domingo, 17 de agosto de 2014

Carrera, felicidad y soledad


El sábado 9 de agosto,  se realizó en la playa La Caracola de Porlamar la carrera nocturna 7k de Luna llena, evento que, además de lo deportivo, tenía un loable propósito benéfico, recaudar fondos para la operación de un niño. Como me encontraba de vacaciones en la isla no resistí la tentación de inscribirme y participar,  de lo que no me arrepiento porque fue una experiencia digna de contar. 

La carrera se programó exactamente para una noche de luna llena, por una ruta a la orilla del mar; los organizadores recomendaban llevar linternas de esas que se colocan en la frente para iluminar el camino, cosa que no fue necesaria porque la luz de la luna era suficiente; las olas del mar rompían el silencio nocturno y se convertían en una especie de marcha rítmica o música de fondo para los corredores.

Los margariteños se encargaron de ponerle un toque regional al evento y,  después del calentamiento, en vez del ritmo martirizante de la música contemporánea, se escucharon melodías mergariteñañas como la conocida "Luna de Margarita" En resumen, un marco espectacular, más aún cuando se salía de frente hacia la luna que se levantaba sobre el mar.

La carrera era corta, la noche fresca y el recorrido plano. La organización fue buena y no faltó la hidratación necesaria en este tipo de eventos. Las luces de los edificios  se convertían en referencias que indican a los participantes, por donde iban y cuanto les faltaba. Las condiciones no podían ser mejores. 

Pero hasta los mejores momentos nos dejan sabores amargos: como estaba de vacaciones lejos de mi residencia habitual no conocía a mucha gente, y entre los participantes, solo una o dos personas que   vi en la salida. Por lo tanto, corrí en medio de la oscuridad y entre desconocidos; nadie me preguntó cómo iba, ni me echó bromas al verme cansado, ni me invitó a retratarme a la llegada. Nada de eso. A pesar de que estaba rodeado de gente estaba sólo. Por lo, tanto después de recoger la medalla, agarré un taxi y regresé a reunirme con mi familia. Me tocó un taxista margariteño, más comunicativo que los corredores que, después de interrogarme, me dijo que la mayoría de los turistas no van a correr, sino a comprar, a bañarse en las playas y echarse palos. 

En fin, 7k de Luna llena; la disfruté enormemente y recordé que, en las careras como en la vida la amistad es indispensable, porque es difícil alcanzar la felicidad a plenitud en medio de la soledad.





miércoles, 21 de mayo de 2014

Kafka en Guaiparo




Seguramente se habia calumniado a Jose K...  pues, sin haber hecho nada malo, una tarde, al regresar del colegio, fue arrestado por oscuros personajes en la calle de su barrio, encerrándolo en un calabozo, aislado de su familia, sus amigos y su escuela,


El paralelismo que se hace con el parrafo anterior, entre  el drama vivido por el personaje de El Proceso de Kafka y las detenciones estudiantiles puede parecer exagerado, pero si nos atenemos a la realidad, hay que reconocer que la deshumanización de la justicia se mantiene a través del tiempo, por más que la propaganda oficial y las mentiras mediáticas quieran convencernos de otra cosa.


Lo ocurrido con numerosos jóvenes que se han involucrado en las protestas quedará como una de las páginas más negras de nuestra historia. Los odios políticos se han desbordado y lo peor es que también nublan la razón de quienes detentan el poder y están llamados a gobernar. No creo en la impunidad; todo delito debe ser investigado y sancionado, pero  es inaceptable que se impute y conde a priori por el solo hecho de ser joven o participar en una manifestación estudiantil.


En días pasados, estaba en las puertas de la Comandancia de Guaiparo cuando los familiares de los detenidos recibieron la dolorosa noticia de que sus muchachos quedaban privados de libertad, a pesar de que perfectamente podían ser juzgados bajo régimen de presentación. Viendo a la madre de uno de ellos, que en medio del  llanto se preguntaba ¿Por qué? ¿Por qué? me acordé de Kafka y la lucidez de sus denuncias sobre el sufrimiento humano ante la injusticia.

Amigos y parientes regresaron a sus casas entre el dolor y la incomprensión, a vivir de una manera diferente, en este mundo que constantemente pretende engañarse para no reconocer que estamos muy lejos de la sociedad justa y humana que tanto proclamamos.

martes, 21 de enero de 2014

Conversaciones sobre la grasa


Definitivamente, los valores han cambiado: en el pasado la mayor preocupación del hombre era el pecado ahora es la obesidad; ayer, tener fama de mala persona era lo peor que le podía pasar a alguien, hoy eso no es importante en el ámbito social: los buenos y los malos están igualados, el problema es la gordura que amenaza terriblemente  la calidad de vida.

El sábado, en mi caminata mañanera por el parque La Llovizna, pude apreciar que las “conversaciones sobre la grasa” desplazaron abiertamente a las disertaciones políticas. Cruzándome con los circunstantes, pude escuchar parcialmente algunas pláticas; todas giraban sobre el mismo tema: una  señora trataba de convencer a otra, sobre lo efectivo que resulta tomar un vaso de agua en ayunas para disminuir la grasa corporal; un joven pasado de peso le decía a sus compañeros que tenía que quitarse de encima “el mantequero que le guindaba por todas partes”; otros señores que debían estar doblando los sesenta, reflexionaban sobre lo dañino de la cerveza para la curva de la felicidad (barriga). En fin, pareciera que el demonio que amenaza sus vidas en este tiempo es la grasa.

Es indiscutible que, el hombre de hoy está muy informado sobre la buena alimentación y eso es bueno para la salud. Pero hay que evitar que  la obsesión por la forma de alimentarse se convierta en una especie de religión que no deja ver otra cosa: perderse la belleza del amanecer  en el parque por estar pendientes de la grasa es algo imperdonable.  
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