Hoy se celebra el Domingo de Ramos. Comienza la Semana
Santa, momento en que los católicos rememorarán
la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Son días de espiritualidad
en que la fe llega niveles incompresible para el agnosticismo contemporáneo.
Viendo a tanta gente asistiendo a los
oficios religiosos, surgen las preguntas ¿Por qué el hombre de hoy necesita la
religión? ¿Por qué en medio de tanto progreso material e intelectual las iglesias
siguen siendo lugares muy frecuentados?
No pretendo darle una respuesta teológica a las preguntas
anteriores, porque no es mi
especialidad, he buscado más bien en el campo de la filosofía y entre la numerosa bibliografía existente, me
he conseguido con el libro de Eugenio Trías Porque Necesitamos la Religión, donde
el autor analiza esas interrogantes.
Comienza la citada obra con este párrafo: “Hay muchos modos
de acercarse a la religión. Hay quien se acerca a ella en un estado de extrema
necesidad, en la esperanza de hallar en ella, o en alguna de sus
manifestaciones, salud y cobijo a su ánimo turbado. Tal acercamiento es
perfectamente legítimo. Hasta puede decirse que es esa la tesitura que
convierte la religión en algo necesario para la supervivencia de lo humano”
En efecto, la gente se acerca a la religión en situaciones
de extrema necesidad, buscando repuesta
a problemas que no puede resolver la
mente humana. Recuerdo lo que decía Anthony De Mello: “Muchas veces
pensé, qué cosa tan extraña es la mente humana. Ha inventado la computadora, ha
desintegrado el átomo, ha hecho posible enviar naves al espacio pero no ha
solucionado el problema del sufrimiento humano, la angustia, la soledad, la
depresión, el vacío, la desesperación” Esa es la causa por la cual la religión
sigue siendo una opción.
Ahora bien, ¿qué pasa con el cristianismo? Para muchos el cristianismo es solo una
religión, pero para otros es una manera de vivir. La figura de Jesús tiene
numerosas interpretaciones, pero lo indiscutible
es la influencia que tiene en la vida de sus seguidores.
¿Quién fue Jesús: un “legislador” (en el sentido antiguo de
la palabra), un revolucionario, o el hijo de Dios? En el libro Dios y El Mundo, el periodista Peter Seewald
conversa con Benedicto XVI y le pregunta: “Jesús siempre quería mostrar el
camino a la gente; los puntos de apoyo para una vida plena a la que usted acaba
de referirse. Una vez subió a la montaña y su sermón abrió en cierto modo un
nuevo capítulo…” Le responde el Papa: “No
hay duda de que el sermón de la montaña ocupa un lugar simbólico. En él, Jesús se presenta como el nuevo Moisés. Y en
lugar del Monte Sinaí, ahora está en la montaña de las bienaventuranzas, la
nueva cumbre desde la que dará indicaciones a las personas. Para ello se apoya
en la estructura del decálogo, pero en este sermón de la montaña lo profundiza,
lo renueva, lo ensancha, le añade nuevas exigencias. Más aún, con este sermón
irrumpe una nueva etapa de la humanidad, que es posible porque Dios se une a los
Hombres”
Hay un episodio del Evangelio que puede demostrar lo
multifacético de la figura de Jesús: La purificación del templo. Después de
entrar a Jerusalén Jesús acude al templo y comenzó a echar fuera a los mercaderes “Mi casa se llama casa de
oración para todos los pueblos. Vosotros en cambio, la habéis convertido en
cueva de bandidos”. Esta acción de Jesús es vista por los exégetas desde tres
puntos de vista: la reivindicación del derecho natural de Israel, el carácter
político y revolucionario de Jesús, o la
purificación de la vida.
Siguiendo parcialmente el análisis que hace Benedicto XVI en su libro Jesús
de Nazaret: desde la entrada a Jerusalén hasta la Resurrección, observamos
que destaca en primer lugar: “Jesús atacaba la normativa en vigor impuesta por
la aristocracia del templo, que permitía que el negocio estuviera por encima
del culto y el derecho verdadero, que
para él, era el derecho divino del pueblo de Israel.
En segundo lugar, a la expulsión de los mercaderes del
templo se le da una lectura política, presentando a Jesús como un
revolucionario que legitima el uso de la violencia para rebelarse contra el
intento de imponer en Israel la cultura Helenística, privando al pueblo de su
identidad religiosa.
En tercer lugar se considera que la purificación del templo
se refiere a la purificación del cuerpo, de la vida humana: la construcción de
la una nueva humanidad, expulsando de la vida del hombre todo lo que la corrompe
y no la deja ser feliz.
En los estudios de Filosofía el Derecho, al analizarse la
influencia del cristianismo, se advierte que no es una filosofía, como puede ser
el derecho natural cosmológico o
antropológico, pero su influencia ha estado presente a través de la historia.
Principios como la buena fe, la protección de débil jurídico y la mayoría de
postulados que sustentan la propuesta de los derechos humanos tiene una
indudable raíz estoica y cristiana.
En conclusión, Domingo de Ramos: los fieles acuden al templo
para ejercer el derecho a la esperanza. No es magia absurda, como dice algún
sector de ateísmo contemporáneo. Es la búsqueda de la solución a problemas que
la razón no resuelve. Por eso necesitamos la religión.
No sé lo que pensará el lector sobre Jesús de Nazaret ¿legislador,
revolucionario o hijo de Dios? Lo indiscutible, es que, independientemente de
su divinidad, nos advierte que tenemos que purificar nuestra vida, sacando de
ella todo lo que nos hace infelices, porque el hombre no fue creado para
sufrir, él es el que crea el sufrimiento.- (Twitter @zaqueoo)