lunes, 20 de agosto de 2012

El valor y la fuerza: un reconocimiento para los que no ganaron medallas

El comienzo de las vacaciones ha coincidido con los Juegos Olímpicos de Londres 2012, un espectáculo impresionante, no solo en lo deportivo, porque unos Juegos Olímpicos son una oportunidad para apreciar todo ese fenómeno que constituye la cultura humana. La tecnología nos permitió observar en tiempo real las diferentes competencias y escuchar las opiniones de los especialistas sobre los resultados, a veces objetivas y otras matizadas por los sentimientos o las pasiones que son naturales en los seres humanos. Sobre esto último quiero hacer una observación muy personal, porque pareciera que el triunfo no solo concede medallas a los ganadores, sino que borra la existencia de todos los demás que participaron pero no triunfaron, y esto no es justo.

Es lógico que los vencedores ocupen las primeras planas de los medios y que la clasificación en el medallero sea el centro de atención, pero hay detalles que se escapan por ese afán de centrar la atención solo en las medallas de oro, me refiero al espíritu de lucha y afán de combate de quienes no tienen las mismas fuerzas que los “plusmarquistas”. En efecto, hay atletas que van a demostrar que son los mejores, y hay otros que van a enfrentarse a ellos en condiciones de aparente desventaja. Para mí, estos son los verdaderos héroes, los que sabiendo que no tienen el mismo nivel van a luchar contra los “dioses”.

Con lo que aquí escribo no quiero descalificar a los medallistas, sería absurdo; además, debemos estar contentos por la medalla de oro de Rubén Limardo, pero me parece que es un acto de justicia rendirle culto al esfuerzo y a la voluntad de quienes lo intentaron pero no lo lograron, porque a fin de cuentas todos compitieron, aunque solo ganaran los tres primeros. No tengo espacio para detallar los actos de heroísmo que pude observar: la batalla épica de España contra el súper equipo de básquet de Estados Unidos deja un sabor tan bueno como el oro, y ni hablar de la hazaña de México contra el Brasil de Neymar y Marcelo, y muy por encima de ellos el atleta que se desplomó en plena caminata cuando las fuerzas del cuerpo no soportaron la exigencias de la voluntad, o el que sin piernas corrió con unas prótesis. Esto es lo sublime del hombre, la lucha contra sus limitaciones y debilidades.

Al terminar los juegos, en un programa de televisión de alta sintonía se discutía sobre el mejor atleta del evento; es muy difícil saberlo, porque las disciplinas son diferentes y las exigencias también: una cosa es tener la mayor fuerza, el récord y las medallas, y otra la voluntad y el valor para enfrentar la adversidad; en esto no es fácil decir quién es el mejor. Por eso, mientras observo la ceremonia de cierre de los juegos con muchos protagonistas musicales de mi generación, y la inexplicable ausencia de los Rolling Stones, viendo que solo se habla de los ganadores, he querido dedicar unas líneas de reconocimiento a quienes lucharon pero no ocuparon el pódium; igual que todos esos ciudadanos ordinarios que no son estrellas, ni salen en las primeras páginas de los diarios, pero luchan todos los días para darle a su familia y a su país un destino mejor. 

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