lunes, 20 de noviembre de 2017

Precios justos y salarios justos en sociedades justas


El pasado viernes fui invitado por los estudiantes del grupo Generación  Ucabista a un Café Jurídico  para conversar sobre los precios justos. Tenía que compartir con los profesores Ramón Sosa y Raúl Gil, pero una disfonía aguda no me lo permitió. Como quedé en deuda,  ahora tomo el teclado para escribir sobre lo que iba a decir  en referencia al tema discutido, apoyándome en la Doctrina económica y social de la iglesia.

Metafóricamente podemos decir que el estómago de la gente está pagando por el desconocimiento e improvisación de quienes ignora la experiencia histórica y las realidades de eso que se llama el mundo de la economía. El 23 de mayo de 1931 el Papa Pio XI  publica la Encíclica Quadragesimo anno,   donde ofrece una visión orgánica del orden social, enlazándolo  con la doctrina del solidarismo cristiano. Allí, sobre el problema que agobia a la gente cuando se encuentra ante la tragedia de que su salario no le alcanza para vivir, dice que hay que considerar de manera equilibrada tres puntos: El sustento del obrero y de su familia, la situación de las empresas y la necesidad del bien común.

En primer lugar,  considera la Encíclica, que es necesario fijarle al trabajador una remuneración que alcance a cubrir el sustento suyo y el de su familia, Concluyendo en este punto que, “si esto no fuera posible, la justicia social postula que se introduzca lo más rápidamente las reformas necesarias para que se fije a todo ciudadano adulto un salario de este tipo. No está fuera de lugar hacer aquí el elogio de todos aquellos que, con muy sabio y provechoso consejo, han experimentado y probado diversos procedimientos para que la remuneración del trabajo se ajuste a las cargas familiares, de modo que aumentando estas aumente también aquel…”   El problema es que en nuestra realidad las cargas son muy grandes y los aumentos muy pequeños.

En segundo, lugar dice la Encíclica: “Para fijar la cuantía del salario deben tenerse en cuenta también las condiciones de la empresa y del empresario, pues sería injusto exigir unos salarios tan elevados que, sin la ruina propia y la consiguiente de todos los obreros la empresa no podría soportar” Esta es la otra cara de la moneda, para pagar buenos salarios las empresas tiene que estar saludables económicamente, de nada vale subir sueldos para quebrar las empresas y que empresarios y trabajadores se arruinen: aquellos pierden su inversión y estos se quedan sin trabajo.

En tercer lugar, dice que la cuantía del salario debe acomodarse el bien público económico que describe así: “hay otro punto de no menor importancia y en nuestros tiempos sumamente necesario, o sea,  que se dé la oportunidad de trabajar a quienes pueden y quieren hacerlo… ¿Quién ignora, en efecto, que se ha debido a los salarios, o demasiado bajos o excesivamente elevados, el que los obreros se hayan visto privados del trabajo? En pocas palabras, cuando no hay equilibro económico no hay trabajo para quien lo busca y quiere vivir honestamente de un salario. Y esto es lo que estamos viendo con la cantidad de venezolanos que se van buscar empleo  en otros países.

Y termina con una cita que es importante considerar y por eso la trascribo íntegramente aunque sea un poco larga: “A esto contribuye grandemente también la justa proporción  entre los salarios, con la cual se relaciona estrechamente la proporción de los precios a que se venden los diversos productos agrícolas,  industriales, etc. Si tales proporciones se guardan de una manera conveniente, los diversos ramos de la producción se complementarán y ensamblaran, aportándose, a manera de miembros, ayuda y perfección mutua. Ya que la economía social logrará un verdadero equilibrio y alcanzará sus fines, solo cuando a todos y a cada uno les fueren dados todos los bienes que las riquezas y los medios naturales, la técnica y la organización pueden aportar a la economía social; bienes que deben bastar no solo para cubrir las necesidades y un honesto bienestar, sino también para llevar a los hombres a una feliz condición de vida, que, con tal de que se lleven prudentemente las cosas, no solo no se opone a la virtud, sino que la favorecen notablemente”

Sin entrar en las profundidades de los análisis que hacen los economistas, esto fue lo que dijo la Doctrina social y económica de la iglesia en 1931 y en esto es lo que yo creo. En materia económica no hay prudencia ni equilibrio y en vez de construir espacios de cooperación y armonía, la sociedad se ha convertido en una especie de ring de boxeo, donde crece la confrontación entre adversarios, que solo piensa en vencer al otro. Entre tanto, mientas la Organización Mundial de la salud, considera que,  para una vida digna, una familia debe tener un ingreso de siete dólares al día,  en Venezuela, eso es  más o menos lo que puede ganar en un mes.


La realidad se ha definido de diferentes maneras, pero la más sencilla puede ser la que mejor ilustra nuestro problema: “Es lo que existe en el mundo independientemente de nuestros pensamientos” Y de nuestras palabras,  añadiría yo.- (twitter @zaqueoo)