domingo, 9 de abril de 2017

¿Por qué necesitamos la religion?



Hoy se celebra el Domingo de Ramos. Comienza la Semana Santa, momento en que los católicos rememorarán  la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Son días de espiritualidad en que la fe llega niveles incompresible para el agnosticismo contemporáneo. Viendo  a tanta gente asistiendo a los oficios religiosos, surgen las preguntas ¿Por qué el hombre de hoy necesita la religión? ¿Por qué en medio de tanto progreso material e intelectual las iglesias siguen siendo lugares muy frecuentados?
No pretendo darle una respuesta teológica a las preguntas anteriores, porque no  es mi especialidad, he buscado más bien en el campo de la filosofía y  entre la numerosa bibliografía existente, me he conseguido con el libro de Eugenio Trías Porque Necesitamos la Religión, donde el autor analiza esas interrogantes.
Comienza la citada obra con este párrafo: “Hay muchos modos de acercarse a la religión. Hay quien se acerca a ella en un estado de extrema necesidad, en la esperanza de hallar en ella, o en alguna de sus manifestaciones, salud y cobijo a su ánimo turbado. Tal acercamiento es perfectamente legítimo. Hasta puede decirse que es esa la tesitura que convierte la religión en algo necesario para la supervivencia de lo  humano”
En efecto, la gente se acerca a la religión en situaciones de extrema necesidad,  buscando repuesta a problemas que no puede resolver la  mente humana. Recuerdo lo que decía Anthony De Mello: “Muchas veces pensé, qué cosa tan extraña es la mente humana. Ha inventado la computadora, ha desintegrado el átomo, ha hecho posible enviar naves al espacio pero no ha solucionado el problema del sufrimiento humano, la angustia, la soledad, la depresión, el vacío, la desesperación” Esa es la causa por la cual la religión sigue siendo una opción.
Ahora bien, ¿qué pasa con el cristianismo?  Para muchos el cristianismo es solo una religión, pero para otros es una manera de vivir. La figura de Jesús tiene numerosas interpretaciones,  pero lo indiscutible es la influencia que tiene en la vida de sus seguidores.  
¿Quién fue Jesús: un “legislador” (en el sentido antiguo de la palabra), un revolucionario, o el hijo de Dios? En el libro Dios y El  Mundo, el periodista Peter Seewald conversa con Benedicto XVI y le pregunta: “Jesús siempre quería mostrar el camino a la gente; los puntos de apoyo para una vida plena a la que usted acaba de referirse. Una vez subió a la montaña y su sermón abrió en cierto modo un nuevo capítulo…”  Le responde el Papa: “No hay duda de que el sermón de la montaña ocupa un lugar simbólico. En él,  Jesús se presenta como el nuevo Moisés. Y en lugar del Monte Sinaí, ahora está en la montaña de las bienaventuranzas, la nueva cumbre desde la que dará indicaciones a las personas. Para ello se apoya en la estructura del decálogo, pero en este sermón de la montaña lo profundiza, lo renueva, lo ensancha, le añade nuevas exigencias. Más aún, con este sermón irrumpe una nueva etapa de la humanidad, que es posible porque Dios se une a los Hombres”
Hay un episodio del Evangelio que puede demostrar lo multifacético de la figura de Jesús: La purificación del templo. Después de entrar a Jerusalén Jesús acude al templo y comenzó a echar fuera  a los mercaderes “Mi casa se llama casa de oración para todos los pueblos. Vosotros en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos”. Esta acción de Jesús es vista por los exégetas desde tres puntos de vista: la reivindicación del derecho natural de Israel, el carácter político y  revolucionario de Jesús, o la purificación de la vida.
Siguiendo parcialmente el análisis que hace  Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazaret: desde la entrada a Jerusalén hasta la Resurrección, observamos que destaca en primer lugar: “Jesús atacaba la normativa en vigor impuesta por la aristocracia del templo, que permitía que el negocio estuviera por encima del culto  y el derecho verdadero, que para él, era el derecho divino del pueblo de Israel.
En segundo lugar, a la expulsión de los mercaderes del templo se le da una lectura política, presentando a Jesús como un revolucionario que legitima el uso de la violencia para rebelarse contra el intento de imponer en Israel la cultura Helenística, privando al pueblo de su identidad religiosa.
En tercer lugar se considera que la purificación del templo se refiere a la purificación del cuerpo, de la vida humana: la construcción de la una nueva humanidad, expulsando de la vida del hombre todo lo que la corrompe y no la deja ser feliz.

En los estudios de Filosofía el Derecho, al analizarse la influencia del cristianismo, se advierte que no es una filosofía, como puede ser el derecho natural cosmológico  o antropológico, pero su influencia ha estado presente a través de la historia. Principios como la buena fe, la protección de débil jurídico y la mayoría de postulados que sustentan la propuesta de los derechos humanos tiene una indudable raíz estoica y cristiana.

En conclusión, Domingo de Ramos: los fieles acuden al templo para ejercer el derecho a la esperanza. No es magia absurda, como dice algún sector de ateísmo contemporáneo. Es la búsqueda de la solución a problemas que la razón no resuelve. Por eso necesitamos la religión.

No sé lo que pensará el lector sobre Jesús de Nazaret ¿legislador, revolucionario o hijo de Dios? Lo indiscutible, es que, independientemente de su divinidad, nos advierte que tenemos que purificar nuestra vida, sacando de ella todo lo que nos hace infelices, porque el hombre no fue creado para sufrir, él es el que crea el sufrimiento.- (Twitter @zaqueoo)