viernes, 5 de febrero de 2016

Tecnología, velocidad y destino


El jesuita Anthony de Mello, fallecido el 1 de junio de 1987, se hizo famoso por sus anécdotas y enseñanzas espirituales. En su obra póstuma, Un Minuto Para el Absurdo, utilizando  su pluma tan peculiar, advierte sobre los peligros de la tecnología para el hombre.

Cuenta que: “Le preguntaron al maestro, qué pensaba él de los avances de la tecnología moderna. Y esta fue su respuesta: un profesor bastante distraído llegaba tarde a dar clase. Saltó dentro de un taxi y gritó: ¡De prisa!, ¡A toda velocidad! Mientras el taxista cumplía la orden,  el profesor cayó en la cuenta de que no le había dicho adónde tenía que ir. De modo que volvió a gritarle ¿Sabe usted adonde quiero ir? No señor, dijo el taxista, pero conduzco lo más rápido que puedo”.

La reflexión de Anthony de Mello se produce hace 30 años.  No conoció, por tanto, los avances de la tecnología actual, ni los efectos que produce en el hombre de hoy. Sería absurdo negar los beneficios del progreso, pero al igual que ayer, ahora también surgen voces autorizadas que nos advierten sobre los problemas del uso incontrolado de la tecnología.

Dice Mario Vargas Llosa, “No es verdad que el internet es solo una herramienta. Es un utensilio que pasa a ser una prolongación de nuestro propio cuerpo, de nuestro propio cerebro, el que, también de una manera discreta, se va adaptando poco a poco a ese nuevo sistema de informarse y de pensar, renunciando a las funciones que ese sistema hace por él”.

Otro estudioso de lo que se ha considerado el mal uso de la tecnología, Erik van Nimwegen, dedujo luego de uno de sus experimentos que confiar a los ordenadores la solución de todos los problemas cognitivos “reduce la capacidad de nuestros cerebros para construir estructuras estables de conocimientos”.

A pesar de las críticas que puedan hacerse, nuestra cotidianidad está invadida por la tecnología que se ha convertido en una especie de extensión corporal,  que permite ver u oír sin límites y obtener respuestas  inmediatas a cualquier pregunta: Google no titubea cuando responde.

Los sistemas y la planificación pretenden minimizar los riesgos de la incertidumbre. Operativamente estamos  muy bien, pero se corre el peligro de que la inteligencia humana sea sustituida por la inteligencia artificial; hay que saber usar la tecnología, porque como decía  el citado Nimwegen, si nos entregamos ciegamente en manos de ella, “cuanto más inteligentes sean nuestros ordenadores más tontos seremos nosotros”.

Estamos comenzando un nuevo año que se presenta complicado. Vamos a necesitar que la luz del entendimiento nos oriente en medio de la oscuridad del camino. Pero hay que evitar que la tecnología nos narcotice. Visitando el mundo virtual de las redes sociales, me da la impresión de que estamos igual que el taxista de Anthony de Mello: manejamos bien y vamos muy rápido, pero no sabemos adónde vamos, ni cual será nuestro destino.










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