domingo, 28 de enero de 2018

No es un mundo para viejos



El irrespeto juvenil fue uno de los primeros temas de tertulia en este inicio de año. Tomando un café con el Padre Sabino, comentamos el caso del profesor uruguayo que renunció a su trabajo porque no soportó el irrespeto de los alumnos hacia su persona. El docente cuenta su amarga experiencia por las redes sociales, y el asunto se volvió “viral” cuando otros comienzan a contar experiencias similares difíciles de creer a una mentalidad tradicional,  que ve con asombro que, en las aulas universitarias, se ha instalado la “costumbre” de que los alumnos, en vez de atender al profesor se dediquen a  consultar o enviar mensajes por el celular, en claro irrespeto a la persona del docente  y a la enseñanza académica que parece importar poco o nada.

Pero el problema no es solo que el respeto como valor moral esté desapareciendo de la vida  del hombre de hoy, lo más grave, es que muchas personas, e inclusive un sector de la intelectualidad pretenden justificarlo,  hasta llegan a verlo como algo normal.
En más de una ocasión, ante el lamento de que no se respetan ni las leyes ni a las personas, aparece quien pretende justificar la situación, diciendo que se vive un nuevo tiempo que no se comprende. Dicen que hoy,  la libertad está por encima de la autoridad; por lo tanto, exigirle al hombre contemporáneo que sacrifique su felicidad y su vida,  por respetar un conjunto de valores tradicionales  en los que no cree, es algo absurdo.  Y para defender esta tesis se invocan ideas  tomadas de la Modernidad liquida de Bauman, o la Civilización como Espectáculo de Vargas Llosa

Así las cosas y volviendo al mundo universitario, consideran estos defensores de las “relaciones liquidas”, que a los jóvenes de hoy  hay que enseñarle lo que les interesa,  -y entretenga- , añadiría yo. Y si el profesor los aburre con La Caverna de Platón o la Ética Nicomaquea de Aristóteles, que acepte su fracaso, por no entender, lo que decía Nietzsche en su obra  Así hablaba Zaratustra: “Pobre viejo, no se ha enterado de que Dios ha muerto”
Estas ideas “postmodernistas” me hacen pensar que debería cambiar la enseñanza de la Filosofía o Historia de las ideas jurídicas, por materias como La cultura del rock o La filosofía del Futbol, que no me desagradan y ya he preparado un borrador de programa. El problema es que, sigo siendo un hombre viejo; un hombre que, siguiendo parcialmente a Kant, cree que la libertad sin respeto no existe, porque precisamente, solo hay derechos donde la libertad de unos se armoniza con la libertad de otros, bajo la tutela de una ley universal. Lo demás son inventos para justificar el individualismo anárquico y posesivo.

Cuando regresé a mi casa después tertulia reflexiva que comenté al principio, por la tele estaba pasando la película de los hermanos Coen  No es un país para viejos. La trama se basa en la novela homónima del escritor estadounidense Cormac McCarthy: un autor seco y minimalista, que de manera cruda,  retrata las miserias del drama humano. Al final de la película, después de presentar las  aventuras o desventuras de personajes perversos y sin valores, que no se detienen ante nada por un maletín de dólares, se reúnen dos viejos policías hablando de este desastre, y uno le pregunta al otro -palabras más palabras menos-  ¿Cuándo empezó todo esto? Y El otro contestó: “Cuando los muchachos dejaron de decir, Señor y Señora”.

Creo que la idea está clara: guste o no guste, cuando el respeto pasa de moda, y ante el abuso y la desconsideración, no se dice nada,  o se ríe la gracia, se está abonando el terreno para que crezcan las hierbas de delito que destruyen la vida: la travesura del niño de hoy, es posible que se convierta en el delito del hombre del mañana.Y a quienes dice que no se puede pretender que el niño o el adolescente estén siempre atados a la tiranía de sus mayores, les repito la frase de José Luis Martin Descalzo: “Prefiero la tirana de la familia antes que la tiranía de la moda”.

En fin, arrancamos un nuevo año en medio de muchos problemas. Deseo que la situación de la gente mejore, pero esto solo se logrará si recuperamos el valor de las virtudes ciudadanas, aunque me digan que eso son cosas de viejos y, en este sentido,  pareciera que “este no es un mundo para viejos”; ustedes me entienden.


Por ahora no pienso renunciar como lo hizo el profesor uruguayo, porque como decían los griegos el tiempo es circular, y ante el posible fracaso o agotamiento de las sociedades  liquidas,  vengan nuevamente las sociedades sólidas, donde las personas sean tratadas con el respeto que se merecen. Y creo que este es un buen propósito para comenzar el año: reivindicar lo que nos hace dignos y humanos. - (twitter @zaqueoo)

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