El pasado viernes fui invitado por los
estudiantes del grupo Generación
Ucabista a un Café Jurídico para conversar
sobre los precios justos. Tenía que compartir con los profesores Ramón Sosa y Raúl
Gil, pero una disfonía aguda no me lo permitió. Como quedé en deuda, ahora tomo el teclado para escribir sobre lo
que iba a decir en referencia al tema
discutido, apoyándome en la Doctrina económica y social de la iglesia.
Metafóricamente podemos decir que el estómago
de la gente está pagando por el desconocimiento e improvisación de quienes
ignora la experiencia histórica y las realidades de eso que se llama el mundo
de la economía. El 23 de mayo de 1931 el Papa Pio XI publica la Encíclica Quadragesimo anno, donde ofrece
una visión orgánica del orden social, enlazándolo con la doctrina del solidarismo cristiano. Allí,
sobre el problema que agobia a la gente cuando se encuentra ante la tragedia de
que su salario no le alcanza para vivir, dice que hay que considerar de manera equilibrada
tres puntos: El sustento del obrero y de su familia, la situación de las
empresas y la necesidad del bien común.
En primer lugar, considera la Encíclica, que es necesario
fijarle al trabajador una remuneración que alcance a cubrir el sustento suyo y
el de su familia, Concluyendo en este punto que, “si esto no fuera posible, la
justicia social postula que se introduzca lo más rápidamente las reformas
necesarias para que se fije a todo ciudadano adulto un salario de este tipo. No
está fuera de lugar hacer aquí el elogio de todos aquellos que, con muy sabio y
provechoso consejo, han experimentado y probado diversos procedimientos para
que la remuneración del trabajo se ajuste a las cargas familiares, de modo que
aumentando estas aumente también aquel…” El problema es que en nuestra realidad las
cargas son muy grandes y los aumentos muy pequeños.
En segundo, lugar dice la Encíclica: “Para
fijar la cuantía del salario deben tenerse en cuenta también las condiciones de
la empresa y del empresario, pues sería injusto exigir unos salarios tan
elevados que, sin la ruina propia y la consiguiente de todos los obreros la
empresa no podría soportar” Esta es la otra cara de la moneda, para pagar
buenos salarios las empresas tiene que estar saludables económicamente, de nada
vale subir sueldos para quebrar las empresas y que empresarios y trabajadores
se arruinen: aquellos pierden su inversión y estos se quedan sin trabajo.
En tercer lugar, dice que la cuantía del
salario debe acomodarse el bien público económico que describe así: “hay otro
punto de no menor importancia y en nuestros tiempos sumamente necesario, o sea,
que se dé la oportunidad de trabajar a
quienes pueden y quieren hacerlo… ¿Quién ignora, en efecto, que se ha debido a
los salarios, o demasiado bajos o excesivamente elevados, el que los obreros se
hayan visto privados del trabajo? En pocas palabras, cuando no hay equilibro
económico no hay trabajo para quien lo busca y quiere vivir honestamente de un
salario. Y esto es lo que estamos viendo con la cantidad de venezolanos que se van
buscar empleo en otros países.
Y termina con una cita que es importante
considerar y por eso la trascribo íntegramente aunque sea un poco larga: “A
esto contribuye grandemente también la justa proporción entre los salarios, con la cual se relaciona
estrechamente la proporción de los precios a que se venden los diversos
productos agrícolas, industriales, etc.
Si tales proporciones se guardan de una manera conveniente, los diversos ramos
de la producción se complementarán y ensamblaran, aportándose, a manera de
miembros, ayuda y perfección mutua. Ya que la economía social logrará un
verdadero equilibrio y alcanzará sus fines, solo cuando a todos y a cada uno
les fueren dados todos los bienes que las riquezas y los medios naturales, la
técnica y la organización pueden aportar a la economía social; bienes que deben
bastar no solo para cubrir las necesidades y un honesto bienestar, sino también
para llevar a los hombres a una feliz condición de vida, que, con tal de que se
lleven prudentemente las cosas, no solo no se opone a la virtud, sino que la
favorecen notablemente”
Sin entrar en las profundidades de los
análisis que hacen los economistas, esto fue lo que dijo la Doctrina social y
económica de la iglesia en 1931 y en esto es lo que yo creo. En materia
económica no hay prudencia ni equilibrio y en vez de construir espacios de
cooperación y armonía, la sociedad se ha convertido en una especie de ring de
boxeo, donde crece la confrontación entre adversarios, que solo piensa en
vencer al otro. Entre tanto, mientas la Organización Mundial de la salud,
considera que, para una vida digna, una
familia debe tener un ingreso de siete dólares al día, en Venezuela, eso es más o menos lo que puede ganar en un mes.
La realidad se ha definido de diferentes
maneras, pero la más sencilla puede ser la que mejor ilustra nuestro problema:
“Es lo que existe en el mundo independientemente de nuestros pensamientos” Y de
nuestras palabras, añadiría yo.-
(twitter @zaqueoo)
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