El manotazo que le dio el Papa Francisco a la feligresa el
pasado 31 de diciembre se convirtió en “tendencia” de final e inicio de año.
Inmediatamente las redes sociales abrieron un debate y hasta un importante canal
de televisión le dedicó espacio estelar para discutir el acontecimiento. El
escándalo es lógico, porque -como se dice- las reacciones iracundas, aceptables
en las personas normales, son inadmisibles en quien debe ser mensajero de la paz,
considerado como una santidad libre de pecado
Ahora bien, no estoy
convencido de que la ira sea un pecado, porque según los especialistas, es una
reacción natural del cuerpo humano. En
el libro Los pecados capitales de Fernando Savater se cita al periodista
y neurólogo argentino Nelson Castro que sobre la ira hace un análisis que me
parece acertado: “La ira es totalmente fisiológica, porque el organismo
responde con una carga de adrenalina. ¿Cómo no va a haber ira si el cuerpo
humano esta preparado para eso? Psicológicamente es una reacción a algo que
afecta, que altera, que causa un daño. El problema es cuando la ira no es una
reacción sino una norma de vida. Allí la ira se convierte en pecado; lo otro es
algo inmanente a la naturaleza humana que tiene cierto fin”.
El manotazo del Papa ha causado decepción entre los que lo
aman y satisfacción entre los que los odian, que por cierto son bastantes.
Siempre han existido los religiosos iracundos, el problema es que la actitud
del Papa Francisco, en relación a algunos regímenes políticos, le ha generado
un inmenso rechazo, que se pone de manifiesto con la reacción que en las redes
sociales ha causado su manotazo.
No creo que la reacción del Papa ante la feligresa que lo
toma de la mano lo convierta automáticamente en un hombre malo. Lo que
demuestra es que no tiene la paciencia necesaria para controlar la ira, como
pasa en más de un mortal. Lo verdaderamente malo, es que escándalo demuestra
que las “virtudes no venden mediáticamente” como lo hacen los pecados. El
ejercicio de la paciencia no se convierte en “tendencia” ni llama la atención,
las reacciones iracundas sí.
.
Como decían antes, no estoy convencido de que la ira sea un
pecado, el odio si lo es. Y más aún, el odio político e irreflexivo que se hace
evidente en estos días.
Interesante disertación Profesor, coincido con Usted. A propósito de este hecho, pensaba en días pasados lo mucho que se discutió sobre la ira del Papá, pero muy poco se mencionó que en su aparición publica posterior pidió perdón por su reacción, lo cual apunta a corroborar su tesis final: las virtudes no son dignas de reconocer y promocionar.
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