martes, 22 de marzo de 2011

La excelencia de los gobernantes

 En estos días, los miembros de la Mesa de la Unidad Democrática discuten sobre el momento en que se debe elegir el candidato presidencial y el perfil que este debe tener para  que constituya  una verdadera opción de triunfo. Palabras más, palabras menos, se dice que el candidato debe articularse con los diferentes sectores de la sociedad, ser carismático y llegarle a la gente.  En  casi todas las declaraciones que he  escuchado, solo se habla del objetivo inmediato: ganar las elecciones;  cosa lógica,  porque de nada sirve tener buenos candidatos sin opción ganadora. Pero he aquí uno de nuestros grandes problemas nacionales: siempre le damos más importancia al carisma que a la preparación y así es muy difícil construir una sociedad próspera y democrática.
Si  se quisiera escribir un manual del político venezolano tradicional, tendríamos que comenzar por destacar que,  para él, el fin de la política es conquistar el poder  y los medios para hacerlo son: la simpatía para seducir a la gente y la maquinaria electoral para movilizar a los votantes. Por supuesto que a esto habría que añadirle los recursos económicos, la eficacia de las campañas mediáticas etc. Pero en definitiva, todo gira en torno a la conquista del poder. ¿Después? Después se verá.
Javier Aranguren Echevarría, en su libro Argumentos de antropología,  dice que la función más digna de la autoridad es trasmitir a los gobernados la excelencia de los gobernantes. Ahora bien  ¿En qué consiste la excelencia de los gobernantes? cito: “Probablemente tener una excelencia cuádruple: técnica (destreza profesional en el arte del gobierno,) humana (que sea capaz de amistad, que tenga iniciativa,  que sepa exigir a cada uno , según sus posibilidades –no menos, no más- ) moral (dotado de virtud y de justicia) y política (versado en el arte de la prudencia, es decir, dotado para la correcta toma de decisiones directivas)” Termina destacando que, gobernar un país es una tarea que pone en juego la totalidad de las posibilidades humanas , exige el mayor de los cuidados y conlleva una inmensa carga de responsabilidad.
Creo que en Venezuela los encargados de la educación política no se han ocupado de formar a quienes deben mandar y la consecuencia es la improvisación y la irresponsabilidad; y no me refiero solo a la irresponsabilidad del  candidato a gobernante, sino  de quienes lo elegimos. Aunque a algunos les  parezca mal, hay que repetir que, nuestras elecciones parecen torneos de simpatías,  donde escasean las ideas y los proyectos de gobierno y abundan los halagos y las descalificaciones.  En un estado democrático, todo ciudadano tiene el derecho de aspirar a los cargos de dirección política, pero cuando se proponen como candidatos a destacados artistas o deportistas, no por las cualidades que tengan para gobernar, sino por la fama que se han ganado en su oficio, podemos  medir la cultura política de la ciudadanía.
Concluyo destacando que,  esto de la “piratería política” no es un mal nacional: el ilustre filósofo español José Ortega y Gasset, al dar inicio a una conferencia  en la sede de un partido político, aclaró que: “le era muy difícil hablar en ese escenario,  porque él era un académico y no un político, y mientras los académicos solo pueden hablar de lo que saben, los políticos pueden hablar libremente de cualquier cosa”.  Creo que el lector entenderá la ironía del maestro. Personalmente pienso que lo grave no es “hablar sin saber”, sino pretender “gobernar sin saber”, arriesgando el futuro de todo un pueblo,  que  muchas veces, de manera ciega e irracional, entrega las riendas de su destino a personas que no están preparadas para dirigirlo. Jblanco@ucab.edu.ve


 


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