El recordado premio Nobel de literatura José Saramago, en el año 2008, publica en su blog un pequeño
artículo titulado Dios como problema.
Dice allí que, en muchas ocasiones la fe religiosa ha servido de terreno
abonado para el nacimiento de odios radicales capaces de cometer las mayores
atrocidades. Concluye que, "Se quiera o no se quiera, Dios como problema,
Dios como piedra en el camino, Dios como pretexto para el odio, es agente de desunión".
Los atentados terroristas de los últimos días, parecen
dar la razón a Saramago porque "los fanáticos religiosos se consideran con
derecho a eliminar a quienes consideran infieles" Pero en el interminable
conflicto humano hay mucho más que eso. Uno de los sentimientos que produce mayor placer
al hombre es el odio, y este se alimenta principalmente de la intolerancia ante
las diferencias: no se acepta que haya personas que piensen distinto y quieran
vivir de manera diferente: “el otro solo se acepta si se comporta a mi imagen y
semejanza”
Así, hay un eterno conflicto entre cristianos y
musulmanes, entre católicos y protestantes, entre marxistas y capitalistas, entre
gobierno y oposición, e inclusive, entre los miembros de una empresa o familia
hay conflicto cuando hay diferencias, porque disentir es motivo inmediato para
ser odiado. Por lo tanto, el problema no
es Dios porque Él promueve otra cosa. El problema es ese ser incomprensible llamado
hombre, que predica el amor, pero
practica la intolerancia, la soberbia, la vanidad, el egoísmo, la envidia y
muchos otros demonios que siempre brotan inesperadamente del corazón
humano.
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