El debate planteado sobre la resolución 008610
emanada del Ministerio del Poder Popular para la Defensa es un claro ejemplo de que una sola palabra
puede acabar con la mejor argumentación. La noticia de que la fuerza pública puede utilizar armas mortales para
controlar situaciones de orden público, ha
producido un verdadero escándalo que, los simpatizantes del gobierno tratan de
aplacar explicando las bondades de la resolución.
Especialistas en derechos humanos han levantado la voz
denunciando que se está violando la constitución y los tratados
internacionales, cosa que niegan los que defienden el texto normativo. Pero al
margen del debate especializado está el sentir de la gente: la palabra mortal no gusta, es más, causa terror.
La sola hipótesis de que en una manifestación se pueda llegar al extremo de que
la gente tenga que matarse, es rechazada de manera contundente por el ciudadano
de a pie, que no sabe mucho de leyes ni de tratados internacionales, pero sabe
lo que es la vida.
En momentos en que se trabaja en favor de la cultura de
la no violencia, hablar del uso de armas mortales es un evidente retroceso en
humanismo, porque, como dice Stéphane
Hessel, “El recurso de la violencia para contrarrestar la violencia
corre el riesgo de perpetuarla”, y eso
no es lo que quiere la gente. Si como reza la frase: “La
voz del pueblo es la voz de Dios” un
pueblo que está cansado de violencia, y
la rechaza, venga de donde venga, no ve con agrado una resolución ministerial que plantee
hipótesis de “violencia mortal”.
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