sábado, 16 de julio de 2011

Los gatos y la calle


Hay un dicho popular que se utiliza para expresar  la poca importancia de un acto: “Allí no había más de cuatro gatos”. Con esto se quiere decir que prácticamente al evento no asistió nadie y que los presentes eran personas de poca categoría.  Últimamente parece que la conocida frase  está muy  de moda porque se la he escuchado reiteradamente a políticos, comunicadores sociales, profesores, artistas etc.  No pretendo convertirme en censor de las costumbres de los demás, pero hay que tener cuidado con el contexto en que se utilizan las palabras.   Si la asistencia de público es fundamental para el éxito de un evento, la presencia de pocas personas lo convierte en un fracaso;  pero si lo que se plantea en el acto es el estudio o análisis de un asunto importante, el número de  asistentes no es lo relevante.

En días pasados los medios de comunicación trasmitieron una manifestación de un grupo de personas  que reclamaban por el respeto del derecho a la vida.  Sin mayor razonamiento, la persona a quien se dirigía el reclamo  se limitó a decir que solo eran “cuatro gatos” como si se tratase de un problema que debe ser atendido cuando es exigido por multitudes. Esto no es un asunto insignificante, porque  si no se entiende que hay cosas que no se miden por la asistencia sino por su esencia estamos muy mal.  Nos hemos acostumbrado a que  hay que recoger muchas firma o reunir grupos considerables de personas para que las cosas funcionen, porque independientemente de la importancia del asunto “a cuatro gatos no le paran”.

Otra cosa nefasta para el progreso del país es lo que denominado “La filosofía de la calle”. Dicen los estrategas políticos que lo importante es “no perder la calle”. Por eso, ante cualquier problema que se presenta, en vez de resolverlo, en lo primero que se piensa es en buscar el respaldo de la gente y organizar una marcha o  concentración. Esto puede ser  lógico en política;  lo que no es lógico es que todo pretenda resolverse con la  “la calle”.  Hay cosas que no se arreglan  con gente marchando. Hemos llegado a situaciones tan absurdas que, hasta los errores cometidos en la solución de dificultades que exigen respuestas técnicas, pretenden defenderse con manifestaciones de calle.

Los gatos y la calle son un símbolo de la superficialidad e ineficacia del quehacer político venezolano: descalificar a priori los reclamos de “los gatos” sin analizarlos a fondo y querer tapar todos los errores  de la gestión pública con “la calle” es un sinsentido que tiene al país en estado crítico. Mientras la política queda reducida a quien mete más gente en la calle,  la situación de los ciudadanos cada vez es más difícil: no estamos seguros en ninguna parte, crece el desempleo, el dinero no alcanza para vivir, las instituciones del Estado han colapsado de tal manera que tienden a desaparecer… Y digan lo que digan, esto no se arregla ni con discursos ni con “la calle”.

Si queremos progresar como país tenemos que “pararle” más a las ideas;  especialmente a aquellas  que producen progreso y prosperidad. La historia nos ha enseñado que lo que ha trasformado el rumbo de la humanidad, no es el  número de asistentes a los actos, sino el efecto de las ideas que en ellos se exponen. De esto sobran los ejemplos; voy a citar uno solo: El budismo,  que es una de las religiones más numerosa del mundo, nació del discurso que dio Buda a sus discípulos en Benarés;  se dice que en ese acto solo estuvieron presentes cinco personas, es decir ¡cuatro gatos! jblanco@ucab.edu.ve  Twitter @zaqueoo

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