sábado, 9 de marzo de 2024

La presencia de los primates en la vida humana de Ciudad Guayana

Mi sobrino salió temprano a recorrer la ciudad con un grupo de ciclistas, y al entrar al Parque Löfling un ruido ensordecedor que salía del bosque  atemorizó al grupo: una manada de araguatos aullaba desde lo alto de los árboles. Si los circunstantes supieran lo que es un araguato,  no tendría ningún temor, ya que no se trata de un depredador, sino de un herbívoro, que se alimenta de hojas y flores (el depredador se alimenta de otros animales, el herbívoro no). En mi época de bachiller, el contacto con la naturaleza guayanesa despertó mi interés por la zoología; específicamente por el comportamiento de los animales. Esa fue la causa por la que comencé estudiando ciencias biológicas en la universidad, antes de dedicarme definitivamente a estudiar el comportamiento del animal depredador más peligroso que ha pisado la tierra: el hombre.

Ahora bien, en relación con “los monos” en la historia de Ciudad Guayana hay que destacar que siempre han estado allí; ese ha sido su territorio desde tiempos ancestrales, hoy ocupado por la ciudad, que poco a poco los han desplazado, aunque todavía quedan los que se aventuran a compartir el hábitat urbano, donde son aceptados con reservas 

Recogiendo testimonios sobre la presencia primate en la historia de Ciudad Guayana, nos cuenta Arturo Saadjian que, cuando llegaron los primeros topógrafos  a hacer mediciones, para comenzar a construir lo que después fue Puerto Ordaz, en el lugar donde ahora está el viejo mercado, al lado del edificio Riviera, había un bosque que estaba lleno de monos; versión que queda corroborada, por el hecho de que el primer barrio de Puerto Ordaz, fue el barrio Los monos, formados por quienes llegaban a buscar trabajo en la Orinoco Mining Company. Si nos ponemos a detallar, en todo bosque de orilla de río podemos encontrar a estos “personajes”.

Los parques Cachamay, Löfling y la Llovizna son lugares donde se puede entrar  en contacto con las diferentes familias de primates, que han perdido el miedo a la cercanía humana y están pendientes de lo que les puedan dar. Pero además de los lugares recreacionales, en instituciones educativas como  el Colegio Loyola o la Universidad Católica, aparecen los monos capuchinos, que se pasean por las áreas académicas como “Pedro por su casa”. 

Cuando las clases de posgrados se dictaban en salones cercanos al Colegio Loyola , entre los monos que llegaba a merodear, había uno que le llamaban Pancho: no podía ver una reunión de alumnos, porque inmediatamente aparecía a ver que le caía; le gustaban los restos de café que quedaban en los vasitos, que saboreaba mojando los dedos y después los chupaba; algunos estudiantes que le llevaban cosas dejaban que les registrara los bolsillos; decían que era medio malandro, porque no podía ver que alguien descuidara un cachito, pastelito o empanada , porque rápidamente lo agarraba y se iba a comerlos en el techo del edificio. Pero no era tan malo: una vez agarró las llaves de una muchacha pensando que era algo comestible, y cuando las mordió, las arrojó al piso inmediatamente.

Cosa parecida ocurre en la Universidad Católica, donde llegan a hacer vida de la manera más desenfadada: se asomaban por las ventanas de los salones y distraen a los alumnos que están en clase; registran los depósitos de basura y se paran cerca de los cafetines “velándole la comida a los comensales”, que siempre les lanzaba algo;  lo último que me trajeron las redes, fue la suspensión de un evento programado en los jardines de la universidad, porque  un mono había tumbado un avispero que estaba en un árbol cercano.

  Los araguatos del Löfling, no se alejan de la copa de los árboles; rara vez se pueden ver en el suelo, a donde bajan cuando tienen sed o necesitan aparearse; hasta las necesidades las hacen desde los árboles, causando experiencias desagradables a caminantes desprevenidos; El amigo Elías Ayaach  decían que había que tener cuidado con “el meao de araguato” porque producía erupciones en la piel. Si le preguntamos a la inteligencia artificial, ¿por qué aúllan tan feo? Dirá que es para comunicarse, defenderse y marcar territorio. Creo que allí hay algo de “Mimetismo batesiano” que, en palabras sencillas, es una conducta de algunos animales inofensivos, que imitan a los peligrosos para defenderse sembrando temor.

Sobre la equivocada idea de que la fauna invade la ciudad hay que aclarar el error: Santiago Arconada, activista en la defensa de los derechos de los indígenas, en una reunión organizada para analizar  el daño que puede causar el Arco Minero a la naturaleza guayanesa, advirtió que el “primer arco minero fue ciudad Guayana, que destruyó un paraíso natural para construir la ciudad”. 

En mi opinión, el paraíso no ha sido destruido totalmente. Está vivo, el problema es que el guayacitano no ha tomado conciencia de  lo que significa vivir en la Amazonía guayanesa, con sus ríos, su vegetación y sus animales. Una existencia diferente que nos regala naturaleza; un privilegio que no todo el mundo puede disfrutar.