sábado, 24 de diciembre de 2016

Por qué soy cristiano: mensaje de Navidad


A veces es necesario alejarse de las cosas para poder verlas mejor. Atrapados en las dinámicas que impone la realidad,  estamos como el náufrago que trata de asirse a la tabla de salvación sin apreciar las aguas del mar donde flota peligrosamente.

Caminando la Navidad lejos de mi entorno,  con las libertades  que produce la soledad y viendo luces y celebraciones ajenas, me pregunto¿Que sentido tiene todo esto?¿Que significado tiene el nacimiento de Jesus? ¿Por qué decimos que somos cristianos?

Creo que la mejor respuesta a esta pregunta la da el filósofo Jose Antonio Marina: “Jesús proporciona una interpretación de Dios, de la dimensión divina de la realidad, que encaja perfectamente con mi modo de entender el mundo, y que puedo por lo tanto acoger . Dice que al Absoluto no se le puede conocer pero se puede realizar. Esto resulta iluminador. Dios es acción creadora (bondadosa) y quien realiza esa creación participa de Dios, colabora con Él, se convierte en su providencia y ayuda a la implantación del reino… Además, propone un método: “Buscar la justicia es buscar a Dios...  Jesús hizo una promesa: El bien acabará triunfando sobre el mal y sobre la muerte”

En conclusión,  ser cristiano es una manera de existir,  tratando de ser mejores cada día, para aportar aunque sea una pequeña contribución a la construcción del Reino de Dios, que es la justicia y la paz


Feliz Navidad a todos,  con la esperanza de que la promesa de Jesus se cumplirá.

martes, 22 de marzo de 2016

Tinieblas de ayer y hoy

Le gente vive atemorizada: lo que ayer se toleraba y a veces hasta se disfrutaba hoy produce pánico. Los cortes imprevistos de energía eléctrica siempre causaron irritación y mal humor, porque lógicamente, verse privado súbitamente de un servicio indispensable no es nada agradable, pero ahora, cuando se va la luz, especialmente de noche, las reacciones de la gente son desproporcionadas.

Hace algunos años se celebraba una misa nocturna en Los Olivos con la participación de La coral de Larry Salinas. De repente, cuando interpretaba una melodía de Il Divo, se fue la luz, y en medio de la oscuridad la melodía sonaba más intensamente. Nadie se movió y la celebración continuó alumbrada tenuemente por las velas del altar. El domingo pasado, se celebraba la misa del Domingo de Ramos, aproximadamente a las 7 pm, se fue la luz y todo quedó a oscuras, inmediatamente la gente comenzó a salir corriendo y en menos de 10 minutos no quedo nadie en el lugar.

Esta anécdota puede servirnos para enfrenta la realidad que vivimos: estamos en medio de la peor oscuridad que afecta la vida: el miedo

viernes, 5 de febrero de 2016

Tecnología, velocidad y destino


El jesuita Anthony de Mello, fallecido el 1 de junio de 1987, se hizo famoso por sus anécdotas y enseñanzas espirituales. En su obra póstuma, Un Minuto Para el Absurdo, utilizando  su pluma tan peculiar, advierte sobre los peligros de la tecnología para el hombre.

Cuenta que: “Le preguntaron al maestro, qué pensaba él de los avances de la tecnología moderna. Y esta fue su respuesta: un profesor bastante distraído llegaba tarde a dar clase. Saltó dentro de un taxi y gritó: ¡De prisa!, ¡A toda velocidad! Mientras el taxista cumplía la orden,  el profesor cayó en la cuenta de que no le había dicho adónde tenía que ir. De modo que volvió a gritarle ¿Sabe usted adonde quiero ir? No señor, dijo el taxista, pero conduzco lo más rápido que puedo”.

La reflexión de Anthony de Mello se produce hace 30 años.  No conoció, por tanto, los avances de la tecnología actual, ni los efectos que produce en el hombre de hoy. Sería absurdo negar los beneficios del progreso, pero al igual que ayer, ahora también surgen voces autorizadas que nos advierten sobre los problemas del uso incontrolado de la tecnología.

Dice Mario Vargas Llosa, “No es verdad que el internet es solo una herramienta. Es un utensilio que pasa a ser una prolongación de nuestro propio cuerpo, de nuestro propio cerebro, el que, también de una manera discreta, se va adaptando poco a poco a ese nuevo sistema de informarse y de pensar, renunciando a las funciones que ese sistema hace por él”.

Otro estudioso de lo que se ha considerado el mal uso de la tecnología, Erik van Nimwegen, dedujo luego de uno de sus experimentos que confiar a los ordenadores la solución de todos los problemas cognitivos “reduce la capacidad de nuestros cerebros para construir estructuras estables de conocimientos”.

A pesar de las críticas que puedan hacerse, nuestra cotidianidad está invadida por la tecnología que se ha convertido en una especie de extensión corporal,  que permite ver u oír sin límites y obtener respuestas  inmediatas a cualquier pregunta: Google no titubea cuando responde.

Los sistemas y la planificación pretenden minimizar los riesgos de la incertidumbre. Operativamente estamos  muy bien, pero se corre el peligro de que la inteligencia humana sea sustituida por la inteligencia artificial; hay que saber usar la tecnología, porque como decía  el citado Nimwegen, si nos entregamos ciegamente en manos de ella, “cuanto más inteligentes sean nuestros ordenadores más tontos seremos nosotros”.

Estamos comenzando un nuevo año que se presenta complicado. Vamos a necesitar que la luz del entendimiento nos oriente en medio de la oscuridad del camino. Pero hay que evitar que la tecnología nos narcotice. Visitando el mundo virtual de las redes sociales, me da la impresión de que estamos igual que el taxista de Anthony de Mello: manejamos bien y vamos muy rápido, pero no sabemos adónde vamos, ni cual será nuestro destino.










martes, 12 de enero de 2016

Beisbol, marxismo y capitalismo



Saliendo de la misa dominical del bautismo de Jesús,  y ante el resultado del juego donde Magallanes elimina al Caracas, los conocidos hacían una encuesta para pulsar emociones ¿Tu que eres caraquista o magallanero? Tenían el  convencimiento de que las únicas opciones de alegrías o tristezas domingueras eran esas aficiones y pasiones. Inmediatamente reivindiqué mi derecho a la disidencia,  manifestando que formo parte de la ilustración beisbolera de los años 70: los Tiburones de la Guaira.
Mi simpatía hacia la Guaira comenzó cuando estudiaba primaria en Fe y Alegría de Castillito, con los éxitos de Luis Aparicio.  En secundaria, cuando tuve que elegir  entre la soberbia de caraquistas y magallaneros,  y la alegría guaireña de Musiú Lacavalerie  y compañía, me quedé con estos últimos.
Ya en mis años universitarios la afición beisbolera tenía relaciones políticas: Magallanes era el equipo de los adecos, Caracas de los copeyanos y la Guaira (una tercera vía) se relacionaba con el MAS. Porque revolucionario que se respetara no podía se r caraquista y mucho menos magallanero; cosa que siempre me pareció una contradicción en el presidente Chávez.
Juan Villoro, en su libro, Espejo retrovisor, cita la novela de Bioy Casares Diario de la guerra del cerdo, donde sugiere que la mejor forma de adquirí un temple ante la adversidad es ser hincha de un club perdedor. Esto hace tiempo que lo aprendí con el estoicismo guaireño.  Somos el único equipo que no necesita del éxito para la felicidad de sus fanáticos. Mientras que Caracas y Magallanes tienen que alimentarse de la victoria para vivir de las fantasías de la gloria, nosotros tenemos una lealtad granítica que se manifiesta con nuestra permanente alegría.
Pero ahora hay algo que me preocupa: el destino del Beisbol venezolano. Se ha convertido en un torneo de segunda: las estrellas solo pueden jugar un ratico, porque los equipos de grandes ligas no les permiten sacrificarse. Las novenas  cambian tanto durante el torneo, que lo único que mantienen es el nombre; los que comienzan no son los mismos que terminan, porque sus contratos no le permiten la dedicación exclusiva. Y para colmo, el nuevo formato, diseñado para producir más, conduce al absurdo de que el que más gana no necesariamente es el que clasifica. En fin, el negocio le está quitando calidad y emoción al beisbol.
De todas formas, seguiremos disfrutando del sufrimiento guaireño, cosa que este año escasea igual que la comida, porque extrañamente estamos ganando. Esto no me preocupa, si llega el éxito, bienvenido;  y si no, como siempre y en ritmo de samba “Tiburones Pá encima”