martes, 12 de enero de 2016

Beisbol, marxismo y capitalismo



Saliendo de la misa dominical del bautismo de Jesús,  y ante el resultado del juego donde Magallanes elimina al Caracas, los conocidos hacían una encuesta para pulsar emociones ¿Tu que eres caraquista o magallanero? Tenían el  convencimiento de que las únicas opciones de alegrías o tristezas domingueras eran esas aficiones y pasiones. Inmediatamente reivindiqué mi derecho a la disidencia,  manifestando que formo parte de la ilustración beisbolera de los años 70: los Tiburones de la Guaira.
Mi simpatía hacia la Guaira comenzó cuando estudiaba primaria en Fe y Alegría de Castillito, con los éxitos de Luis Aparicio.  En secundaria, cuando tuve que elegir  entre la soberbia de caraquistas y magallaneros,  y la alegría guaireña de Musiú Lacavalerie  y compañía, me quedé con estos últimos.
Ya en mis años universitarios la afición beisbolera tenía relaciones políticas: Magallanes era el equipo de los adecos, Caracas de los copeyanos y la Guaira (una tercera vía) se relacionaba con el MAS. Porque revolucionario que se respetara no podía se r caraquista y mucho menos magallanero; cosa que siempre me pareció una contradicción en el presidente Chávez.
Juan Villoro, en su libro, Espejo retrovisor, cita la novela de Bioy Casares Diario de la guerra del cerdo, donde sugiere que la mejor forma de adquirí un temple ante la adversidad es ser hincha de un club perdedor. Esto hace tiempo que lo aprendí con el estoicismo guaireño.  Somos el único equipo que no necesita del éxito para la felicidad de sus fanáticos. Mientras que Caracas y Magallanes tienen que alimentarse de la victoria para vivir de las fantasías de la gloria, nosotros tenemos una lealtad granítica que se manifiesta con nuestra permanente alegría.
Pero ahora hay algo que me preocupa: el destino del Beisbol venezolano. Se ha convertido en un torneo de segunda: las estrellas solo pueden jugar un ratico, porque los equipos de grandes ligas no les permiten sacrificarse. Las novenas  cambian tanto durante el torneo, que lo único que mantienen es el nombre; los que comienzan no son los mismos que terminan, porque sus contratos no le permiten la dedicación exclusiva. Y para colmo, el nuevo formato, diseñado para producir más, conduce al absurdo de que el que más gana no necesariamente es el que clasifica. En fin, el negocio le está quitando calidad y emoción al beisbol.
De todas formas, seguiremos disfrutando del sufrimiento guaireño, cosa que este año escasea igual que la comida, porque extrañamente estamos ganando. Esto no me preocupa, si llega el éxito, bienvenido;  y si no, como siempre y en ritmo de samba “Tiburones Pá encima”