sábado, 7 de mayo de 2022

La violencia escolar y la pedagogía ignaciana

Viendo todo lo que ha causado la publicación en las redes sociales de una pelea entre alumnos del Colegio Loyola Gumilla de Puerto Ordaz, y algunos dardos descalificadores que se han lanzado contra él, como antiguo alumno, considero que no debo permanecer callado y destacar algo que se olvida o deliberadamente se pretende ignorar, aprovechando la lamentable situación, para satanizar a una institución que ocupa parte importante de la historia de la región. En efecto, el Colegio Loyola, que en su sede actual tiene casi la misma edad que la Ciudad, es una institución educativa dirigida por los sacerdotes jesuitas de la Compañía de Jesús, que ha prestado un gran servicio a la construcción de la ciudadanía Guayanesa pues en sus aulas se han formado verdaderos forjadores de lo que hoy se conoce como ciudad Guayana. 

 En cuanto al tema de la responsabilidad en la educación para la paz, ahora que por los éxitos del Real Madrid se puso de moda hablar del ADN, considero que no hace falta decir que el Colegio Loyola - Gumilla rechaza la violencia, porque la paz está en su ADN, y allí, la vida estudiantil tiene un sabor especial. ¿Por qué los antiguos alumnos nunca olvidan a su colegio y a sus carismáticos profesores? ¿Por qué el colegio marca de manera imborrable una etapa de la vida de quienes pasan por sus aulas? Puede haber muchas opiniones, personalmente creo que, fiel a su historia y filosofía, y sin mayores alardes, cumple cabalmente con su misión, que es tener como norte de su gestión la dignidad de la persona humana desde una visión cristiana de la vida. Y esto no es una opinión en abstracto sino una experiencia personal.

 Cuando ingresé al colegio a finales de los años sesenta, no era un adolescente que pintara como candidato a la beatificación. Y cada vez que tenía un desencuentro con un compañero, paraba en la oficina del Prefecto, un sacerdote que con voz pausada, en vez de castigar, trataba de enseñar que la violencia siempre es un mal recurso, y que lo más importante de la vida es aprender a vivir en paz con el prójimo. Y así las pequeñas diferencias estudiantiles siempre se arreglaban, conservando la amistad y el compañerismo. 

 Por eso, al escuchar injustos comentarios que poco aportan a la solución de los problemas, quise compartir estas líneas con las personas que amablemente quieran leerlas. Es verdad, nadie es perfecto, en todas partes pasan cosas buenas y malas, lo importante es la buena voluntad y la rectitud de intención, que siempre han estado presentes en el colegio. Se entiende perfectamente la situación difícil que están viviendo los muchachos y sus familias, como igualmente se entiende lo que están pasando las autoridades que ponen lo mejor de si para llevar adelante la tarea de educar en estos tiempos difíciles. Estoy seguro de que su buen criterio los ayudará a superar este momento.