible o invencible, porque esa condición no existe. La tragedia del  Titánic –según algunas versiones- fue inevitable, más allá de las culpas  que a estas alturas se quiera atribuir, y las derrotas en el futbol también lo son, cuando entran en juego todos eso elementos impredecibles que convierten a la incertidumbre en la sazón del juego.

Hoy, he observado a muchos amigos entristecidos por la derrotas de sus equipos. Pero ¿Qué ha pasado? Nada que normalmente no pueda ocurrir : perdieron, como todos pierden, de manera más o menos seguida en la vida. Pero la derrota más importante no la sufrió el Barcelona, el Real Madrid, Messi o  Cristiano, la sufrió la equivocada idea de que a estas alturas hay ídolos invencibles, que se comportan como Dioses  y nunca pueden fallar. Cuando la verdad  es que, todos en mayor o menor medida son profundamente humanos, contradictorios e impredecibles. Y eso, de una u otra forma, es lo que hace entretenida esta comedia que llamamos vida.   

martes, 24 de abril de 2012

El poder mortífero de los jueces


El tema del momento son las declaraciones del ex magistrado Eladio Aponte Aponte que en entrevista concedida a una periodista extranjera descalifica gravemente a la justicia venezolana, señalando que no hay separación de poderes y que las decisiones judiciales son constantemente manipuladas por razones políticas o económicas. Cada vez que ocurren acontecimientos de este tipo, que ponen en entredicho el ejercicio de la judicatura en Venezuela, quienes estamos involucrados en la enseñanza del derecho nos vemos obligados a fijar posición al respecto. Eso trataré de hacer en este artículo.

Lo que resalta en la declaración del ex magistrado Aponte es una serie de acciones anti éticas que ratifican esa vieja máxima: “es muy difícil ser un buen profesional y no ser una persona honesta”. Pero reducir el problema solo al aspecto moral, sin atender al rol que deben cumplir los jueces en la sociedad, es evadir su verdadera magnitud.

La deshonestidad afecta a todas las actividades de la vida humana, pero me atrevería a afirmar que, donde hace más daño es en la función judicial. Piero Calamandrei, ilustre jurista italiano, escribe un libro que en este momento debe ser lectura o (relectura) obligatoria en todas las escuelas de Derecho del país: El elogio de los jueces. En esta obra, el autor, con una prosa elegante y amena destaca la importancia del juez en la sociedad; voy a citar brevemente dos párrafos: “El juez tiene efectivamente, como el mago de la fábula, el sobrehumano poder de producir en el mundo del derecho las más monstruosas metamorfosis, y de dar a las sombras apariencia eterna de verdades” … “Por ello el Estado siente como esencial el problema de la elección de los jueces; porque sabe que les confía un poder mortífero que, mal empleado, puede convertir en justa la injusticia, obligar a la majestad de la ley a hacerse paladín de la sin razón e imprimir indeleblemente, sobre la cándida inocencia, el estigma sangriento que la confundirá para siempre con el delito”.

Sobre los hechos concretos que denuncia Aponte en su entrevista hay que esperar para emitir opinión porque la gravedad de los mismos obliga a asumir una actitud prudente, hasta que los involucrados contesten y se demuestre la veracidad o falsedad de lo denunciado.

Lo que puedo decir en este momento, es que el gobierno no ha cumplido con el mandato constitucional que obliga a la profesionalización de los jueces y a la creación de la especialización universitaria en carrera judicial (artículo 256 CN). Formar a un juez es mucho más que enseñar ciencia jurídica, no basta ser abogado, especialista, magíster o doctor, hay que dominar el difícil arte de discernir entre lo justo y lo injusto. Y esto no se aprende simplemente en los posgrados que tenemos en la actualidad o con los cursos que dicta la Escuela de la Magistratura.

Cuando oigo a los amantes del pesimismo decir que, en Venezuela no hay justicia, y que hay que cerrar las escuelas de Derecho porque son absolutamente inútiles, recuerdo nuevamente a Piero Calamandrei: “El derecho mientras nadie lo perturba resulta invisible como el aire que respiramos; inadvertido, como la salud cuyo valor conocemos cuando nos damos cuenta de haberla perdido”. En este sentido, del mismo modo que las facultades de Medicina deben trabajar en busca del remedio de las enfermedades del cuerpo, las escuelas de Derecho están llamadas a buscar la cura de los traumas de la justicia, formando a un juez que domine las tres competencias que requiere un hombre para juzgar a sus semejantes: (i) Excelencia profesional, esto es dominio de la ciencia jurídica; (ii) Honestidad a toda prueba, es decir, sólida formación en valores y compromiso con la justicia; (iii) Profundo conocimiento de la realidad social. En conclusión, un profesional que sepa administrar prudentemente el poder mortífero que se le entrega a los jueces, y que con su actuación, en vez de escandalizar, se gane la confianza y el respeto de los ciudadanos. 

@zaqueoo

martes, 17 de abril de 2012

La celebración de la división

El pasado 11 y 13 de abril el oficialismo celebró lo que considera un triunfo del pueblo sobre la oligarquía. Para unos, la fecha evoca momentos de alegría: la gesta en que Chávez salió del poder producto de un golpe de Estado y luego regresó triunfante; para otros, un momento de tristeza, porque se perdió un esfuerzo de la sociedad civil para enrumbar al país hacia un destino mejor. Es evidente que desde las posiciones particulares, los hechos tienen diferentes interpretaciones y consecuencias. Pero si hacemos un esfuerzo por evaluar la situación objetivamente, tomando en consideración la realidad en que estamos inmersos, no creo que haya mucho que celebrar.

Estamos metidos en un gran problema porque no se quiere aceptar que la división que se ha producido en la sociedad venezolana como consecuencia de la confrontación política es una terrible tragedia. Y lo más grave es insistir en ella y celebrarla. Me atrevería a hacer una comparación entre lo que pasa en el país, y lo que podría ocurrir en el seno de una familia dividida, cuando uno de sus miembros, en vez de arreglar los problemas que tiene con su hermano, decide hacer una fiesta para celebrar que hace tiempo que no le habla.

La situación que vivimos me hacer recordar aquellas frases de José Ortega y Gasset que decían: una persona que solo se define por ser “anti algo” en definitiva solo es una negación, no es nada; y quien solo se ocupa de construir cercas divisorias para separar su hacienda de la del vecino muchas veces se olvida de cultivar la tierra; hay que dedicarle más tiempo a construir que a dividir. 

Algunos especialistas en estrategia política consideran que, promover la reconciliación nacional es algo ingenuo y ridículo en estos tiempos en que lo más importante es controlar el poder. Pero hay cosas que realmente no tienen explicación coherente: he observado cómo se celebran muchos actos religiosos para pedir por la salud de Chávez; me uno a esa plegaria, por la salud del Presidente y de todas las personas que sufren penosas enfermedades, especialmente, de aquellas que no tienen recursos para enfrentarlas, porque son los que más necesitan a Dios. Es comprensible que en los momentos difíciles la gente se acerque a Cristo; no obstante, recordemos lo que dice el evangelio de Mateo, “si vas a presentar una ofrenda ante el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y vuelve a presentar tu ofrenda”.

En un foro realizado hace algunos días, dijo un expositor que si se analizan a fondo las ideas de los sectores que están políticamente enfrentados, se encontrarán más coincidencias que diferencias, por lo tanto es necesario sentarse a conversar. Creo que ese es el camino que en definitiva tendrá que tomar el país, porque la historia nos enseña que las divisiones no han producido nada bueno, y solo han prosperado los países que las han superado. 

Han pasado 10 años. Ojalá que en el futuro, el sentido común se imponga por encima de las pasiones y las apetencias individuales, y esta odiosa división que estamos viviendo desaparezca. Entonces, tendremos verdaderos motivos para celebrar. 

@zaqueoo

martes, 10 de abril de 2012

Vacaciones con Thoreau


Este año decidí pasar las vacaciones de Semana Santa de una manera diferente sin las penurias que causan los viajes en esta temporada. Por lo tanto, me quedé tranquilamente en casa, leyendo, oyendo música y viendo viejas películas. La llegada de los días de asueto coincidió con la expiración del lapso para pagar el Impuesto Sobre la Renta, cosa que fue destacada de manera insistente por el Seniat a través de los medios de comunicación tradicionales o las redes sociales. En forma casual, al revisar mi biblioteca, me encontré con el libro Desobediencia Civil de Henry D. Thoreau, el polémico escritor norteamericano que fue llevado a prisión por negarse a pagarle impuestos a un gobierno que, a su juicio, se comportaba de manera inmoral.

Clifton Fadiman y John S. Major, en su libro Un plan de lectura para toda la vida, consideran que este yanqui raro, ermitaño e individualista, es quizás el más estadounidense de todos los escritores, y también el más inmortal. Pero ¿Quién era Thoreau? Siguiendo el análisis de Fadiman y Major se puede decir que, era un personaje inconforme y sencillo, que se retiró a vivir contracorriente en una cabaña que él mismo construyó. Decía que no quería perder el tiempo ganando dinero, porque no iba a hacer lo que la sociedad le dictara, sino lo que él quería. Muchos lo consideran un hombre peligroso; era un verdadero radical que rechazaba la alienación de los gobiernos sobre los ciudadanos. Se negaba a amoldarse y solo quería vivir a su manera.

Pasaba los días santos releyendo a Thoreau, cuando me enteré de la terrible noticia del jubilado griego que se suicidó ante la imposibilidad de hacer frente a sus obligaciones: “Dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego hubiera cogido un kalashnikov, yo le habría seguido), no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna antes de tener que rebuscar comida entre la basura para poder subsistir”. Así decía la nota dejada por Dimitris Christoulas, un farmacéutico de 77 años de edad. ¿Cómo calificar a una sociedad donde ocurren estas cosas? Noticas como ésta pareciera que le dan la razón a Thoreau, que decía: “La mayor parte de los hombres llevan una vida de callada desesperación”. Su filosofía libertaria y radical se resumía en una palabra “simplificar”: Vivir sencillamente con la naturaleza, es el verdadero sentido de la existencia humana.

Las ideas de Thoreau tienen gran influencia en los movimientos de desobediencia civil. Como dije anteriormente, su ideología es polémica y radical, y su paradigma de vida no es compatible con el de este tiempo. Pero hay que revisar el sistema, porque pareciera que el precio que tienen que pagar las sociedades humanas por el progreso es muy alto. Hay que procurar que “la carga de la vida” no sea tan pesada para el hombre actual. Los problemas son cada día mayores, y las tragedias como la del farmacéutico griego se repiten más a menudo. No creo en soluciones extremistas o radicales, pero hay que hacer algo, no se puede mantener una postura acomodaticia ante situaciones como las que estamos viviendo.

Pasar las vacaciones leyendo a Thoreau en medio de la globalización del Twitter fue una experiencia interesante, porque a pesar de todo, su polémica vida deja grandes enseñanzas. Para Henry Miller, estamos hablando de un personaje excepcional; uno de esos hombres que son necesarios para que los seres humanos no tengan que sufrir tanto para poder vivir.

@zaqueoo

sábado, 7 de abril de 2012

Las cosas absurdas del progreso




El mito del progreso, sostiene que la sociedad humana no evoluciona, se produce un indiscutible desarrollo en el campo científico, pero las relaciones humanas se mantienen iguales o peores. Las primeras horas de este Sábado de Gloria, se las dediqué a una de mis actividades favoritas para ejercitar la salud física y espiritual: caminar por el parque La Llovizna. El lugar estaba lleno de gente que le daba un ambiente festivo y agradable: unos trotaban, otros caminaban o hacían ejercicios en el gimnasio recientemente instalado, y otros simplemente paseaba o contemplaban la naturaleza. Disfrutando de todo esto, me llamó la atención la presencia de numeroso uniformados de la Guardia Nacional,  desplegados para garantizar la seguridad de los visitantes; entonces me acordé del mito del progresos, más bien, de las cosa absurdas que  a veces produce.

Visitar el parque La Llovizna era una de las excursiones favoritas de los habitantes de la recién fundada Ciudad Guayana a principios de los años 60.  Desde Puerto Ordaz era un viaje: había que tomar la vía de San Félix y luego la carretera hacia El Pao,  para entrar por el campamento de Edelca;  además,  se necesitaba sacar un pase en la alcabala que estaba  en la entrada de Macagua, porque no había libre acceso como hoy. El acontecimiento más recordado de aquella época, fue la tragedia de los maestros, tristemente recordada como La Tragedia de la Llovizna.

La Llovizna de aquel entonces no era el hermoso parque de hoy. Era un lugar decorado por la naturaleza, seco en verano y verde en invierno. Lo mismo pasaba con sus cascadas; todavía recuerdo el ruido que producía la fuerza del agua cuando el rio estaba lleno. Había una hermosa piscina natural, donde los visitantes podían hacer comidas y bañarse, e inclusive muchos colegios la utilizaban para retiros y excursiones. Pero sobre todo, era el reino de la paz y tranquilidad.

La construcción de La Llovizna de hoy vino después: se le debe  al señor Mendoza, a quien le dedicaré una crónica especial en otra oportunidad. En efecto, todo lo que hoy disfrutamos es producto de esa metáfora Guayanesa de Pedro Berroeta “La mano de Dios junto a la mano del hombre, así es Guayana”  Pero lo que se ganó por una parte, se perdió por otra. Como dije anteriormente, ayer era el reino de la belleza y la tranquilidad,  hoy es más hermoso, pero la gobernación tuvo que meter a la Guardia Nacional en el parque, porque la maldad humana amenaza con convertirlo en un sitio inseguro. Mientras que ayer había que estar atento, porque del bosque podía saltar un chigüire, un venado o un váquiro, hoy aparecen unos individuos que pistola en mano atracan a los visitantes. Sencillamente ¡trágico!

Estos son los absurdos del progreso: en la medida en que mejoramos las cosas, nuestras relaciones empeoran y la vida se hace más complicada. Se construye y mejora un hermoso parque, pero paradójicamente se atrae a la delincuencia. Parece que hay males que la ciencia no puede remediar y demonios que no se pueden evitar.

jueves, 5 de abril de 2012

El Juicio a Jesús de Nazaret


El juicio a Jesús  de Nazaret es uno de los acontecimientos más investigados de la historia universal. De su importante figura se ha ocupado la teología, la filosofía, la política, el arte y en general toda disciplina que estudie lo humano o lo divino. Ahora bien, en el caso específico de quienes estamos relacionados con el derecho, no encontramos claridad en las narraciones evangélicas,  como para hallar las razones jurídicas  de una condena tan tormentosa como la crucifixión.  En este sentido, Alexander Demant, en su libro Los Grandes Procesos de la Historia,  presenta un análisis jurídico, donde concluye que, Jesús fue condenado por comportamiento contumaz ante un gobernador romano, y la crucifixión fue una especie de “desviación de poder” por conveniencia política.

En el libro de Demant, se dice que Jesús incurre en contumacia, que era una falta que cometía el acusado cuando callaba ante las preguntas del Juez. En esos casos, el procedimiento criminal se convertía en disciplinario. Esta tesis, a juicio de los investigadores que la plantean, se refirma por tres razones: 1ª En los evangelios no se menciona en concreto una sentencia de muerte, porque no hubo sentencia en el proceso criminal, sino un proceso disciplinario. 2ª Otro argumento a favor de la condena por contumacia, es la rapidez del proceso: según Marcos Jesús es conducido ante Pilato  hacia la seis y crucificado a la hora tercia: un juicio criminal tenía que haber durado mucho más. 3ª La posibilidad de indultar a Jesús, apelando a la liberación de un preso por las fiestas, solo se podía aplicar a quienes ya  estaban condenados, y no a quienes todavía estaban sometidos a juicio criminal.

Ahora bien, esta contumacia o castigo disciplinario,  podía ser corregida con unos azotes u otra pena menor; ¿por qué la crucifixión? Cuando se aborda este tema, la investigación de Demant, pasa del análisis jurídico al político. “Jesús se enfrenta a la fuerza del Estado y esto no se paga simplemente con unos azotes”. Jesús resultaba incómodo para un sector de la sociedad que era importante para la gobernabilidad de Judea.  Pilato, que  no era torpe y débil, sino un político astuto, así lo entendió. Por eso  cede desde el principio a los sumos sacerdotes, porque no valía la pena enemistarse con ellos por un extranjero Galileo.

En conclusión, para el análisis que citamos, la crucifixión fue una medida política, oculta detrás del juicio y la condena.  Aquí caemos en el meollo de la cuestión: independientemente  de las razones jurídicas, casi siempre, al lado de una gran injusticia, está metida la mano del poder y especialmente del poder político. Los ejemplos se repiten a través de la historia. Soy consciente, de que  la pasión y muerte de Jesús es algo demasiado importante como para reducirla una interpretación jurídica o política, pero también la considero como una constante exhortación que no se puede ignorar. La imagen del Calvario recoge en toda su plenitud, la tragedia de la injusticia humana; no la veamos como un episodio de ayer, sino como una asignatura pendiente del hombre de hoy. En las homilías se repite constantemente una oración que no pierde vigencia: “No seamos cómplices con nuestra colaboración o nuestro silencio, de la condena y sufrimiento de personas inocentes”. @zaqueoo

martes, 3 de abril de 2012

El drama de Lorenzo, o la tragedia de un morrocoy




Lorenzo era un morrocoy que le regalaron a Patricia en uno de sus cumpleaños infantiles. Se lo entregaron limpiecito y brillante, con lazo, nombre y pedigrí. Desde ese momento,  pasó a formar parte de la familia. Compartía las costumbres humanas con las “morrocoyeras“: Caminaba todo el patio, comía grama, se “encuevaba “  y desaparecía por un tiempo y cuando pensaban que se había perdido aparecía como si nada; salía recibir  a los visitantes y cuando veía a Patricia, andaba detrás de ella “A paso de morrocoy”. Se puede decir que era una mascota excelente, que cumplía a cabalidad su oficio: trasmitir alegría a la monotonía hogareña.

Pero el destino de Lorenzo cambió violentamente. Un día la familia recibió la vista de  unos amigos que estaba de paso por la ciudad. Se armó una tertulia alrededor de un café y en ese momento apareció Lorenzo con su simpático caminar. Pero esta vez no fue bien recibido: ¡Ustedes tiene un Morrocoy! Exclamó asombrada una encopetada señora, ¡Eso es pavosísimo, ese animal trae ruina y desgracia! Y acto seguido, empezó a narrar las tragedias que según su experiencia habían sufrido las personas que adoptan a estos animales.

Desde ese ingrato momento, el destino de Lorenzo cambió;  lo veían con desconfianza,  y si algo salía mal lo relacionaban con sus movimientos y apariciones: el afecto se fue perdiendo, hasta que un día decidieron mandarlo al fundo de un amigo que está por la vía de Upata; allí  dejó de ser Lorenzo,  para convertirse en otro morrocoy más,  entre los que  están condenados a terminar su existencia en  los pasteles de Semana Santa.

El drama de Lorenzo es el mismo que sufren muchas personas, e inclusive pueblos enteros, que  son víctima de uno de los peores males que agobian a la humanidad: la superstición y la ignorancia.

domingo, 1 de abril de 2012

La participación social como ejercicio de ciudadanía



José Carlos Blanco Rodríguez

Resumen

Con motivo de la decimosegunda edición del Foro Guayana Sustentable la Universidad Católica Andrés Bello de Guayana  ha organizado un importante  encuentro de organizaciones sociales. Se trata de un evento que pretende reunir a diferentes actores  de la vida social para que compartan sus experiencias y hagan propuestas para el mejoramiento del quehacer comunitario. Entre los diferentes temas que forman la programación, nos ha tocado disertar sobre la participación social, una actividad  que constituye un ideal de toda sociedad democrática.

En el presente trabajo, presentaremos algunas reflexiones sobre el ejercicio de la ciudadanía y las formas de participación social, porque es muy difícil hablar de ella y no referirse a sus actores, los ciudadanos; Igualmente, es difícil hablar de ciudadanía y no mencionar la participación social. La vieja idea de que,  se puede ser un buen ciudadano cumpliendo la ley, sin meterse con nadie pero sin participar en nada hoy  es insostenible, la ciudadanía se construye con compromiso y participación.

Los avances logrados en materia de participación social son indiscutibles, pero falta mucho por  andar.  Existen obstáculos que no permiten alcanzar los niveles deseados. Queremos destacar que todo extremo es malo, lo importante es potenciar toda  actividad que trabaje en pro de los fines trascendentes de la sociedad, como son,  bien común y el respeto a la dignidad de la persona humana.  A esto dedicaremos las siguientes líneas.

Palabras claves: participación, ciudadanía, bien común.


Introducción

Decir que la participación social es una necesidad en las sociedades de este tiempo, no es nada nuevo, bastante se ha escrito y dicho al respecto. No obstante, hay que insistir, porque es muy difícil que la vida compartida se desarrolle sin la colaboración de todos. En comunidades primitivas, o en algunas formas de vida campestre, no urbana, es posible que sus miembros puedan vivir sin necesidad de involucrase en el destino de la vida pública, pero la complejidad de la sociedad actual no lo permite; su desarrollo requiere de la participación de todos sus miembros.

Sobre la participación social se pueden citar diferentes opiniones. La doctrina social de la iglesia católica considera que la participación es un derecho humano; dice la encíclica Pacem in Terris: “Añádase a lo dicho que con la dignidad de la persona humana concuerda el derecho a tomar parte activa en la vida pública y contribuir con el bien común”. Por otro lado la Octogésima Adveniens señala “El paso al campo de la política expresa también una exigencia actual del hombre: mayor participación en las responsabilidades y en las decisiones”. (Ocho Grandes Mensajes BAC 1975).

Por otro lado, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela incluye a la participación social dentro de los derechos políticos, y además, la considera un elemento importante para el desarrollo de las principales funciones públicas. Históricamente, la participación social es producto de un conjunto de conquistas morales que engrandecen la historia del hombre. De ser una necesidad ética,  pasó a ser un derecho humano, que hoy reconocen la mayoría de las constituciones del mundo. Es el producto del progreso en la construcción de la dignidad de la persona, un indiscutible avance ciudadano; del súbdito gobernado que se limitaba a obedecer, se produce toda una evolución a un ciudadano informado, crítico y activo que opina y se involucra en las grandes  decisiones. 

Así pues, el derecho a la participación debe considerarse como algo que debe defenderse y ejercerse. Pero este proceso no ha terminado,  todavía falta mucho; si bien nos encontramos con numerosas formas de participación social, todavía abunda la apatía, el desconocimiento y hasta la desconfianza sobre este indudable valor social.

Considerando que la participación social es el instrumento necesario para construir una sociedad solidaria, creemos que esta no se alcanza si no se construye una verdadera ciudadanía. En consecuencia, es importante destacar que,  la participación no es un fin en sí misma, ni debe manipularse por intereses políticos, más bien es el camino para construir y mantener la sociedad deseada; una sociedad civil democrática no puede existir, sin hombres comprometidos con las tareas que hay que realizar para alcanzar esta meta.

Queremos resaltar que sin verdaderos ciudadanos la participación social es una ilusión. Por razones de espacio, el análisis no puede ser exhaustivo, por lo tanto, en la primera parte se analizará la influencia de los intereses particulares en las formas de participación social, en la segunda se revisará la regulación constitucional y la experiencia de su aplicación, en la tercera el perfil del ciudadano; terminaremos con una breve conclusión al respecto.

1 - La participación social y los intereses particulares

Uno de los problemas con que nos encontramos, al tratar de sensibiliza a la gente para que participe en los asuntos sociales, es la equivocada idea de que ésta, solo está referida a las acciones altruistas, es decir, a aquellas que se realizan en forma desinteresada y sin esperar nada a cambio,  como un acto de beneficencia. Para aclarar esto debemos hacer algunas precisiones sobre la esencia de la participación social.

Desde una visión general se puede definir la participación social como las actividades que realizan los ciudadanos para involucrarse en los asuntos públicos. De una manera más concreta, puede considerase como el conjunto de acciones  realizadas por individuos o grupos de personas, que se organizan para  atender los intereses de un colectivo o de la sociedad en general. El grado de participación varía de acuerdo al interés y el compromiso, que  puede ir desde el simple cumplimiento de la ley, hasta la posición altruista que está decidida al sacrifico con tal de que se cumplan los más elevados fines sociales.  Aquí nos encontramos con un aspecto polémico: ¿Qué es lo que motiva al ciudadano a participar en los asuntos públicos? Puede ser el compromiso con el interés general o dicho de otra manera, el espíritu de colaboración con el bien común, o puede ser la conveniencia individual de que las cosas funcionen para poder beneficiarse de ellas.

Decir que la participación social es la forma como el ciudadano colabora en la construcción del bien común, puede resultar confusa si no se hacen algunas precisiones al respecto. Uno de los críticos más agudos del bien común es Alf Ross. Este sostiene que no existe un interés general o bien común, tal y como se expresa en el párrafo anterior, ya que depende de preferencias subjetivas de grupos o de personas. Para demostrar esto, propone el ejemplo de los dos prisioneros que quieren huir de una cárcel, para lo cual pueden darse tres supuestos: 1 - Que cada uno pueda lograrlo sin necesidad de recurrir al otro; 2 - Que para conseguirlo sea precisa la mutua colaboración; 3 - Que cada uno de ellos estime que el éxito de su cooperación para la huida será completo si se alcanza la libertad de ambos.

En el primer caso nos hallamos ante intereses coincidentes que suponen la  concurrencia de dos o más personas. En el segundo, caso se dan intereses conexos, aquellos que para su satisfacción exigen la mutua colaboración de quieres quieren alcanzarlos; solo en el tercer supuesto puede hablarse en propiedad de intereses comunes, que implican relaciones altruistas e impulsos desinteresados de ayuda mutua entre quienes desean conseguirlos.  Para Ross en las circunstancias de la vida real, los intereses coincidentes o conexos responden a situaciones de hecho, mientras que el bien común, es un valor que no se da espontáneamente en la convivencia sino que exige un clima de solidaridad colectiva y un compromiso social constructivo. (Ross A. 1958)

Si aplicamos el ejemplo de Ross a nuestra sociedad, debemos concluir que en ella se pueden encontrar las tres situaciones; hay personas que pretenden vivir y resolver sus problema sin contar con los demás; otros entienden que solo colaborando entre sí, pueden beneficiarse individualmente, y otros, lamentablemente la minoría, consideran que lo ideal sería que todos alcanzaran  el estado de bienestar, cosa que al citado autor le parece utopía.

Esta forma de comportamiento lo podemos verificar en nuestra vida diaria en el tráfico vehicular, específicamente cuando falla un semáforo. Allí nos vamos a encontrar que habrá conductores que tratarán de pasar de cualquier manera sin importa las consecuencias de su acción; otros cederán el paso y pedirán que después se lo cedan a ellos, y por último,  puede encontrarse también, el que considera que,  si alguien no se baja del carro para dirigir el tráfico, el problema no se resolverá y se pueden producir accidentes.

Sin negar de manera absoluta la presencia del altruismo en la sociedad, hay que reconocer que en muchas ocasiones, en el fondo de la acción social está el beneficio de un interés particular. El ciudadano es consciente de que la única forma de garantizar su interés individual, es que el de la mayoría también esté garantizado. Eso es lógico y no criticable, lo malo es pretender disfrazar o ignorar las verdaderas intenciones bajo el manto de un altruismo que, muchas veces es inexistente. Lo deseable sería que la actividad social se realice de manera desinteresada, pero rechazarla  o satanizarla cuando al lado del beneficio colectivo también se persigue un bienestar individual es un error.

2- La participación  como hecho político

Otro problema con que tropieza la sensibilización para la participación es identificarla absolutamente con una acción política, o peor aún, con un acto político partidista. El problema empieza con la interpretación que se hace de la forma como está regulada la participación social en la constitución. Esta considera que es el proceso mediante el cual la ciudadanía interviene individual o colectivamente, en las instancias de toma de decisiones sobre asuntos públicos que le afectan en lo político, económico y social.  En la página de la asamblea nacional se hace un llamado a la participación donde  se resalta que “con tu protagonismo, en el marco de una concepción  de Estado Democrático, puedes alcanzar tu desarrollo integral, tanto individual como colectivo, en la comunidad donde convives” (www.asambleanacional.gov.es).


Se puede considerar que la norma rectora en materia de participación es el artículo N° 62 que reza: “Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas. La participación del pueblo en la formación, ejecución y control de la gestión pública es el medio necesario para lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto individual como colectivo. Es obligación del Estado y deber de la sociedad facilitar la generación de las condiciones más favorables para su práctica.” (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela  2000)

 Además de las normas anteriormente citadas, la constitución establece la posibilidad de que los ciudadanos actúen en muchos casos concretos. Solo a título de información y a los  efectos de destacar la amplia gama de opciones de participación que ofrece la constitución, paso a indicar algunas normas constitucionales  que permiten la participación ciudadana en materias  como: Provisión de la seguridad ciudadana (Art.55); Políticas de salud (Art.83); Seguridad social (Art.86); Educación ciudadana; En la vida política, civil y comunitaria (Art.132); Manejo de la administración pública (Art. 141); Iniciativa legislativa (Art. 204 y 205); Selección de jueces de paz y magistrados del tribunal supremo de justicia (Art.255 y 264); Comité de Postulaciones Judiciales (Art. 270); Comité de Evaluaciones del Poder Ciudadano (Art. 279); En el Poder Electoral (Art. 294); Restablecimiento de la vigencia de la Constitución (Art. 333), Enmienda Constitucional, (Art. 341), Reforma Constitucional (Art. 342); Asamblea Nacional Constituyente (Art. 347), Para desconocer cualquier régimen autoritario y violador de los derechos humanos (Art. 350).

No hay dudas de que el texto constitucional  reconoce y permite la participación de los ciudadanos en la vida pública; esto ha producido un incremento importante de la actividad social, tanto en lo colectivo como en lo individual, pero hay que llamar  la atención sobre actitudes negativas, propiciadas principalmente por algunas personan que paradójicamente están encargadas de fomentar la participación.

La primera de estas actitudes negativas se manifiesta por la exigencia de que la participación solo se realice involucrándose en organizaciones oficiales; por ejemplo  ejemplo: en el año 2007, se produjo un deslave en la población de Playa Colorada estado Sucre, que dejó un importante número de damnificados. Los organismos gubernamentales acudieron a ayudarlos y paralelamente, un grupo de vecinos se organizó para hacerlo, recibiendo un llamado de atención: “Todo debería canalizarse, por medio de los consejos comunales del gobierno” Esto no es lo que dice la constitución, ni es lo más conveniente para fomentar la participación social.

Pero además de lo anterior, hay otra forma de interpretar la participación social, que ahuyenta a la ciudadanía: la participación social solo debe entenderse como un acto de colaboración con el gobierno; no se acepta la participación para cuestionar el ejercicio de la función pública; expresarse en contra de los funcionarios públicos es algo inaceptable y desestabilizador. Esta es otra forma equivocada y a veces mal intencionada de interpretar la participación, la crítica constructiva a la forma como se ejercen los cargos públicos es algo necesario

Debemos  concluir que,  la participación es obviamente un acto político que se orienta a favor de los intereses de la comunidad, pero no solo es eso,  es toda actuación de la ciudadanía, que en forma conjunta o individual, trabaje por mejorar la vida de una colectividad. Por lo tanto, reducirla a una actividad exclusivamente política es ignorar la totalidad de su dimensión.

3 - La ciudadanía y la participación

En los capítulos anteriores, nos hemos referido a dos problemas: entender la participación social solo como acto altruista  o reducirla al activismo político. Ahora nos vamos dedicar a algo que consideramos la verdadera esencia de la participación: la ciudadanía. En efecto, la participación no es otra cosa que un acto de acción ciudadana; inclusive, en muchas ocasiones se utiliza el nombre de participación ciudadana  para hacer referencia a la participación social. no vamos a teorizar sobre esto, analizaremos lo que debe entenderse como un buen ciudadano a la luz de la participación social.; más que exponer un concepto voy a referirme a lo que debe hacer una persona para considerarse como buen ciudadano. En términos generales el buen ciudadano, es una persona comprometida con lo público; la negación de la ciudadanía es la apatía y la indiferencia. El filósofo José Gregorio Peces Barbas, presenta un interesante perfil de lo que se puede considerar como un ciudadano:

·          “El ciudadano es la persona que vive en una sociedad abierta y democrática. En las sociedades cerradas y autoritarias viven súbditos”
·          “Acepta los valores, los principios, la dignidad de todos y los derechos humanos, y participa de la vida política y social”
·         “Rechaza el odio y la dialéctica amigo-enemigo y se relaciona con los demás desde la amistad cívica”
·         “Distingue la ética privada de la pública, que es la propia de la acción política y que fija los objetivos del poder y de su Derecho y la libre acción social”.
·         “En el tema religioso es comprensivo y respetuoso; puede ser creyente o no creyente y defiende la iglesia libre, separada del Estado libre”.
·         “En relación con el derecho debe ser un fiel defensor y cumplidor de los deberes legales Es respetuoso con la ley, tolerante, libre de discrepar desde las reglas de juego de la Constitución y desde la aceptación del principio de las mayorías”.
·         “La condición de ciudadano se fortalece con la educación y es una responsabilidad central del Estado y de la sociedad”. (www.fundacionciudadania.es)


La idea de ciudadanía de Peces Barba, abarca las diferentes formas de relación entre el individuo y la comunidad: desde el ejercicio de la democracia, pasando por la acción política, la religión el derecho etc. La ciudadanía es una condición que se adquiere desde el momento en que la persona que habita en una sociedad, toma conciencia del valor de lo público. Cuando se supera la idea de que lo único que vale es el hogar privado y se valora y defiende el hogar común, en ese momento se obtiene el “titulo de ciudadano”, o persona respetuosa y comprometida con lo social. 

Conclusión

¿De qué hablamos cuando hablamos de participación social? Simplemente, de una de las formas de ejercer la ciudadanía en la construcción del bien común. Comenzamos  tratando de hacer algunas precisiones sobre lo que, a nuestro juicio, son confusiones perjudiciales a cerca de lo que debe considerarse como el derecho a la participación; no negamos  que el ejercicio de la participación guarda relación principal con el altruismo  y  la política, pero reducirlo a eso no es conveniente. Hay personas que trabajan  en la solución de grandes problemas sociales, movidos a la vez por la intención de  satisfacer intereses individuales; tampoco es bueno pretender reducir la participación a acciones de grupos o asociaciones: muchas personas trabaja en forma individual y silenciosa  para la construcción de una sociedad justa y solidaria.

Por otro lado, la participación es un derecho y al mismo tiempo un deber; al ser un derecho, a nadie se le puede impedir que participe en los asuntos públicos, ni se puede pretender controlarla desde el poder; al ser un deber nadie puede mostrarse indiferente ante los problemas de la colectividad, participar es obligatorio. La participación, como ejercicio de la ciudadanía tiene sus grados, desde el nivel más bajo que  es el simple acatamiento de las leyes, pasando por la intervención de los asuntos vecinales o comunales, o el activismo político, para terminar en las más elevadas acciones de ayuda a los necesitados; son diferentes espacios y diferentes opciones, todas  orientadas a ese ideal que es el bien común que a juicio de la doctrina social de la iglesia debe entenderse como: “Todo un conjunto de condiciones sociales que permitan a los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia perfección” Este debe ser el objetivo final de la participación social.

Ciudad Guayana marzo de 2012


Referencias electrónicas y bibliográficas

Ocho Grandes mensajes BAC 1975

Ross Alf Sobre el derecho y la justicia 1958

Constitución de la república Bolivariana de Venezuela 2000