domingo, 28 de enero de 2018

Sobreviviendo

De acuerdo con el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española,  la palabra sobrevivir significa: 1ª Vivir después de la muerte  o de un determinado suceso o 2ª  Vivir con  escasos medios o en condiciones adversas. Esta palabra se ha convertido el algo común en el saludo de los venezolanos en este comienzo de año. Ante la pregunta o formula de cortesía ¿cómo está usted? la repuesta que se generaliza es “sobreviviendo”. E independientemente de que se conozca en detalle  lo que dice el diccionario, la palabra refleja la realidad, porque ciertamente la gente está viviendo en condiciones  muy dificultosas.

La inflación desbordada y alocada, además de poner en peligro la existencia de muchas personas, que se ven privadas de lo indispensable como es la comida, está acabando con la forma de vida de mucha gente, especialmente de los profesionales. Me decía un contertulio universitario que  en este momento es difícil que el salario de un profesional alcance para cubrir la canasta básica, y eso explica que se vayan a otros países o se dediquen a hacer cosas diferentes a la carrera que han estudiado, generándose un grave problema tanto individual como social.

La profesión es mucho más que una solución para resolver el problema económico. Dice José Francisco Juárez Pérez,  en la presentación a una publicación de la Universidad Católica Andrés Bello, sobre ética profesional que, “la profesión es un modo de vida que busca el perfeccionamiento constante del ser humano a través de la ética y los valores” .Esto es lo que distingue el auténtico desempeño del profesional de la simple rutina de trabajo que busca obtener recursos de cualquier manera para poder sobrevivir.  El ejercicio de la profesión le da sentido a la vida del profesional; sentido que se pierde cuando tiene que dedicarse a otra cosa.

Pero además del problema individual,  los profesionales cumplen una importantísima función social al colocar su experticia al servicio de los problemas de la gente. La sociedad necesita médicos que curen enfermedades, ingenieros que construyan, abogados que legislen y defiendan adecuadamente a los justiciables etc. En consecuencia, cuando la profesionalización está en peligro de desaparecer, como ahora está ocurriendo,  la vida social está en peligro, porque no se garantiza el derecho de acceso a los avances de la ciencia. Esto no es una especulación tremendista, es un problema real que tiene que atenderse de inmediato.

Y lo más grave es que,  en general, más allá de lo profesional,  el trabajo del hombre, que desde tiempos inmemoriales ha sido la forma de “ganarse el pan” ha perdido su valor,  afectando seriamente tanto la economía como la moral social. La mayor tragedia que puede sufrir un pueblo, es que su gente no pueda vivir con  el producto de su trabajo.  Así estamos y no se ven soluciones por ninguna parte; vivimos en un laberinto donde es difícil orientarse para alcanzar la salida.

Por eso, volviendo al principio, todos estamos sobreviviendo, tratando de continuar la vida en medio de dificultades que cada día aprietan más. El peligro es la resignación; acostumbrarse a sufrir sin luchar para salir de la adversidad. Entiendo perfectamente  que hoy se piense primero en el problema personal y después en el social, aunque es difícil separarlos, porque solo en una sociedad que funciona puede haber bienestar individual. Y por aquí puede estar la solución aunque suene utópica: solo el despertar del espíritu del pueblo puede revertir la tragedia.

Independientemente de sus miembros, los pueblos tienen unos rasgos comunes e inmutables que constituyen una característica o espíritu nacional. Venezuela también los tiene, y hay que buscar allí. El despertar del pueblo no tiene nada que ver con guarimbas o saqueos, es una acción colectiva que obligue a colocar los intereses de la gente por encima de todo. Las necesidades están claras y las prioridades también. Hay que cambiar el tiempo de las palabras por el de las soluciones y llegar a acuerdos nacionales sobre lo urgente.

Hoy quiero ser muy parco para no caer en la banalidad o en la demagogia: estamos sobreviviendo y tenemos que remar todos para que la calamidad termine. Ese es el deseo,  cambiar de verbo, porque todos los venezolanos –más que sobrevivir- tenemos derecho a vivir.-  (@zaqueoo)













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