El pasado jueves 3 de diciembre puede ser recordado como un
“día kafkiano” en la historia del postgrado de la Ucab Guayana. Por la tarde,
los estudiantes que forma el grupo de lectura Grito Escrito, realizaron su
primer conversatorio literario sobre autores famosos, al cual fui invitado para
compartir con los amigos Roger Vilaín y Robinson Lizano,
Roger deleitó explicando cómo Cortázar reinventa el mito del
Minotauro. Robinson nos trajo a Charles Bukowski, ¿Un escritor
maldito? Y al final, lejos de la calidad de mis antecesores, me tocó hablar de Kafka.
Tuve que confesar, apoyándome en la autoridad de Sartre y Juan Nuño, que Kafka es demasiado grande e incomprensible, como lo es la realidad de la
turbulencia humana.
Mi breve exposición se basó en el Proceso, especialmente en metáfora sobre el guardián de la ley, que no deja al hombre común traspasar la puerta de
la ley para conocerla. Esa metáfora me recuerda a los guardianes de la verdad,
esos que pretende que nadie entre en
ella, o solo puedan hacerlo cuando ellos
se lo permiten.
Por noche, cuando todavía saboreaba las sensaciones del
evento, una llamada urgente me alertó sobre la realidad de la turbulencia
humana: estaban atracando en los salones del postgrado II. Al llegar, me encontré que el apacible recinto de la
tarde estaba trasformado: el miedo, la prisa, la incertidumbre y la confusión
pintaban el cuadro del momento.
Los circunstantes trataban de narrar lo que habían vivido:
un inesperado atraco, en un lugar inesperado y en un momento inesperado. Una
situación kafkiana, que manifestaban por la angustia ante lo absurdo
Traté de ubicar a José K entre los presentes pero fue muy
difícil: había muchas personas con características similares en ese momento. No
obstante, pude ver a muchos guardianes
de la verdad tratando de ejercer su oficio
Una muchacha que compartió con nosotros la tertulia de la
tarde, sintió la frialdad de un arma en su frente. Tal vez, esta lamentable
situación, pueda darle una idea del
significado de lo “kafkiano” que tanto se discutió en la tarde. Muchas veces buscamos a Kafka en letras muertas, sin darnos cuenta que vive al lado de nosotros.
Recordando el grito escrito de la tarde, pienso que lo
vivido en la noche fue un “aullido kafkiano”. A lo mejor esto que escribo es
estúpido o absurdo, pero la grandeza de Kafka y su comprensión humana da
licencias para esto. Puesto a escoger,
prefiero ejercer la estupidez antes que la pretendida "vigilancia de la verdad”.
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