martes, 5 de abril de 2011

La vida aburrida




El aburrimiento siempre ha sido considerado como algo perjudicial para una buena vida. Decía Bertrand Russell que, el fastidio parecer ser una emoción típicamente humana que siempre se quiere evitar. La mejor manera de curar el aburrimiento es viviendo experiencias excitantes y en esto el avance científico ha ayudado a que se disminuya la monotonía de la vida. Se puede decir que cada vez progresamos más en eso de evitar el aburrimiento. Creo que indudablemente el hombre de hoy se aburre menos que el de ayer, lo que no me parece, es que se esté resolviendo el problema de la monotonía de la vida.
 En numerosas ocasiones nos hemos encontrado con personas que se aburren en todo momento y en todo lugar, nada satisface su necesidad de distracción. Esto lo apreciamos especialmente en los jóvenes: es muy difícil que atienda tranquilamente a una clase o asistan a una conferencia sin levantarse varias veces o retirarse antes del final, a menos que estén obligados a permanecer en ellas; las conversaciones familiares aburren; la lectura aburre; el cine -salvo contadas excepciones- aburre, la programación de televisión aburre; la misa aburre, etc... Todo es un fastidio, nada entretiene. Hay una persona que tiene un Twitter que se identifica como @elladillao, que en 140 caracteres describe amenamente lo que para él es una especie de condena a vivir “fastidiao”.
 Ahora bien, ¿cómo es posible que en la media en que crecen las formas y opciones de diversión o excitación, crezca también la sensación de que la vida es un aburrimiento? Dice Bertrand Russell en su libro La búsqueda de la felicidad, “una vida con demasiadas excitaciones es una vida agotadora en la cual son necesarios estímulos cada vez mayores para producir la emoción, que es parte integrante del placer. Una persona acostumbrada a demasiadas excitaciones es como una persona aficionada con exceso a la pimienta, que llega incluso a no notar una cantidad que sofocaría a cualquier otro. (…) No quiero extremar los argumentos contra la excitación; una cierta dosis es saludable, pero, como casi todo es una cuestión cuantitativa. Demasiado poca puede producir deseos morbosos, con exceso puede producir agotamiento. Es pues esencial para vivir felizmente, una cierta capacidad de soportar el aburrimiento y es una de las cosas que debiera enseñarse a la juventud”.
 La cita anterior no pierde actualidad: el hombre de hoy, y principalmente los jóvenes,  están tan saturados de diversiones y excitaciones, que nada les llama la atención, todo es un fastidio y eso los conduce peligrosamente al vacío y al sinsentido de la vida. Por eso, del mismo modo que se educa en la formación técnica, hay que enseñar a los jóvenes a aburrirse: a comprender los ciclos naturales de la vida, que ciertamente necesita de la excitación y las emociones, pero que también requiere de la quietud y la tranquilidad. Imaginémonos que la vida es un libro que tenemos que leer, hasta los best sellers más entretenidos tienen pasajes aburridos, pero si nos saltamos esas páginas corremos el riesgo de perdernos el sentido total de la obra.
 En este momento, como es natural, tenemos puesta la atención en el problema político, pero no podemos ignorar otros traumas sociales que nos amenazan.  El problema del aburrimiento actual, puede causar tanto daño como la desorientación política. Sabiamente concluye Bertrand Russell en la obra antes citada: “Una generación que no puede soportar el tedio será una generación de hombres pequeños, de hombres indebidamente divorciados del proceso lento de la naturaleza, de hombres en los que todo impulso vital se marchita lentamente como si fueran flores cortadas en un vaso”.

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