Cuando el historiador Heródoto recorrió Egipto en el año V antes de
Cristo, dijo que esa región era un don del Nilo. Inclusive, algunos
historiadores posteriores sostienen que para los antiguos egipcios el
rio Nilo decidía la vida y la muerte: era un verdadero milagro. De igual
forma la historia de muchas ciudades está estrechamente ligada a sus
ríos. En este mismo orden de ideas, hoy 2 de julio, fecha escogida
oficialmente para celebrar la fundación de Ciudad Guayana, podríamos
decir que debe su existencia al soberbio Orinoco y al caudaloso Caroní.
He observado con agrado que en los últimos años se ha despertado un
gran interés por contar la historia de la ciudad. Las anécdotas de sus
fundadores, las crónicas populares o los enjundiosos estudios realizados
por los historiadores, han hecho que la historia regional cobre
importancia. Pero además de los actos producidos por la voluntad de los
hombres, hay tres hechos naturales sin los cuales no hubiera nacido
Ciudad Guayana: la riqueza minera del cerro La Parida (hoy cerro
Bolívar), la presencia del Orinoco como opción de navegación hacia el
mar y el potencial hidroeléctrico del río Caroní.
Hay un acontecimiento en nuestra historia que no se le está dando la
importancia que merece. Cuando se estudió la forma de sacar el hierro
desde el cerro Bolívar hacia el exterior, se analizaron dos
posibilidades: construir una vía férrea desde el cerro hacia el puerto
de Guanta en Anzoátegui y desde allí embarcar el mineral, o construir un
puerto en la desembocadura del Caroní en el Orinoco y sacarlo por el
río hacia el mar. Si se hubiera optado por la primera opción hoy Ciudad
Guayana no existiría, pero como se escogió la segunda, estamos contando
su historia. En este sentido coincido con quienes sostienen que, en una
galería de personajes célebres de la región no debe faltar el nombre de
Luis Felipe Lloverá Páez, porque independientemente de la posición
política que ocupó, fue factor importante en esta decisión.
Posteriormente vino el descubrimiento y explotación del potencial
hidroeléctrico del Caroní, factor importante en el desarrollo de la
región. Y de allí en adelante, la historia está estrechamente ligada a
esos dos grandes ríos que son parte inseparable de la ciudad. No sé si
es una exageración decir que Ciudad Guayana es un milagro de sus ríos,
pero sin ellos no existiría.
El cumpleaños de la ciudad llega en un momento difícil. De todos es
conocida la magnitud de la crisis; hay optimismo y pesimismo pero este
último sentimiento se está generalizando rápidamente y muchas personas
creen que aquí no hay salida ni esperanza. Es increíble que el absurdo
humano haya desperdiciado en poco tiempo la riqueza que la naturaleza
ofrece generosamente. Pero los ríos siempre están allí, con su corriente
y sus ciclos, indicándonos que en la vida siempre hay nuevas
oportunidades. Desde Heráclito hasta Herman Hesse, los ríos han servido
de inspiración y reflexión; este último, en la novela Siddharta dice:
“El río me enseñó a escuchar, me enseñó que nada permanece igual. Que
todo se trasforma y todo regresa. El río está en todas partes, en su
origen, en su desembocadura, en los rápidos en el mar. Para él solo
existe el presente sin la menor sombra de pasado o de futuro… El río es
el mejor maestro… hay que dejar de buscar y preocuparse, para aprender a
ayudar y amar”.
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