martes, 21 de enero de 2014

Conversaciones sobre la grasa


Definitivamente, los valores han cambiado: en el pasado la mayor preocupación del hombre era el pecado ahora es la obesidad; ayer, tener fama de mala persona era lo peor que le podía pasar a alguien, hoy eso no es importante en el ámbito social: los buenos y los malos están igualados, el problema es la gordura que amenaza terriblemente  la calidad de vida.

El sábado, en mi caminata mañanera por el parque La Llovizna, pude apreciar que las “conversaciones sobre la grasa” desplazaron abiertamente a las disertaciones políticas. Cruzándome con los circunstantes, pude escuchar parcialmente algunas pláticas; todas giraban sobre el mismo tema: una  señora trataba de convencer a otra, sobre lo efectivo que resulta tomar un vaso de agua en ayunas para disminuir la grasa corporal; un joven pasado de peso le decía a sus compañeros que tenía que quitarse de encima “el mantequero que le guindaba por todas partes”; otros señores que debían estar doblando los sesenta, reflexionaban sobre lo dañino de la cerveza para la curva de la felicidad (barriga). En fin, pareciera que el demonio que amenaza sus vidas en este tiempo es la grasa.

Es indiscutible que, el hombre de hoy está muy informado sobre la buena alimentación y eso es bueno para la salud. Pero hay que evitar que  la obsesión por la forma de alimentarse se convierta en una especie de religión que no deja ver otra cosa: perderse la belleza del amanecer  en el parque por estar pendientes de la grasa es algo imperdonable.  
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