viernes, 10 de junio de 2011

La impunidad y la seguridad

El pasado fin de semana estuve en Puerto La Cruz dictando la materia Ética y Acción Política  del diplomado  de Gobernabilidad y Gerencia Política que ofrece la Universidad Católica Andrés Bello. Fue una experiencia interesante, porque se generó  un debate entre persona de ideas diferentes,  sobre lo qué es la ética y cómo debe ser la  conducta de los ciudadanos y los gobernantes.  En medio de la discusión,  se me pidió opinión sobre  las causas de la inseguridad en Venezuela.  Siguiendo la lógica abogadil, mencioné en primer lugar  a  la impunidad,  porque la ausencia de castigo es uno de los principales motivos de la proliferación de delitos.
Mientras se desarrollaba la clase caía un diluvio sobre la ciudad, y al salir, las calles estaban inundadas; era difícil conducir en medio de las “lagunas” y la nocturnidad. Pero ocurrió algo que me pareció sorprendente: la mayoría de los conductores  empezaron  a desplazarse de manera veloz e imprudente; parecía una escena de la película 2012, cuando el protagonista conduce  el vehículo de manera desesperada  para escapar del terremoto que destruye la ciudad. No sé que habrá pasado allí cuando llueve, pero lo cierto es que  se desató una especie de canibalismo vial; un “sálvese quien pueda  sin importa los demás”. En dos ocasiones tuve que detenerme o  desviarme para evitar que me chocaran; los vehículos pasaban por los charcos  empapando todo a su alrededor,  e inclusive, más de un “toque “se dieron y siguieron como si nada.
Al día siguiente, pasada la lluvia y el ambiente atemorizante, regresé a Puerto Ordaz y en la carretera  me encontré permanentemente con el peligro de la imprudencia vial,  hasta que  lamentablemente,  antes de llegar  a El Tigre observé  un gravísimo accidente que vino a confirmar una vez más lo peligroso que es transitar  por nuestras calles y carreteras.,
Terminé el viaje  volviendo a reflexionar sobre las causas de la inseguridad;  no cambio de opinión en el sentido de que la impunidad  es determinante, pero hay algo  que no se puede negar: la raíz  de la inseguridad  es el absurdo humano. Es verdad que sin castigo siempre habrá delito, pero si el hombre no se comporta de acuerdo con una “lógica ciudadana” y de manera repetida comete actos peligrosamente absurdos,  constantemente estaremos en riesgo. Hace más de un año, escribí un artículo donde destacaba que, hasta las personas más prudentes se vuelven irracionales  al frente de un volante.  Y no solo me refiero al tránsito, sino a la conducta  del hombre en general.  Rosa Montero escribió acertadamente,  sobre el lado oscuro  del corazón humano, de donde en forma inesperada aparecen  monstruos que cometen las atrocidades más insospechadas.
Tal vez estemos viviendo un momento de esplendor en lo que al estudio de la ética se refiere.  Casi todos hablan de ética y muchos pretenden  dar lecciones de moral. Pero como se ha dicho repetidamente, la ética no es un conocimiento que se adquiere para criticar a otros, sino para mejorar la conducta personal: “la ética no es para tirar piedras al techo del vecino, sino para mejorar las goteras que tenemos en el nuestro”. Es muy difícil alcanzar la seguridad, pero si queremos trabajar para  lograrlo,  vamos a empezar por tratar de controlar  los demonios que todos llevamos  por dentro y que a veces se nos escapan. jblanco@ucab.edu.ve

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