Los conflictos humanos muchas veces se
producen por cosas absurdas. Esto fue lo que le pasó a un vecino de esta
querida Ciudad Guayana, por querer ser
el primero en disfrutar de la televisión a color en su barrio. En efecto, cuando
se iniciaba la década de los años setenta, en Venezuela no había trasmisiones
de televisión a color, teniendo que conformarse los televidentes con ver las
cosas en blanco y negro. Más o menos, entre los años 72 y 73, comienzan a llegar al país los primeros
televisores a color que, demás está decir, no estaban al alcance de todo el
mundo. Por eso, en 1974, el entonces
presidente de la república Carlos Andrés Pérez, decidió prohibir las
trasmisiones de televisión a color, hasta
que todos los venezolanos pudieran tener un
aparato a colores.
Pero como siempre ocurre ante las
prohibiciones legales, el ingenio humano se las arregla para evadirlas. Y así
los técnicos inventaron unos filtros que permitían ver la televisión a color, para escapar de aquella orden
dictatorial, que obligaba a todos a ver
las cosas en blanco y negro. Esto llegó
a oídos del vecino arriba mencionado, que no escatimó en gastos ni
esfuerzos hasta que se compró un “televisor a color con filtro”.
La llegada del televisor a la casa fue un
acontecimiento familiar y vecinal: de la noche a la mañana el hombre se
convirtió en el personaje más importante del barrio, porque en algunas
ocasiones sacaba el mágico aparato al porche de la casa, para que los vecinos
disfrutaran de la pantalla a color. Así, sus amigos colindantes, vieron el combate entre George Foreman y Mohamed
Alí, el 30 de octubre de 1974 en Kinsasa
(Zaire), y muchos otros eventos míticos de aquella década, en que se pasaba
trabajo, pero no se sufría tanto como ahora.
Pero la cosa se complicó cuando la esposa se
quejó, diciendo que “ese no podía ser el televisor del pueblo”. Entonces se acabaron las “sesiones nocturnas de
televisión a color al aire libre” quedando el aparato para el uso exclusivo de
la familia en la sala de la casa. Desde ese momento, el apreciado vecino fue
visto como un ser egoísta y desconsiderado, que no merecía ni el saludo de quienes antes
eran sus amigos.
Pero los problemas del televisor no
terminaron allí, porque a pesar de que
solo había dos canales, no había acuerdo familiar para que todos vieran el
mismo programa al mismo tiempo. Y así empezaron las peleas entre los hijos, la esposa y su
marido, cosa que hizo que este se enojara
y se llevara el televisor a su cuarto para disfrutarlo él solo. Las
relaciones se hicieron tan tensas que hasta la abuela un día exclamó: “Bendito
televisor, en mala hora lo trajeron a esta casa”
Así siguieron las cosas en una sociedad
dividida entre los pocos que tenían estos televisores a color “ilegales” y los ciudadanos
honestos que seguían su programación en blanco y negro. La situación llegó a su
fin, cuando en 1979 el gobierno de Luis Herrera levantó la prohibición, y en los 80 comenzaron las transmisiones de
televisión a color. Entonces el mercado se llenó de todo tipo de marcas, que se
vendían a los ciudadanos de a pie, a
crédito y con grandes facilidades de pago.
Como puede ver el lector, este domingo
cambié el estilo: del artículo de opinión tradicional, pasé a este articuento, basado en un hecho
real, maquillado con toques de ficción, para
reflexionar sobre lo que nos divide y no nos permite vivir en paz. Según la
abuela de la anécdota, la culpa fue del televisor que sembró la discordia, convirtiendo al buen padre y vecino en un ser
más despreciable que el avaro de Dickens. Pero la conclusión no es tan fácil: las
cosas no son buenas ni males, lo
perverso sale de los corazones de los hombres que siempre buscan excusas para
no reconocer su incapacidad para controlar la avaricia, la envidia o el odio, que es lo que verdaderamente hace daño.
Si los jóvenes de hoy se molestan en leer
este artículo hasta el final, y están viendo la televisión al mismo tiempo, entérense
de que en el pasado las imágenes a color estuvieron prohibidas por motivos
sociales, -según dice la historia- cosa
que en aquellos tiempos trajo sus problemas. Hoy todo eso está superado por la
revolución tecnológica, que nos regala la posibilidad de poder disfrutar de
cientos de canales por cable con alta definición y hasta en tercera dimensión.
El problema es que la tecnología no nos ayuda a corregir las bajas pasiones del
hombre: llegó la televisión a color pero la discordia permanece, y parece que
es para siempre.- (twitter @zaqueoo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario