La
canción España camisa blanca que
interpreta Ana Belén dice: “la muerte siempre presente nos acompaña en nuestras
cosas más cotidianas y al fin nos hace a todos igual”. Esto coincide con la
tesis que sostiene que la muerte forma parte de la vida, cosa que el hombre de
hoy no acepta tranquilamente: se vive pensando que la muerte nunca va a llegar,
y cuando ese momento nos toca de cerca, nos derrumbamos presa del sufrimiento y la
desesperación, porque ciertamente la muerte de los seres queridos causa un
profundo dolor.
En
este inicio de año académico la muerte se ha manifestado de manera aguda en la UCAB
Guayana: primero se fue Sebastián, un pionero que dejó una huella imborrable
por su vocación de servicio y carisma personal; después se fue Sara Yegres, una muchacha que alcanzó el
sueño de aprobar la carrera de derecho, pero su corazón se cansó y no le
permitió llegar al acto de graduación y,
por último, la inesperada y
absurda tragedia de José Alberto Arreaza, ocasiona un ambiente luctuoso de
tristeza e incomprensión.
Una
frase muy reiterada en los funerales dice: “Hay dos cosa que el hombre no
quiere mirar de frente el sol y la muerte; por eso, el mejor remedio es vivir sin pensar
en ella, ni hablar de ella”. Esto no es una verdad absoluta, conozco a muchas
personas que la enfrentan de manera directa, sin complejos ni temores e
inclusive quieren apropiarse de ella; me voy a permitir citar a un personaje
que hace vida con nosotros en la UCAB Guayana, un joven de 20 años: Celso
Emilio Vargas Mariño.
Celso,
que quiere graduarse de Comunicador Social, ya se graduó de escritor. Ha
publicado cuatro libros y participado en varios concurso literarios. En su último libro Dante Merino Príncipe del quién sabe, escribe una nota pre-morten que quiero compartir con ustedes, porque
parece Celso no quiere que Caronte lo tome por sorpresa, y nos deja estas líneas sobre la muerte, que están llenas de vida.
“Moriré cualquier mañana de estas tan solo por
haber aceptado tener una vida plena. Moriré joven después de todo, yo que
precisamente pensaba llegar a los 124 años. Quizás exagero, sí, pero con unos
115 me hubiese conformado. Antes de que el momento llegue y se embadurnen de
vacío mis esfuerzos, quiero hablar una vez más, no como si esto fuese un testamento
sino una nota pre-mortem.
Y
decir que me siento bien con lo hecho aunque no siempre fuese lo correcto. Me
da lo mismo haber perdido tiempo por ver televisión o dinero por estar
distraído. Posiblemente (me gustaría pensar que es así) logré un poco de libertad
ante los estándares que tanto quieren imponer. La mía ha sido otoñal, con
algunos cansancios pero con buenas historias para contar. Realmente es una pena
que esté próxima a acabarse. Tengo una gata que se quedará sola y ya no tendrá
a quien maullarle. Cómo explicarle a ella mi dramática desaparición, no
entenderá las razones ni los porqués. Yo tampoco entiendo nada, solo intuyo
conclusiones, siempre ha sido así. Presiento que esto será por haber amado
tanto a una sola persona, por soñar más de lo que el horario de la oficina me
permitía, por comer mucho helado. No me enoja este desenlace, sino los miedos
innecesarios durante el desarrollo. La verdad no habría mejor momento para irme
que ahora que lo espero. Sé que no será así, moriré desprevenidamente y sin
haberme despedido de mis amigos. En fin, supongo que este esfuerzo infantil
solo persigue ganarle al destino, al invierno y a mi propia mala suerte.
Después de todo apenas tengo veinte años y ya he aceptado abrazar a la catrina
en cualquier momento. Esa es, con toda seguridad, una forma más de proclamarse
uno mismo la independencia. O de repente buscar perecer con estilo. Como sea,
esperaré ese silencio que es la muerte mientras termino mi café y con él lo que
fue esta vida”.
Si
detallamos la nota pre-morten de Celso, -que es un joven lleno de vida- nos encontramos que nuestro amigo quiere
hacer lo que Vicente Madoz denomina “vivir la muerte”, que se pude resumir de
la siguiente manera: “Además de pensar en la muerte, de acompañarla y
apropiarse de la misma es preciso vivir la propia muerte. Vivirla incluso antes
de que llegue su realidad biológica. Vivir la muerte significa tener el deseo
acendrado de apropiarnos de la vida hasta el final, lo cual no significa ni
mucho menos “agárranos a la vida hasta el final”, sino dejarnos fluir en
nuestra existencia y apoderarnos de ella con fruición, en ese momento personal
tan importante tan único, como es el proceso de morir”
.
Hasta
aquí la nota pre-morte de Celso y también…
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