lunes, 12 de enero de 2015

El problema no es Dios



El recordado premio Nobel de literatura José Saramago,  en el año 2008, publica en su blog un pequeño artículo titulado Dios como problema. Dice allí que, en muchas ocasiones la fe religiosa ha servido de terreno abonado para el nacimiento de odios radicales capaces de cometer las mayores atrocidades. Concluye que, "Se quiera o no se quiera, Dios como problema, Dios como piedra en el camino, Dios como pretexto para el odio, es  agente de desunión".



Los atentados terroristas de los últimos días, parecen dar la razón a Saramago porque "los fanáticos religiosos se consideran con derecho a eliminar a quienes consideran infieles" Pero en el interminable conflicto humano hay mucho más que eso. Uno  de los sentimientos que produce mayor placer al hombre es el odio, y este se alimenta principalmente de la intolerancia ante las diferencias: no se acepta que haya personas que piensen distinto y quieran vivir de manera diferente: “el otro solo se acepta si se comporta a mi imagen y semejanza”



Así, hay un eterno conflicto entre cristianos y musulmanes, entre católicos y protestantes, entre marxistas y capitalistas, entre gobierno y oposición, e inclusive, entre los miembros de una empresa o  familia hay conflicto cuando hay diferencias, porque disentir es motivo inmediato para ser odiado. Por lo tanto,  el problema no es Dios porque Él promueve otra cosa. El problema es ese ser incomprensible llamado hombre, que predica el amor,  pero practica la intolerancia, la soberbia, la vanidad, el egoísmo, la envidia y muchos  otros demonios que siempre brotan inesperadamente del corazón humano.




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