domingo, 28 de enero de 2018

El televisor de la discordia

Los conflictos humanos muchas veces se producen por cosas absurdas. Esto fue lo que le pasó a un vecino de esta querida Ciudad Guayana, por  querer ser el primero en disfrutar de la televisión a color en su barrio. En efecto, cuando se iniciaba la década de los años setenta, en Venezuela no había trasmisiones de televisión a color, teniendo que conformarse los televidentes con ver las cosas en blanco y negro. Más o menos, entre los años 72 y 73,   comienzan a llegar al país los primeros televisores a color que, demás está decir, no estaban al alcance de todo el mundo. Por eso, en 1974, el  entonces presidente de la república Carlos Andrés Pérez, decidió prohibir las trasmisiones  de televisión a color, hasta que todos los venezolanos pudieran tener un  aparato a colores.

Pero como siempre ocurre ante las prohibiciones legales, el ingenio humano se las arregla para evadirlas. Y así los técnicos inventaron unos filtros que permitían ver la televisión  a color, para escapar de aquella orden dictatorial,  que obligaba a todos a ver las cosas en blanco y negro. Esto llegó  a oídos del vecino arriba mencionado, que no escatimó en gastos ni esfuerzos hasta que se compró un “televisor a color con filtro”.

La llegada del televisor a la casa fue un acontecimiento familiar y vecinal: de la noche a la mañana el hombre se convirtió en el personaje más importante del barrio, porque en algunas ocasiones sacaba el mágico aparato al porche de la casa, para que los vecinos disfrutaran  de la pantalla a color.  Así, sus amigos colindantes, vieron  el combate entre George Foreman y Mohamed Alí,  el 30 de octubre de 1974 en Kinsasa (Zaire), y muchos otros eventos míticos de aquella década, en que se pasaba trabajo, pero no se sufría tanto como ahora.

Pero la cosa se complicó cuando la esposa se quejó, diciendo que “ese no podía ser el televisor del pueblo”.  Entonces  se acabaron las “sesiones nocturnas de televisión a color al aire libre” quedando el aparato para el uso exclusivo de la familia en la sala de la casa. Desde ese momento, el apreciado vecino fue visto como un ser  egoísta y desconsiderado,  que no merecía ni el saludo de quienes antes eran sus amigos.

Pero los problemas del televisor no terminaron allí, porque  a pesar de que solo había dos canales, no había acuerdo familiar para que todos vieran el mismo programa al mismo tiempo. Y así empezaron las  peleas entre los hijos, la esposa y su marido, cosa que hizo que este se enojara  y se llevara el televisor a su cuarto para disfrutarlo él solo. Las relaciones se hicieron tan tensas que hasta la abuela un día exclamó: “Bendito televisor, en mala hora lo trajeron a esta casa”

Así siguieron las cosas en una sociedad dividida entre los pocos que tenían estos televisores a color “ilegales” y los ciudadanos honestos que seguían su programación en blanco y negro. La situación llegó a su fin, cuando en 1979 el gobierno de Luis Herrera  levantó la prohibición,  y en los 80 comenzaron las transmisiones de televisión a color. Entonces el mercado se llenó de todo tipo de marcas, que se vendían a los ciudadanos de a pie,  a crédito y con grandes facilidades de pago.

Como puede ver el lector, este domingo cambié el estilo: del artículo de opinión tradicional,  pasé a este articuento, basado en un hecho real,  maquillado con toques de ficción, para reflexionar sobre lo que nos divide y no nos permite vivir en paz. Según la abuela  de la anécdota,  la culpa fue del televisor  que sembró la discordia,  convirtiendo al buen padre y vecino en un ser más despreciable que el avaro de Dickens. Pero la conclusión no es tan fácil: las cosas no son buenas ni males,  lo perverso sale de los corazones de los hombres que siempre buscan excusas para no reconocer su incapacidad para controlar la avaricia, la envidia o el odio,  que es lo que verdaderamente hace daño.

Si los jóvenes de hoy se molestan en leer este  artículo hasta el final,  y están viendo la televisión al mismo tiempo, entérense de que en el pasado las imágenes a color estuvieron prohibidas por motivos sociales, -según dice la historia-  cosa que en aquellos tiempos trajo sus problemas. Hoy todo eso está superado por la revolución tecnológica, que nos regala la posibilidad de poder disfrutar de cientos de canales por cable con alta definición y hasta en tercera dimensión. El problema es que la tecnología no nos ayuda a corregir las bajas pasiones del hombre: llegó la televisión a color pero la discordia permanece, y parece que es para siempre.- (twitter @zaqueoo)




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