domingo, 26 de enero de 2020

Billy Jack en Puerto Ordaz




El cine tuvo influencia importante en los orígenes de la sociedad guayacitana de los años 70. Aunque hay que reconocer que no existía el mismo nivel de intelectualidad cinematográfica que en la capital, se debe destacar que se formaban las tertulias dedicadas comentar lo que dejaban las películas en una ciudad de pocos movimientos culturales como era Puerto ordaz en aquellos días. Además, las modas del cine también llegaban y se imponían en tiempos en que no había televisión. Todavía hay quienes recuerdan momentos de su vida relacionándolos con los héroes cinematográficos de aquel entonces, y entre tantos, hoy recuerdo la saga de Billy Jack.


Billy Jack es un personaje creado por el director de cine Tom Laughlin. Jack: un mestizo veterano de la guerra de Vietnam que vivía en sintonía con la naturaleza, y luchaba contra el racismo y los abusos de los poderosos contra los más humildes. Fue visto como miembro de la contracultura juvenil, y su forma de vestir con blue jeans y sombrero, impactó de tal manera, que un gran amigo que ya partió, no se quitaba el sombreo al estilo Billy Jack, ganándose inmediatamente el apodo de Billy

La trama de la película era muy básica, dividiendo a los personajes entre buenos y malos; siempre con la expectativa de que estos últimos se trasformaran, porque pareciera que en el fondo de la naturaleza humana siempre está el bien. Llamaba la atención que el hombre, que pregonaba el pacifismo lo defendía a patada limpia, porque un maestro de hapkido y en algunas ocasiones esa era la única manera de hacer entrar en razón a los violentos.

Otra cosa importante para recordar a Billy Jack era el tema musical One Tin soldier, que contaba la historia de un pueblo que creía que en una montaña debajo de una piedra había un tesoro y cuando deciden apropiarse de él de manera violenta  para repartirlo entre la gente, se encuentran que el tesoro era una frase que decía “Paz en la tierra”. Y el coro de la melodía repetía irónicamente: “vaya por delante, y odiaras a tu vecino, Vaya por delante y engaña a un amigo. Lo hacen en nombre del cielo. Se puede justificar…”

Así era Billy Jack, héroe de los setenta, que no se encontraba a gusto ante la crueldad humana e invitaba con sus acciones a luchar contra las injusticias y a compartir la paz.  Porque la paz es el verdadero tesoro de la humanidad
  


sábado, 4 de enero de 2020

La ira del Papa


El manotazo que le dio el Papa Francisco a la feligresa el pasado 31 de diciembre se convirtió en “tendencia” de final e inicio de año. Inmediatamente las redes sociales abrieron un debate y hasta un importante canal de televisión le dedicó espacio estelar para discutir el acontecimiento. El escándalo es lógico, porque -como se dice- las reacciones iracundas, aceptables en las personas normales, son inadmisibles en quien debe ser mensajero de la paz, considerado como una santidad libre de pecado

  Ahora bien, no estoy convencido de que la ira sea un pecado, porque según los especialistas, es una reacción natural del cuerpo humano.  En el libro Los pecados capitales de Fernando Savater se cita al periodista y neurólogo argentino Nelson Castro que sobre la ira hace un análisis que me parece acertado: “La ira es totalmente fisiológica, porque el organismo responde con una carga de adrenalina. ¿Cómo no va a haber ira si el cuerpo humano esta preparado para eso? Psicológicamente es una reacción a algo que afecta, que altera, que causa un daño. El problema es cuando la ira no es una reacción sino una norma de vida. Allí la ira se convierte en pecado; lo otro es algo inmanente a la naturaleza humana que tiene cierto fin”.

El manotazo del Papa ha causado decepción entre los que lo aman y satisfacción entre los que los odian, que por cierto son bastantes. Siempre han existido los religiosos iracundos, el problema es que la actitud del Papa Francisco, en relación a algunos regímenes políticos, le ha generado un inmenso rechazo, que se pone de manifiesto con la reacción que en las redes sociales ha causado su manotazo.

No creo que la reacción del Papa ante la feligresa que lo toma de la mano lo convierta automáticamente en un hombre malo. Lo que demuestra es que no tiene la paciencia necesaria para controlar la ira, como pasa en más de un mortal. Lo verdaderamente malo, es que escándalo demuestra que las “virtudes no venden mediáticamente” como lo hacen los pecados. El ejercicio de la paciencia no se convierte en “tendencia” ni llama la atención, las reacciones iracundas sí.
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Como decían antes, no estoy convencido de que la ira sea un pecado, el odio si lo es. Y más aún, el odio político e irreflexivo que se hace evidente en estos días.