sábado, 4 de enero de 2020

La ira del Papa


El manotazo que le dio el Papa Francisco a la feligresa el pasado 31 de diciembre se convirtió en “tendencia” de final e inicio de año. Inmediatamente las redes sociales abrieron un debate y hasta un importante canal de televisión le dedicó espacio estelar para discutir el acontecimiento. El escándalo es lógico, porque -como se dice- las reacciones iracundas, aceptables en las personas normales, son inadmisibles en quien debe ser mensajero de la paz, considerado como una santidad libre de pecado

  Ahora bien, no estoy convencido de que la ira sea un pecado, porque según los especialistas, es una reacción natural del cuerpo humano.  En el libro Los pecados capitales de Fernando Savater se cita al periodista y neurólogo argentino Nelson Castro que sobre la ira hace un análisis que me parece acertado: “La ira es totalmente fisiológica, porque el organismo responde con una carga de adrenalina. ¿Cómo no va a haber ira si el cuerpo humano esta preparado para eso? Psicológicamente es una reacción a algo que afecta, que altera, que causa un daño. El problema es cuando la ira no es una reacción sino una norma de vida. Allí la ira se convierte en pecado; lo otro es algo inmanente a la naturaleza humana que tiene cierto fin”.

El manotazo del Papa ha causado decepción entre los que lo aman y satisfacción entre los que los odian, que por cierto son bastantes. Siempre han existido los religiosos iracundos, el problema es que la actitud del Papa Francisco, en relación a algunos regímenes políticos, le ha generado un inmenso rechazo, que se pone de manifiesto con la reacción que en las redes sociales ha causado su manotazo.

No creo que la reacción del Papa ante la feligresa que lo toma de la mano lo convierta automáticamente en un hombre malo. Lo que demuestra es que no tiene la paciencia necesaria para controlar la ira, como pasa en más de un mortal. Lo verdaderamente malo, es que escándalo demuestra que las “virtudes no venden mediáticamente” como lo hacen los pecados. El ejercicio de la paciencia no se convierte en “tendencia” ni llama la atención, las reacciones iracundas sí.
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Como decían antes, no estoy convencido de que la ira sea un pecado, el odio si lo es. Y más aún, el odio político e irreflexivo que se hace evidente en estos días.

1 comentario:

  1. Interesante disertación Profesor, coincido con Usted. A propósito de este hecho, pensaba en días pasados lo mucho que se discutió sobre la ira del Papá, pero muy poco se mencionó que en su aparición publica posterior pidió perdón por su reacción, lo cual apunta a corroborar su tesis final: las virtudes no son dignas de reconocer y promocionar.

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