Este es el último artículo que escribo antes de las elecciones
presidenciales. En estas semanas, previas a tan importante evento
electoral, me he dedicado a la promoción de los valores democráticos,
haciendo un llamado a todos los ciudadanos para que participen y no se
queden sin votar. Pasan las horas, se acerca el momento y la tensión
crece. No se puede negar que, no solo hay nerviosismo, también hay mucho
temor, porque en el debate político se ha asomado la posibilidad de que
se produzcan acciones de violencia. Ante esta situación, las personas
creyentes apelan a ese gran remedio que les brinda la fe: la oración. En
mi trabajo, todas las mañanas a las 8:00 en punto, varias compañeras
dedican 5 minutos a orar por Venezuela; no por Capriles o por Chávez:
por Venezuela. En algunas parroquias de Ciudad Guayana se han organizado
novenarios para orar por la paz del país, y muchas personas,
individualmente, dedican sus oraciones u ofrendas a Dios, para que nos
ayude a salir bien librados de este trance y el país se enrumbe hacia la
prosperidad espiritual y material.
Hablar de estos temas en tiempos de ateísmo y agnosticismo le puede
parecer inútil a hombres que solo creen en realidades materiales. Pero
la experiencia ha demostrado que las comunidades espirituales que se
reúnen en torno a la oración han conseguido cosas increíbles. En el
libro de Dominique Lapierre Más grandes que el amor, se cuenta
la historia de Jacqueline de Decker, una mujer de origen belga, que
viajó a la India con la intención de unirse a las religiosas de la orden
fundada por la Madre Teresa de Calcuta, pero una grave enfermedad en la
columna vertebral frustró sus aspiraciones y la obligó a regresar a su
país. Estaba agobiada por la enfermedad y el fracaso de su proyecto de
vida, cuando recibió una carta de la Madre Teresa que, la invitaba a
hacerse Misionera de la Caridad, uniéndose espiritualmente con la
oración a todos los que trabajaban para aliviar el sufrimiento de los
enfermos. Así nació la Asociación de Enfermos dolientes afiliada a las
Misioneras de la Caridad, una comunidad universal con millones de
miembros en todo el mundo. Como no me puedo extender más sobre esto,
recomiendo la lectura de ese libro, especialmente el capítulo titulado Eslabones para cercar el mundo con una cadena de amor.
Hay una frase que en el debate político se ha puesto de moda: “No hay
que dejar que el adversario marque la agenda”. En el lenguaje de los
viejos duelos se podría decir, “evita que el rival escoja el lugar y el
arma”. El problema está en que “las armas y las agendas” del debate
electoral no han sido las mejores, porque como he dicho en más de una
oportunidad, el tono de la campaña electoral está creando un peligroso
clima de violencia que, lamentablemente ya se ha materializado en
acciones como las del pasado sábado en Barinas. Por eso, no se debe ver
con malos ojos que, en horas donde evidentemente es necesaria la acción
cívica, algunas personas apelen a sus reservas espirituales, para pedir a
Dios que ayude a los que promueven la paz y la reconciliación en
nuestro país. Quién quita que esto se convierta en el nacimiento de una
gran cadena de amor que una a todos los venezolanos. Ojalá que así sea.
Pero, repito, independientemente de la creencia religiosa o la
ideología política, el próximo domingo hay que ir a votar, porque eso es
lo más importante que puede hacer un verdadero patriota por el país en
este momento.
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