lunes, 30 de octubre de 2017

Meditaciones en tiempos de guarimbas


Esta es una recopilación de artículos escritos entre el mes de marzo de 2017 y el mes de agosto de este mismo año. Un periodo de tiempo importante en la historia reciente de nuestro país: el gobierno lo bautiza como “tiempo de guarimbas” y la oposición como “tiempo de resistencia”. Se puede considerar que se trata de una especie de crónica que domingo a domingo recogía el sentimiento  de lo que se vivía en aquellos momentos; eso es lo que le puede dar algún valor, porque se convierte en una especie de diario sobre lo vivido en medio de una crisis que parece ser interminable.
Después de lo ocurrido el 30 de julio y 15 de octubre queda un sabor amargo en la boca. Pareciera que fue un tiempo perdido con elevado costo de vidas humanas que poco importan a los intereses y ambiciones individuales. El tiempo  dirá, porque todo pasa muy rápido.
Los artículos que aquí se recogen tratan del sentimiento de desaliento que invade a los venezolanos, la forma como los ciudadanos no son tomados en cuenta, la apología de la violencia, el problema de “las dos Venezuela”, la rebeldía juvenil, la política y el hambre y la forma como estamos perdiendo la democracia, entre otras cosas.
El artículo que recuerdo con más agrado se titula Las Fresas de la Amargura, allí me remonté a la rebeldía juvenil de los años sesenta comparándola con la de los muchachos de hoy. Para ellos,  que tanto sacrificaron en este tiempo, van dedicadas estas líneas.
El compromiso con la esperanza
en medio del  desaliento (26/03/17)
La sociedad venezolana está seriamente afectada por la desesperanza. Cada día aumenta el número de personas convencidas de que todo está perdido irremediablemente. A pesar de los esfuerzo por levantar el ánimo  y ser optimista, hay una frase que se escucha por todos los rincones “Esto no tiene remedio”. Y más allá de las opiniones, hay hechos que revelan una realidad: la gente, no solo se va del país, sino que se desentiende del destino de Venezuela, porque no cree que existan razones para esperar su recuperación. 
Reflexionando sobre el valor de la esperanza en tiempos de crisis, estuve releyendo la  segunda Encíclica del Papa Benedicto XVI  Salvados por la esperanza (Spe Salvi). Un texto, que viniendo de quien en aquel momento ocupaba el cargo de máxima autoridad en la Iglesia Católica, tiene una elevada carga teológica, pero además, hace una  profunda reflexión histórica, antropológica y política, con la que se puede estar de acuerdo o desacuerdo total o parcialmente, pero nos sirve para reflexionar sobre las dificultades de la vida del hombre en la actualidad.
Sin pretender hacer  una interpretación profunda de la Encíclica, me llama la atención, que en medio de un contexto tan materialista como el actual,  presenta a la esperanza cristiana como la única que puede dar sentido a la vida del hombre, que se encuentra descorazonado y desorientado ante el fracaso de las grandes utopías.
En efecto, el progreso científico, que ha ofrecido indiscutibles ventajas al bienestar humano, no ha sido suficiente para garantizar al hombre una existencia digna. Las ofertas políticas como el neoliberalismo o el socialismo han fracasado y se empeñan tercamente en no reconocerlo, insistiendo en imponer una forma de vivir que produce mucho sufrimiento. Ante esto, vemos como el hombre busca consuelo en la espiritualidad, y parece que se cumple  la profecía de André Malraux: “El siglo XXI será el siglo de la religión o no será en absoluto”.
Benedicto XVI está consciente de la importancia del progreso de la ciencia, o los análisis de Marx sobre los problemas económicos, pero considera que eso no es suficiente, porque “las estructuras son necesarias, pero no son capaces resolver los complejos problemas humanos”
La esperanza cristiana no es una fantasía que cree que  las dificultades de este mundo se van a resolver por arte de magia, y no hay que preocuparse por esta vida, porque lo importante es ganar el cielo; no: la esperanza  es el motor del esfuerzo humano, todo proyecto, empresa o trabajo, solo es posible si va acompañado con la fuerza que da la ilusión de alcanzar el éxito.
Pero a donde quiero llegar, al referirme a la Encíclica, es que el Papa exhorta a que los apóstoles de la Iglesia estén comprometidos con la esperanza y sean sus promotores, porque no se puede ser generador de lo que no se tiene. Y estamos observando con preocupación que hay muchos padres y maestros que no educan para la esperanza.
En los muchos centros educativos, especialmente en las universidades, hay profesores que afectados por la situación que viven, se convierten en promotores de desaliento. En efecto, expresa o tácitamente  pregonan una especie de nihilismo, y le trasmiten a sus alumnos la idea de que nada tiene sentido, y cualquier tarea que se quiera emprender, en este momento y en este país, está condenada al fracaso.
Esto es muy grave, porque la pasión por la docencia se está perdiendo y eso se aprecia en las aulas de clase. El  análisis de la situación social, se queda solo en el diagnóstico del mal sin invitar a buscarle soluciones. Y  poco a poco nos encontramos que además de los problemas comunes, se  está formando a una generación que no cree en el país, y busca su futuro fuera de todo lo que se conoce como la venezolanidad. Si no se ataja esto,  a corto plazo Venezuela perderá a toda una generación.
No se puede pretender una dictadura de las ideas, y que la gente no piense libremente, pero hay cargos donde el compromiso con la esperanza es obligatorio.  El director técnico de un equipo, ante la dificulta de enfrentar a un adversario que es superior, no puede decir a sus jugadores que se olviden de ganar y de antemano  se conformen con la derrota. Si hace esto no sirven como Director. Los equipos pequeños, cuando salen a jugar con los grandes están conscientes de sus limitaciones, pero no descartan que la victoria es una opción. Y en eso es muy importante el mensaje de su Director.
En este momento, los maestros, más que transmitir conocimiento tienen que educar para la esperanza. Cada vez que entren a una clase deben estar conscientes del elevado compromiso que tienen  con sus estudiantes: hay que convencerlos de que la vida siempre ofrece la posibilidad de vencer los obstáculos.
Hoy estamos en un momento en que cobra gran importancia  lo que dice el Concilio Vaticano II en la Encíclica Gaudium et spe: “Se puede pensar con toda razón que el futuro de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar”.
De eso se trata. Y  estoy convencido de que los jóvenes entenderán perfectamente el mensaje.  El pasado lunes terminaba las clases de Filosofía del Derecho hablando de este tema, y se me acercó un alumno para recordarme la frase  de Cortázar: “La esperanza pertenece a la vida; es la vida defendiéndose”
La gente no es noticia
(23/04/17)
El pasado miércoles 19 fue un día muy noticioso  porque la oposición y el oficialismo se “enfrentaban” en la calle convocando a sus seguidores a realizar marchas de apoyo a sus posiciones políticas. La historia es conocida y todo el país sabe lo que pasó, las manifestaciones pacíficas terminaron en lamentables episodios de violencia. Pero los que estuvimos en esos eventos,  pudimos apreciar que lo más importante, la multitudinaria manifestación ciudadana, pidiendo, más que un cambio político, un mejor destino para el país, no fue suficientemente reseñada por los medios de comunicación.
En compañía de mis cuñados asistí a la marcha que salía desde La Churuata  hasta la Plaza Monumental. El “río de gente” era impresionante. Allí estaban los partidos políticos, pero había mucho más, miles de personas que salieron a la calle por diferentes motivos,  desde el rechazo a la política del gobierno hasta la desesperación por el empobrecimiento y la perdida de la calidad de vida.  No se puede negar la importancia de las toldas políticas tradicionales en la organización y conducción de estos eventos, pero una multitud que llenó casi tres kilómetros era mucho más grande que  lo que se conoce como “oposición partidista”.
La marcha era digna de un análisis político y sociológico: gente de todas las edades y diferentes  formas  de expresarse que se evidenciaron durante todo el trayecto, desde el lenguaje mitinesco, pasando por el baile,  la consigna  o la conversación entre caminantes. Había de todo,  pero -repito- destacaba como factor común,  la insatisfacción por lo que se está viviendo y  la esperanza en un futuro mejor. Así iban las cosas,  hasta que la marcha llegó a su destino final. Allí empezaron a caer bombas lacrimógenas y reinó el caos con las consecuencias que todos conocemos: la violencia se hizo presente e impuso su ley.
Las horas siguientes repitieron lamentables episodios de una historia que parece no tener fin: heridos,  destrozos, detenidos y hasta muertos.  La violencia física era acompañada de una fuerte violencia verbal  por las redes, con imágenes que ilustraban lo que las palabras no podían expresar. Y así,  al día siguiente,  los medios, tratando de mantener un equilibrio informativo, describieron  lo que fueron las marchas del gobierno y la oposición, pero se les olvido algo, dejaron por fuera a la gente, que ese día salió masivamente a la calle,  para enviar un mensaje que se perdió entre la discusión absurda y maniquea sobre los buenos o los malos, o quien ganó y quien perdió.
No es la primera vez que lo aparentemente importante oculta las voces de la gente, que tienen mucho que decir y,  duélale a quien le duela,  es la verdadera mayoría. Con el permiso del lector y del formato, voy a cita textualmente la letra de una canción de Serrat que puede explicar mejor  lo que quiero decir.
“Detrás de los héroes y de los titanes, detrás de las gestas de la humanidad,  y de las medallas de los generales, detrás de la estatua de la libertad. Detrás de los himnos y de las banderas, detrás de la hoguera de la inquisición, detrás de la cifras y de los rascacielos. Detrás  de los anuncios de neón. Detrás está la gente,  con sus pequeños temas, sus pequeños problemas sus pequeños amores. Con sus pequeños sueldos, sus pequeñas campañas,  sus pequeñas hazañas y sus pequeños errores”.
“Detrás del Quijote y de Corín Tellado, de Miss Universo y del Escorial. Detrás de Hiroshima y del Vaticano, detrás de la víctima y del criminal. Detrás de la mafia y de la policía, detrás del Mesías  y de Wall Street. Detrás del Columbia y de la heroína, detrás de Goliat y de David. Cada uno a su manera, cada quien con sus modos,  detrás estamos todos, usted, yo y el de enfrente. Detrás de cada fecha, detrás de  cada cosa, con su espina y su rosa,  detrás, está la gente”
¡Grande Serrat! Y particularmente pienso que,  en este momento,  detrás de Maduro y de Julio Borges, detrás del gobierno y de la oposición, detrás de la izquierda o de la derecha, del capitalismo o de la revolución,  detrás está  la gente de Venezuela,  con sus penas y alegrías,  ilusiones y esperanzas, pero parece que no tiene quien la escuche ni quien le escriba.

La paz en las civilizaciones mortíferas
(30/04/17)
El pasado jueves 27 de abril, se realizó en la plaza de la biblioteca de Ucab Guayana una vigilia por los fallecidos en las protestas: una bandera de Venezuela en colores gris y negro,  un atril que sostenía una Biblia y  unas velas encendidas  que portaban los asistentes,  indicaban a las claras cual era el sentido del acto. Las intervenciones estuvieron marcadas por el dolor, la rabia y la angustia. El silencio se impuso por encima de las palabras, porque es difícil hablar  de lo  incomprensible e injustificable
¿Cómo es posible que en una sociedad civilizada se esté viviendo lo que se vive en Venezuela?  ¿Cómo entender que “en tiempos de paz” el derecho a la vida esté permanentemente amenazado,  y los mecanismos constitucionales para las protestas  sean actividades de alto riesgo? La respuesta a  estas preguntas  la podemos encontrar en una lectura honesta de la historia, donde se puede ver que la construcción de la paz es un proceso inacabado,  porque la realidad  es que no hemos superado el trauman de las llamadas “civilizaciones mortíferas”
El análisis sobre las civilizaciones mortíferas  lo encontré  libro de  Jean –Marie Muller,  El coraje de la no violencia, donde se  demuestra  que la “civilización humana”  es una maquina productora de muerte, que se construye  con el sacrificio de millones de personas, y especialmente de los jóvenes.
Se destaca en el prólogo de  la citada obra que,   en 1914 Romain Rollan, intelectual europeo que se oponía a la guerra,  advertía sobre la gran cantidad de jóvenes soldados que iba a enfrentarse a la muerte en los campo de batalla de Europa.  “Cuando la masacre finalizó, nadie se atrevió a reconocer que aquella guerra había sido un crimen contra la humanidad. Todos los sufrimientos acumulados durante aquellos años fueron ocultados por los discursos oficiales, que conmemoraba  la guerra como una epopeya gloriosa: las víctimas se convirtieron en héroes”.
Esto es una verdad indiscutible. Cuando abrimos un libro de historia nos encontramos que   de las batallas solo se habla de las glorias y de los héroes,  pero no de las muertes y el sufrimiento que producen. La muerte en una necesidad que se justifica por  la grandeza de las epopeyas.  “Asi-subraya amargamente Jean Guéhenno – todo horror sufrido se torna en gloria, y la mentira de generación en generación, adquirió una grandeza mítica- ¡Que química tan singular! La historia se vuelve tanto más gloriosa cuanto más sangrienta ha sido. Nuestra memoria es mentirosa. Así se miente el hombre a sí mismo para no reconocer sus crímenes”
Ante esto, concluye  Paul Valeri en 1919, que el hombre descubrió que sus civilizaciones son mortales, porque las heridas no se las producen otros sino que se las causan ellas mismas.  Desde entonces se lucha por la paz y la dignidad de los hombres, con avances y retrocesos sin alcanzar el sueño del mundo feliz deseado.  Los proyectos de Jesús, Mahatma  Gandhi, Albert Luthuli , Martin Luther King, Cesar Chávez,   y muchos otros que pretenden construir la civilización de la no violencia  hasta ahora han fracasado.
Al observar a un grupo de muchachos que con velas en la mano expresan su dolor por las víctimas de las protestas, me vienen  a la memoria  las palabras de Shakespeare  en la escena V de Macbeth: “La vida es un cuento absurdo contado por un idiota sin gracia, lleno de ruido y de furia”.
Y a esto,  añade  José  Antonio Marina  en su libro La lucha por la dignidad: “El hombre es un animal, desdichado por comprender que es un animal, y que aspira a dejar de serlo. Esta es la patética y parricida historia de la humanización. El hombre nuevo quiere matar al hombre viejo. Esa es nuestra historia común, en la que todos podemos buscar nuestra identidad,  Creemos que la humanidad navega por un mar azaroso con rumbo pero sin mapas. Su historia es la crónica de múltiples naufragios. Pero como escribió el sentencioso Seneca: “El buen piloto, aun con la vela rota y  desarmada, repara las reliquias de su nave para seguir la ruta”
Eso es lo importante, no perder el rumbo,  y no abandonar  esa  lucha, que no debe buscar la vitoria sobre los adversarios,  sino triunfar sobre las injusticias. Porque no hay nada más injusto que vivir en una civilización mortífera.- 
El país, la gente y la Constituyente
 (14/05/17)
El tema del momento es la polémica convocatoria del presidente de la República  a una Asamblea Nacional Constituyente. Inmediatamente han surgido voces de rechazo o aprobación desde diferentes  posiciones  políticas o jurídicas. La controversia política analiza su conveniencia o inconveniencia y la jurídica su constitucionalidad o inconstitucionalidad.
Inmediatamente se activaron los mecanismos de propaganda política que pretenden “vender” y convencer de que su propuesta es lo mejor. Y así,  para unos,  la Constituyente es la paz y el progreso,  y para otros,  la consolidación de la primera dictadura del siglo XXI.
Ahora bien, ¿Qué piensa el ciudadano común  de todo esto? Es difícil saberlo,  porque cada cabeza es un mundo y,  como dijo un político español,  en lenguaje no apto para los espacios mediáticos  venezolanos,  “Las opiniones son como los…”traseros”: cada uno tiene uno” y por lo tanto, solo se puede hablar de las opiniones que se conocen.
Conversando con un contertulio de caminata sobre los aspectos jurídicos de la Constituyente, me soltó la siguiente reflexión: Yo no sé nada de derecho, lo que sé,  es que hace algunos años, cuando las cosas no estaban bien, me enseñaron una caja llamada Constituyente, diciéndome que allí estaba la solución de los problemas del país, pero nunca me dijeron que había dentro de esa caja,  y cuando la abrieron,  saltó un… “rollo” que tiene más de 17 años y no termina. Ahora me enseñan otra vez  la caja diciéndome que es una maravilla,  pero tampoco me dicen lo que hay dentro de ella. Lo único que sé, es que tengo tiempo esperando que salgan las maravillas prometidas. Mientras tanto, voy a llegar a los setenta años peor que nunca: a pie, casi no consigo comida y para comprarme una camisa y un par de zapatos paso trabajo” Eso dijo el caminante.
Sobre la pregunta ¿Para qué sirve la Constituyente? quiero comentar que, el primer foro que se realizó en la Universidad Católica  Andrés Bello de Guayana en octubre de 1998, se tituló La Constituyente: ¿solución o ilusión? Su escenario fue el Teatro del Colegio Loyola y participaron como panelistas, el sacerdote jesuita Arturo Peraza, los abogados Eliecer Calzadilla y Luis Antonio Anaya;  yo me encargué de moderar el evento.
El debate de aquel momento se centró más en lo político que en lo jurídico. La gran duda era si  se podían resolver los problemas sociales mediante la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. Todos sabemos lo que pasó después: en diciembre de 1998, Hugo Chávez ganó la presidencia de la República, e impulsó el proceso constituyente que contó con la aprobación de la gran mayoría de los venezolanos.
¿Fue exitosa la experiencia de la Constituyente de 1999? Creo que la mejor respuesta está en los hechos. Si lo que se buscaba era  garantizar un futuro de paz, eso no se logró,  porque hemos vivido en conflicto permanente. Y si lo que se quería era el bienestar y la felicidad del pueblo,  parecer que tampoco hay buenos resultados. Por lo tanto,  la lógica no aconseja repetir experiencias que no han alcanzado los objetivos deseados.
Por otro lado ¿ Es posible una Constituyente en este momento?. Lo veo difícil. La Constituyente del 99 fue impulsada por uno de los líderes políticos más carismáticos de la historia nacional, que contó con un amplio respaldo  popular,  y culminó con una Constitución aceptada por todos, para ser aplicada en un periodo de altos ingresos económicos producto del petróleo. Hoy las cosas son muy diferentes: El liderazgo individual de antaño no existe, el momento económico es malo y la sociedad está dividida de manera irreconciliable.
Pero hay otra cosa. La propuesta se presenta en forma engañosa, porque muchas personas considera que la Constituyente es para buscar  un dialogo pacificador reformando la Constitución Bolivariana  y eso no es así. Hay que hablar claro y decirle a la gente lo significa convocar a una Constituyente Originaria de acuerdo al artículo 347 que acarrea la extinción de la vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Quien tenga dudas sobre esto, que lea el artículo 347 de la Constitución:“El pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente originario. En ejercicio de dicho poder, puede convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución”. Para que no digan que estoy utilizando argumentos de la oposición, voy a citar al insigne maestro de la filosofía del Derecho Luis Recasens Siches : “Se invoca el poder constituyente originario cuando se funda por primera vez una comunidad estatal o cuando el sistema de derecho positivo vigente ha dejado de ser eficaz y debe ser sustituido por otro”. Creo que al buen entendedor no le hacen falta más palabras.
Por eso, hay voces disidentes dentro del chavismo que no apoyan la convocatoria a una nueva  Asamblea Nacional Constituyente,  y  se inclinan por defender y exigir la aplicación de  la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Cosa que considero lo más lógico y prudente ante las circunstancias en que nos encontramos.
En conclusión, no creo que la Constituyente sea una solución, y mucho menos, cuando una parte del país pretende imponérsela a la otra. Esto ya la condena al fracaso.
Pero más allá de lo jurídico o lo político hay que poner los pies en la tierra y reconocer el problema en que nos encontramos, porque  estamos  a punto de perder la esencia de la vida social que es vivir armoniosamente como pueblo. El pelotero Miguel Cabrera dijo en días pasados: “Alguien tiene que tener el poder de ponerse en pie y decir ‘¡Basta ya, se terminó, esto se acabó!’. Porque la gente se está muriendo en Venezuela”. Yo añadiría, el país entero se está muriendo.
Decía José Ingenieros, palabras más palabras menos, que  “las fuerzas vitales de los pueblos siempre se solidarizan en torno al concepto de humanidad y vida común y  los pueblos ajenos a esa vida común no se consideran civilizados, y no lo son”. Hemos perdido temporalmente la armonía de la vida común y el gran reto es poder recuperarla. Tengo la esperanza de que la fuerza vital de Venezuela vencerá a la ebriedad de orgullo y poder.-
El odio y el miedo en el suicidio
de los pueblos (21/05/17)
Cuando un pueblo está dividido porque no se pone de acuerdo sobre la forma en que debe  desarrollarse la vida en común, y  no sabe controlar las diferencias  para  que estas no se conviertan en odio y violencia permanente,  está condenado al suicidio colectivo.
Si queremos caer en la cuenta del peligro que estamos corriendo por el rumbo que toman los acontecimientos, deberíamos revisar la historia de la guerra civil española,  para evitar que nos pase lo que sufrió esa nación en los años 30 del siglo pasado, cuando la ceguera de una  generación  la envolvió en un conflicto que costó más de un millón de muertos y muchas heridas sociales difíciles de curar.
Hay una cita de Manuel Azaña que explica lo que fue aquel conflicto: “Los impulsos ciegos que han desencadenado sobre España tantos horrores, han sido el odio y el miedo. Odio destilado, lentamente, durante años en el corazón de los desposeídos. Odio de los soberbios, poco dispuestos a soportar la insolencia' de los humildes. Odio a las ideologías contrapuestas, especie de odio teológico, con que pretenden justificarse la intolerancia y el fanatismo. Una parte del país odiaba a la otra y la temía. Miedo de ser devorado por un enemigo en acecho: el alzamiento militar y la guerra han sido, oficialmente, preventivos para cortarle el paso a una revolución comunista. Las atrocidades suscitadas por la guerra en toda España han sido el desquite monstruoso del odio y del pavor. La humillación de haber tenido miedo y el ansia de no tenerlo más atizaban la furia”
Si analizamos detenidamente la cita anterior, podemos encontrar muchas semejanzas con lo que estamos viviendo en el país,  y podríamos concluir que el odio y el miedo son causa importante de nuestros males.
Lo primero que hay que destacar es que las partes en conflicto tiene miedo de ser devoradas por el adversario: el gobierno se aferra al poder como tabla de salvación, porque el costo de perderlo es incalculable, y por eso las locuras que está cometiendo; por otro lado, la protesta de diferentes sectores de la oposición se radicaliza y torna violenta por el miedo a que se instale una dictadura que los elimine de manera definitiva. En conclusión, no hay opciones  para los grupos enfrentados que, metafóricamente hablando, consideran que la derrota es la muerte.
Por otra parte,  al lado del miedo está el odio. Un sentimiento que ha ido creciendo en estos 18 años por un conflicto que comenzó con un discurso oficial agresivo, pasado a los insultos y últimamente a una peligrosa escalada de violencia con los resultados  que todos conocemos.
 A pesar de los esfuerzos para alcanzar una reconciliación, el miedo y el odio tienen el juego trancado.  Algo similar a lo que pasó en a la España de 1936 que Unamuno describía de la siguiente manera: “No son unos contra otros, es España contra sí misma, es un suicidio colectivo… En casi todos se enciende el odio y en casi nadie la compasión, da asco ser hombre”
La violencia irracional que estamos presenciando producto de la represión  brutal que desencadena  en los enfrentamientos que se producen a diario, hace que los demonios del odio se suelten en forma incontrolable. En días pasados una persona fue agredida por ser confundida con un miembro del gobierno; se ha desatado una cacería contra familiares de chavistas en el  exterior, produciendo una especie de asesinatos morales que a veces arrastran a personas que nada tienen que ver con los hechos que les imputan. Esto puede  ser comprensible ante lo ocurrido en las protestas,  pero es absolutamente injustificable desde el punto de vista humano e inconveniente para alcanzar una solución pacífica.
A lo anterior, hay que sumarle un sentimiento   de abandono y falta de fe en el futuro que se está apoderando de gran parte de la población, porque creen que  el país padece una especie de enfermedad terminal,  causada por el odio que se insertó en el tejido social destrozando poco a poco la vida en común.
Así están las cosas  lamentablemente ¿Estaremos presenciando el suicidio colectivo del pueblo venezolano, que no puede superar sus miedos y sus odios?  Es pero que no. Y por eso escribo estas líneas tratando de poner un grano de arena para que la ceguera política no lleve el país al abismo.
En este momento, la opinión mayoritaria considera que un  llamado a elecciones, contaría con el visto bueno de una parte importante del  oficialismo y de la oposición.  Esa es la única solución factible. La propuesta de la  Constituyente es un grave error,  que  no va a resolver el problema y le va a echar más leña al fuego.
Hay que parar esta barbarie que parece querer instalarse  definitivamente en nuestras vidas. Recomiendo al lector que lea con detenimiento la cita de Manuel Azaña sobre la guerra civil española. Nos puede servir de mucho, porque en este momento  el país tiene que superar los impulsos ciegos que nacen del odio y el miedo y producen los horrores que estamos viviendo.-

Las fresas de la amargura
 (04/06/17)
Viendo como la Guardia Nacional reprime a los estudiantes en los alrededores de la Universidad Católica Andrés Bello de Guayana, recordé la película de Stuart Hagman Las fresas de la amargura, que trata de la rebelión universitaria norteamericana en los años sesenta. Lo que allí se desarrolla tiene elementos coincidentes con lo que estamos viviendo en estos días: rebeldía juvenil,  indiferencia y apatía de un sector ante los problemas sociales, espectáculo noticioso que ahora alimenta las redes,  arrestos, y sobre todo represión, mucha represión.
La película  no se refiere a una protesta política como la que hoy estamos viviendo, pero al escuchar las intervenciones de los jóvenes en las asambleas que organizan  en la Plaza de la biblioteca de la Universidad, concluyo en que las fresas de la amargura todavía estas presentes.
En el año 2014 en pleno apogeo de la protesta juvenil, encontré un artículo en el diario El impulso de Barquisimeto, donde se hacía una comparación entre el tema de Las fresas de la amargura y  lo que se desarrollaba en aquellos momentos: “Veo, leo, escucho, y capto que en la motivación profunda hay una rabia básica. Un descontento elemental. Los jóvenes se amargan porque no ven futuro, sienten que las oportunidades se estrechan, que su futuro se va esfumando en la incertidumbre. Estudiar y graduarse, ¿para qué? Darle duro al trabajo ¿con qué propósito? La vida mejor que todos tenemos derecho a aspirar la ven remota y difícil. Si estudian, sienten que el título les valdrá de muy poco, que tendrán que seguir viviendo arrimados, que lo que ganen no les servirá para mejorar. Es lo que ven en sus hermanos mayores y en sus primos, ya graduados y sin capacidad de cambiar sus vidas. Por esos lados encontraremos la causa de la protesta. Eso no nació como una conspiración para tumbar al gobierno, y éste se equivoca si lo reduce a una maniobra política sin asidero. Jamás hubiera durado tanto si fuera artificial. Tampoco se acabará porque lo pacifiquen unos gestos. Subirá y bajará la llama del descontento, pero no se apagará completa mientras sus causas estén allí, ante nuestros sentidos. Protesta la amargura. El futuro ya no anda por ahí. Ya no parece disponible. Y eso, para un joven, es lo peor de este mundo. Esas son nuestras fresas de la amargura”
Cito estas palabras porque me parecen proféticas: la protesta no terminará hasta que no desaparezca las causas de la desesperanza juvenil. La protesta del 2014   no se apagó definitivamente porque quedaron brasas del descontento. Y ante la agudización de la crisis política los estudiantes salieron  nuevamente a la calle desafiando todo tipo de riesgo
Hay una manera muy superficial de analizar la protesta de los estudiantes. Se  habla de grupos manipulados por sectores políticos; otros los ven como gente inmadura que cae fácilmente en la trampa del vandalismo y otros los considera héroes que salvarán la patria. Pero hay mucho más: desde 1968 los jóvenes se convierte en un factor político de gran importancia. Su rebeldía surge siempre en momentos de crisis y grandes problemas sociales, produciendo cambios importantes en la manera de vivir.
Hoy los jóvenes están en la calle. Es indiscutible que muchos de ellos forman parte de los partidos políticos, pero el motor de su acción es la rebeldía de sus corazones, que se levanta desafiante contra todo lo que los amenaza. Es muy difícil sacarlos de la calle y creo que estarán allí hasta que desaparezca la amargura.
Me gustaría que los miembros de la fuerza pública se vean en el espejo de la película, para que se convenzan de que la represión no elimina la protesta juvenil, todo lo contrario,  la potencia, porque su insubordinación es como el viento que va y viene sin que se pueda  evitar. En los 19 años de historia de Ucab Guayana los rostros de la protesta en la universidad han cambiado, pero ella siempre está allí y se hace presente cada vez que la juventud se siente agobiada.
La semana pasada el Presidente de la República dijo que había dado instrucciones para acabar con las con las manifestaciones en un lapso de ocho días. Eso es muy difícil, porque como reza un viejo dicho, se puede reprimir o encarcelar a los hombres, pero no a las ideas. Ojalá que la luz del entendimiento ilumine a todos los venezolanos  y podamos poner fin a este conflicto absurdo que nos consume poco a poco.

Han pasado 46 años desde que  Las fresas de la amargura se estrenó en el Teatro Altamira de Puerto Ordaz. Debo reconocer que en aquel momento mi adolescencia intelectual no me permitía mayores profundidades analíticas, y me quedé con la banda sonora: un repertorio de canciones que marcaron toda una época. Hoy, al verla  nuevamente puedo hacer otras lecturas, y entender lo difícil que es comprender a los corazones  rebeldes que no aceptan la sumisión.
El viernes al salir de la Universidad me encontré que el campus estaba solo, los pupitres  estaban bloqueando las entradas a las aulas y una gran pancarta decía “basta de indiferencia”. La amargura se respiraba por todas partes. Entonces recordé la película y la mítica canción de Crosby, Stills &  Nash,  Long Time Gone que, palabras más palabras menos,   dice “Es un largo tiempo antes del amanecer”.-

Hambre, política y constituyente
 (11/06/17)
El jueves pasado asistí a un conversatorio que se realizó en la Plaza Chipia de Los Olivos, para disertar sobre la Asamblea Nacional Constituyente. Fue un evento ameno, sin mayores formalidades, donde los vecinos compartieron con abogados, líderes políticos, e inclusive, representantes estudiantiles, terminando la reunión con el lenguaje universal que a todos nos une: la música
Después de presentar mi opinión sobre el tema en discusión, se me acercó una persona que participó simplemente como oyente y me dijo: “El problema no es la constituyente,  el problema es el hambre del pueblo;  el retroceso más importante en materia de derechos no es solo electoral, porque no le hayan preguntado a la gente si quieren la constituyente, el gran problema es que cada día es más difícil comprar comida”.
El problema del hambre  no es nuevo ni exclusivo de este gobierno; es una tarea pendiente de la humanidad. Al escuchar este reclamo, recordé algo que leí en una conferencia que dictó Francisco Gómez del Castillo, en noviembre del 2008 en la Casa de Emaús de Madrid, sobre las dificultades de la gente para conseguir comida: “El precio de los alimentos en Haití subió un promedio de más del 40 % en menos de un año,  con los de primera necesidad como el arroz, duplicándose… En Bangladés  (a Finales d abril de 2008) unos 20000 trabajadores textiles tomaron las calles para denunciar el aumento de los precios de los alimentos y para demandar aumento de salarios. El precio del arroz se duplicó en el último año, amenazando a los trabajadores que ganan solo 25 dólares. En Egipto las protestas terminaron con dos muertos, cientos de arrestado, policías en las fábricas…Los alimentos  subieron un 40%. A principios de año en Costa de Marfil, miles de personas marcharon hacia la casa del presidente  Laurent Gbagbo cantando “Tenemos hambre y la vida es demasiado cara, nos están matando”
Y no se trata solo de países pobres, hasta en las capitales de los países más desarrollados nos encontramos con protestas por hambre y falta de comida. El problema es que en Venezuela la cosa se ha agudizado de tal manera que amenaza con convertirse en un trauma social incontrolable. Sin pretender invadir materias que no son de mi especialidad y, atendiendo a la información que me llega por las redes, observo que,  mientras el ingreso mínimo ronda los doscientos mil bolívares, la canasta básica está por encima del millón de bolívares. Esto,  a groso modo, y tomando como ejemplo a quienes están incorporados al trabajo formal; ni hablar de los desempleados o excluidos.
A este oscuro escenario económico, hay que sumarle una crisis institucional, donde la confrontación entre poderes genera el mayor clima de inseguridad jurídica que puede haber vivido el país. Veamos lo que dice la gente: “La fiscalía no reconoce a los magistrados del TSJ,  los magistrados no reconocen a la Asamblea Nacional,  la Asamblea no reconoce  al Presidente, y éste,  para remediar la crisis,  propone una Asamblea Nacional Constituyente que es rechazada por la mayor parte del pueblo” Y todo esto en medio de enfrentamientos y protestas que mantienen en vilo a todos los venezolanos. Es difícil que así se recupere la economía
Decía Bertrand Russell, palabras más palabras menos, que en las sociedades humanas, los problemas éticos tienen soluciones éticas, los problemas políticos soluciones políticas y los problemas técnicos soluciones científicas. El error es querer solucionar un problema moral científicamente, o un problema científico políticamente. Y es aquí es donde está el detalle: la economía es una ciencia, y si bien es cierto que la política puede apoyarla, los científicos no puedes ser sustituidos por los políticos. Por eso, vemos que los discursos o las medidas populistas no pueden parar la inflación. Se dice que la Constituyente va resolver los problemas económicos, pero no se explica cómo, cuándo y con quién. Por ahora el fracaso económico es evidente.
Esto es lo que le preocupa a la gente, y especialmente al oyente, que mientas se habla de derecho y de política no se le dice cómo va a hacer para conseguir comida o medicinas. Y si las consigue como va a pagarlas, si cada día los precios suben y los sueldos se quedan igual.
Cada vez que me invitan a estas charlas, al final surge la pregunta  ¿Qué hay que hacer? La respuesta es sencilla pero la acción complicada, porque la solución está en que todos los ciudadanos salgan a la calle a exigir acciones en favor del país, y no de parcialidades políticas. El problema que vivimos se debe a que la mayoría dejó en manos de los políticos el manejo de los asuntos públicos.
Voy terminar citando parcialmente A Fernando Savater, que en su libro Ética de Urgencia, dice al respecto: “Es muy importante abrir los ojos a que somos una sociedad cuyos asuntos públicos debemos gestionar entre todos. Se llama sociedad por eso, porque somos socios, y no hay ninguna empresa de la que te puedas desligar, no es conveniente dejarlo todo en manos de los ejecutivos, no es practico ni inteligente”…  Sobre la protesta dice: “Sirve para darse cuenta de que la política no es cosa negativa, un fastidio una pérdida de tiempo. Por un momento se dejaron escuchar frases como: “Yo no me meto en política”  “Que mala es la política”  “No, no, yo no me quiero poner en la política”  Los ciudadanos descubrieron que si no te metes en política, más tarde o más temprano la política se meterá contigo, que es lo que está pasando ahora, que la política se ha metido hasta en el comedor de las personas”
Y hasta aquí, estas reflexiones, producto de una conversación con un oyente, que quiere que le hablen más de la comida, que de la constituyente.-

¿Se perdió la democracia?
(16/07/17)
El próximo domingo 16, es decir, cuando el amable lector lea lo que hoy escribo, es posible que se esté realizando un acto inédito en la historia política del país, porque un importante sector de la sociedad civil organiza una consulta popular en contra de la voluntad del Consejo Nacional Electoral. Esto se hace invocando los artículos 333 y 350 de la Constitución Nacional, como un acto de desobediencia civil organizada contra la actuación del órgano electoral, que a juicio de los promotores de la consulta, ha cerrado las salidas democráticas a la crisis que vive el país.
En la acera de enfrente, es decir, el CNE, dice que garantiza el ejercicio de la democracia con la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, donde los ciudadanos, según su opinión, podrán ejercer sus derechos. No voy a repetir las razones que se esgrimen para defender o rechazar la Convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, porque creo que ya se ha disertado bastante sobre esto y, hasta los más legos, conocen los motivos de las partes. Voy a referirme más bien, a los demócratas y la democracia, porque en medio de tanto desconcierto político, surge la tesis de que ya no hay demócratas, y del mismo modo en que se perdió el poder adquisitivo de los ciudadanos, también se perdió la vida democrática.
Sobre la democracia y sus valores voy a repetir lo que he escrito en otras ocasiones, considerando que, es una conquista del hombre; una forma de gobierno donde el pueblo deja de ser una masa que hay que gobernar, para convertirse en un sujeto que gobierna. La democracia nació para oponerse a los gobiernos monárquicos, aristocráticos u oligárquicos.  Pero hay que aclarar  que  la democracia es mucho más que elegir gobiernos, es una manera especial de vivir, social e individualmente; ser demócrata es una actitud ante la vida.
La democracia no se agota con el acto de votación realizado al terminar los periodos constitucionales de gobierno; la democracia se ejerce cada día, viviendo y haciendo respetar los valores que la sustentan. Un demócrata es un hombre libre, que respeta la igualdad por encima de todo y practica y promueve la tolerancia.
Uno de los valores más importantes de la democracia es la libertad; en una sociedad democrática, los ciudadanos tienen derecho a construir y ser protagonistas de su destino, actuando dentro del marco de la Constitución y las leyes. La vida democrática de una sociedad es incompatible con la desigualdad y la discriminación, sea cual sea: no es demócrata quien desprecia al otro y divide la sociedad. Por último, el demócrata promueve la paz y la tolerancia en las relaciones de los ciudadanos por encima del conflicto y la confrontación.
Y siempre hay que volver sobre lo que debe entenderse por tolerancia. Con bastante acierto se afirma que lo fundamental para la democracia es la tolerancia, esto es: “El respeto y consideración hacia las opiniones o prácticas de los demás aunque sean diferentes a las nuestras”. Pero hay que tener cuidado con lo que entendemos por tolerancia. Cito unas palabras de Guillermo Hoyos: “Permanecer en pura tolerancia puede terminar en indiferencia y frivolidad: tolero tanto al otro que ni me interesa saber lo que piensa y lo que hace. La tolerancia se supera en la actitud de comprensión de los puntos de vista del otro, en el pluralismo razonable, que consiste en reconocer que los otros pueden tener otras concepciones del bien, de la moral, de la religión y de la vida, que tengan tanto sentido para ellos como mis propias concepciones para mí”.
Dicho lo anterior cabe preguntarse ¿Cómo está la salud de nuestra democracia? Lo primero que puede apreciar cualquier observador imparcial, es que el motor de la “política” no es la tolerancia sino el odio, un sentimiento que parece arraigarse en el corazón de mucha gente, al extremo de que consideran que la única solución a los problemas, es la destrucción del adversario político.
En segundo lugar, y de manera preocupante, se observa que el ejercicio de la libertad está limitado. Se pretende que el ciudadano no piense por sí mismo y decida libremente, tiene que alinearse ciegamente a las diferentes posiciones políticas sin derecho a disentir, para evitar ser acusado de traición.
Por otro lado, pareciera que vivimos en tiempos de Calicles, donde la fuerza pretende imponerse por encima de la razón, y solo los “más poderosos” tienen derecho a gobernar y sobrevivir.
Y para terminar este apretado diagnóstico, el respeto por el otro ha desaparecido, parece que el único derecho es el derecho a insultar. El lenguaje político tiene como “virtud principal” el arte de acusar y ofender.
Así la cosas, en un día como hoy, cuando la sociedad está dividida, al extremo en que las partes enfrentadas realizan actos electorales por separado, hay que concluir que nuestra democracia está enferma y hay que sanarla, y el remedio lo tienen los ciudadanos en sus manos.
Considero que lo más importante de la consulta que promueve la MUD, no está solo en demostrar quién es mayoría para vencer, sino enviar un mensaje claro, de que el país quiere recuperar la democracia para vivir en paz y esto tiene un solo camino, cumplir con lo que establece la Constitución.
Volviendo a la pregunta inicial ¿Se perdió la democracia?, el domingo se sabrá: si se impone el respeto y la tolerancia, podrá decirse que estamos mal, pero recuperamos el camino; de lo contrario, si la violencia impone su ley, habrá que darle la razón a quienes dicen que se perdió la democracia.-

La lucha por el derecho 
(25/07/17)
Este año,  el Día del Abogado tuvo un sabor  especialmente amargo: la situación del país, que reclama urgentemente  la reivindicación del  Estado de Derecho,  no permitió que la fecha se  celebrara  igual que en años anteriores. Los actos se limitaron a formalidades protocolares,  donde se destacó la importancia del profesional del derecho en la lucha por la justicia.  En la Ucab,  se realizó un foro dedicado a la reivindicación de la abogacía,  allí tuve la oportunidad de compartir  con los profesores Eligio Rodríguez, Roberto Delgado y Aiskel Andrade , un espacio para explicar,  por qué,  en medio de  esta  turbulencia general,  el derecho sigue siendo el mejor camino para alcanzar la felicidad Social.
Las redes sociales se encargaron de trasmitir la idea de que no había nada que celebrar, porque  el derecho, que siempre se presenta como el sendero a la paz,  irremediablemente ha desaparecido de nuestra vida,  siendo sustituido por el odio y la violencia.  Voy a dedicar este espacio para demostrar el error de esta afirmación.
En primer lugar, creer que el derecho es solo tarea de abogados es una equivocación. El derecho nunca desaparecerá,  porque forma parte de la naturaleza humana: hablar de derecho no es otra cosa que hablar de la dignidad del hombre,  que solo se alcanza cuando es respetado como una persona,   es decir, un sujeto de derecho. Por lo tanto,  la lucha por el derecho, que no es otra cosa que la lucha por la dignidad, nunca desaparecerá mientras exista la vida humana.
Por otro lado, creer que el derecho debe ser reino de la paz, donde el sufrimiento esté ausente,  es una ingenuidad. Decía el Ilustre jurista alemán, Rudolf Von Ihering, que, “El que crea que  los derechos se conquistan sin dolor, se parece al que cree que los niños los trae la cigüeña. Todo lo contrario, al igual que el parto causa dolor a la madre,  la conquista de los derechos siempre ha sido dolorida”. Lo que hoy disfrutamos ha sido el producto de arduas luchas de quienes no  se conformaron con una  vida de humillación y sometimiento. Decía el ilustre Ihering: “El fin del derecho es la paz, y el medio para logarlo es la lucha; una lucha donde deben estar involucrados los pueblos, el poder del Estado, los estamentos o clases y los individuos”
El célebre jurista Uruguayo Eduardo Juan Couture Etcheverry, dicta los inmortales mandamientos del abogado, que constituyen su hoja de ruta y lectura obligatoria en celebraciones como la de hoy. Solo voy a referirme a dos. Dice el cuarto mandamiento, “Lucha: Tu deber es la lucha por el derecho; pero el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia,  lucha por la justicia”. Pero esto no se refiere a la violencia irracional,  es una lucha que debe estar marcada por la lealtad, la  paciencia y la tolerancia y,  sobre todo, la fe.
En efecto, dice el octavo mandamiento: “Ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como el destino normal del derecho; en la paz, como sustituto bondadoso de la justicia; y sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia, ni paz.
Pero como decía más arriba, la lucha por el derecho no es solo una labor de abogados, debe ser tarea de todo ciudadano.   Voy a poner como ejemplo a Rosa Parks, una humilde costurera,  que el primero de diciembre de 1955, se negó a cederle el asiento a un hombre  blanco, y por eso fue arrestada, convirtiéndose en el detonante de un gran movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos.  Por lo tanto, la lucha por el derecho es un compromiso moral,  que debe asumir todo hombre ante las humillaciones  que se producen contra la dignidad humana.
Hay que reconocer la mala situación que estamos viviendo,  sin caer en la tentación del pesimismo, porque el verdadero derecho por el cual se lucha, no es algo que tuvimos ayer y hoy perdimos,  no, el anhelado reino de la justicia está en el futuro y hacia allí tenemos que dirigirnos .
Esta idea,  está perfectamente reseñada en el Libro de José Antonio Marina y María dela Válgona La Lucha por la dignidad,  donde se afirma que, “La edad de oro de la humanidad jamás existió; aun al contrario, si en algún lugar del tiempo fuere posible encontrarla esta se hallaría sin duda en el futuro y no en un pasado sin nombre. Las sucesivas luchas contra la esclavitud, la discriminación  racial o de género o la arbitrariedad jurídica, demuestran contra la tentación del pesimismo, el progreso moral de nuestra especie. Aún queda mucho por andar, pero empezamos a conocer los mecanismos que pueden hacer realidad ese viejo anhelo de justicia Universal”
Creo que no hay mejores palabras para celebrar el Día Nacional del Abogado en el tiempo que nos toca vivir: el reino de la justicia está por venir;  pero esto no será gratuito ni placentero, todo lo contrario, para alcanzarlo y merecerlo hay que trabajar y sufrir.
Hay una frase que se repite en todas las manifestaciones,  ¿Quiénes somos?: Venezuela, ¿Que queremos?  Libertad.  Esto hace recordara Johann Wolfgang Von Goethe, “La libertad es como la vida, solo la merece quien sabe conquistarla todos los días”

El bar, las regionales y algo más
(20/08/17)
La última película de Alex de la Iglesia, El Bar, produce opiniones divididas entre los espectadores: para unos es un filme genial que desnuda las miserias humanas, para otros,  es mediocre y desagradable, solo apreciable por los ultras fanáticos del director. Creo que, sin llegar a la excelencia cinematográfica, es una buena película que mantiene en suspenso al espectador   y proyecta de una manera especial ese pesimismo antropológico que considera que el hombre es malo por naturaleza.
La trama se desarrolla en un café-bar del centro de Madrid: a primera hora de la mañana, un grupo de personas está allí desayunando; de repente, al salir uno de ellos es asesinado y otro que quiere acercársele corre la misma suerte. Los que quedan dentro del bar caen en la cuenta de que no pueden salir y deducen que todos están en peligro de muerte.
El primer sentimiento que invade a los circunstantes es el miedo por el peligro inminente; luego   aparece el desconcierto por no entender lo que está pasando, y  posteriormente la desconfianza entre ellos.  Empiezan a elucubrar, sospechando que la tragedia que está viviendo es por culpa de  uno de ellos que arrastra a todos a la muerte.
Aparecen las discordias, las divisiones y las agresiones, al extremo de que comienza a eliminarse unos a otros, hasta que los pocos sobrevivientes terminan tratando de huir por unas cloacas, que se convierten en la metáfora de una vida humana sin moral, gobernada por la “ética” del sálvese quien pueda y al precio que sea.
Tal vez, la más acertada descripción de la película está en esto que dice la crítica: “el bar es básicamente, la historia de un montón de imbéciles haciéndose cosas horribles entre sí para escapar de una segura muerte, muchos de ellos, literalmente, hundiéndose en la mierda”. No quiero decir que lo anterior sea el fiel reflejo de la realidad venezolana, pero si vemos el comportamiento de algunas personas, especialmente en la política nacional,  pereciera que hay mucho “barcito” en ese terreno.
El debate que se desarrolla en la oposición por la participación en las elecciones regionales, está muy lejos de lo que se conoce como política de altura: hay más insultos, soberbia e intolerancia que argumentos y prudencia.  Ni siquiera las llamadas, primarias  entre “aliados” se desenvuelven  con el necesario respeto de quienes dicen formar parte de una unidad. He visto a líderes políticos sentarse juntos amistosamente mientras no se discuten el poder, pero cuando se enfrenta para obtener un cargo comienzan a sacarse los trapos sucios. Porque parece que en nuestro país esa es la única manera de hacer política. ¿O será que la política enloquece a la gente?
Y qué decir del gobierno: promueve e instala una  cuestionada Asamblea Nacional Constituyente,  promocionándola como la solución pacifica de los problemas nacionales, y en tres semanas de funcionamiento no  hay propuestas ni acciones para combatirlos;  sin embargo,  ya hay varios perseguidos y detenidos, y  una pelea permanente con el Parlamento que, como solo tiene poder formal, se está quedando en terapia intensiva.
Pero  el problema no es solo la insensatez política,  la cultura ciudadana de los habitantes está desapareciendo: no hay norma que se respete; los semáforos de la ciudad son decorativos, la basura ya forma parte de nuestra vida, el derecho de propiedad no existe.  Y así podría estar citando numerosos ejemplos que nos colocan en el reino de la anomia.
Estaba terminando este artículo, cuando las redes sociales trasmitieron la imagen de una especie de hurto o saqueo en un supermercado de Lecherías en el estado Anzoátegui. Las escenas son patéticas: entran dos individuos y encañonan a la propietaria e inmediatamente muchas personas, especialmente mujeres jóvenes y niños irrumpen a la carrera tomando todo lo que encuentran. Los comentarios no se hicieron esperan manifestando indignación, tristeza e ironía: “Así está Venezuela” “Esta es la  generación del futuro” etc.
Sé que comparar la metáfora de la cloaca de Alex de la Iglesia y su bar, con nuestra situación puede ser duro e injusto con las personas que heroicamente se comporta de manera civilizada en medio de esta barbarie. Pero callar no es el mejor remedio; no podemos acostumbrarnos a una realidad que nos está destruyendo: la economía se puede recuperar, las instituciones pueden mejorar si se soluciona la crisis política, pero ¿cómo sanar las heridas que se le han causado a la moral ciudadana? Esto va a ser mucho más difícil y es posible que necesitemos más de una generación para lograrlo.
Como dije al principio, las opiniones sobre El bar están divididas. A mi esposa le pareció una de las cosas más horribles que ha visto últimamente. Y la verdad es que la película no es la apología  de la ternura y la belleza,  ni puede considerarse como candidata a los concursos cinematográficos, pero toca lo que algunos no quieren tocar: las miserias humanas. Que existen y lamentablemente entre nosotros, se están reproduciendo constantemente a todos los niveles.-

La política: el reino de las mentiras
 (27/08/17)
Al leer el artículo de Alois Riklin Ética y Política, queda la idea de que una de las cosas más perversas que ha producido la humanidad es eso que hoy se conoce como “la política como profesión” Es decir, ejercer la política como sustento económico de la vida. Y debo aclarar que, constantemente he repetido la afirmación de Aristóteles de que el hombre es un animal político, porque estoy de acuerdo en que el ciudadano actual debe involucrarse activamente en los asuntos públicos,  para contribuir al mejoramiento de la vida social; Eso es una cosa, y otra muy diferente es pretender dirigir a una sociedad a base de manipulaciones mentirosas y falsas promesas.  A eso se refieren estas líneas.
La incursión al pensamiento de Riklin no es producto de la frustración por el momento que vive el país, sino una reflexión serena sobre la lectura de un trabajo que pretende iluminar la oscuridad que reina en el mundo político. La tesis en cuestión, divide el problema en tres temas que denomina, los tesoros de la ética política en la civilización occidental; estos son: Ética política orientada a las personas, ética política orientada a las instituciones y ética política orientada a los resultados.
La ética personalista parte de la idea de que lo importante son los hombres, como decía William Penn: si los políticos son buenos, consiguen imponerse aunque las instituciones sean malas; pero si son malos, tampoco las buenas instituciones sirven para nada.
La ética de las instituciones no confía absolutamente el timón del destino social a la bondad de los hombres, sino que se ocupa de controlar la maldad humana, sobre todo la que produce los abusos de poder. Y así aparece los grandes inventos de la humanidad: las leyes, la constitucionalización de la vida social, la división de los poderes etc.
Por último se analiza la ética de los resultados, que considera como bondad política la que produce el mayor beneficio a las personas: “¿De qué sirven los catálogos de virtudes, y las construcciones institucionales cuando, no obstante, producen unos resultados cuestionables?” En efecto, de nada vale tener excelentes líderes y la mejor constitución del mundo si el pueblo  vive sumergido en la pobreza.
Lo ideal sería un equilibrio entre políticos virtuosos, solidas instituciones y buenos resultados, cosa difícil de encontrar  en la realidad nacional: los políticos están altamente cuestionados y difícilmente puede ser vistos como hombres virtuosos; las instituciones están en estado ruinoso: no se cumplen las leyes, ni cree en el funcionamiento de los órganos de la administración, legislación o jurisdicción; y que decir de los resultados, la gente está pasando trabajo como se dice coloquialmente.
No hace falta ser un genio para saber que la gestión política nacional ha fracasado. Sin embargo, esta realidad no se quiere reconocer y se apela constantemente a la mentira, tanto por el gobierno como por la oposición. Y eso se debe a la cuestionada manera de hacer política donde la verdad es constantemente sacrificada por la conveniencia.
 Riklin termina su artículo concluyendo entre otras cosa lo siguiente: “Cuando más penetramos en los problemas de la ética política tanto más se convierte nuestra indagación en el cuento de nunca acabar y nos sorprendemos pensando en la distinción vulgar entre ciencia, filosofía y política. Ciencia es cuando alguien, con los ojos vendados, busca un gato negro en una habitación oscura. Filosofía es cuando alguien con los ojos vendados busca un gato negro en una habitación oscura donde no hay ningún gato. Ética política es cuando alguien, con los ojos vendados buscan un gato negro en una habitación donde no hay ningún gato y, sin embargo, exclama ¡lo tengo!”
Ese es el gran problema, el “gato” no existe. Por eso, cada vez que me acerco a la ética política, regreso a la filosofía donde se duda pero no se engaña. No queremos reconocer la tragedia de nuestra civilización occidental, que hipócritamente se empeña en ocultar que su principal ocupación es el asesinato y el engaño como acertadamente señala Ambrose Bierce.
Así están las cosas en nuestro país y en el mundo ¿Qué posibilidades tenemos de sobrevivir? Sobre este tema escribiré en próximos artículos.
Conclusión
Hasta aquí la recopilación de las meditaciones. Es posible que algunas ideas se repitan y se presenten contradicciones, porque he sido fiel al sentimiento del momento. Hoy las cosas no pintan bien para el país: la realidad parece reírse de lo absurdo de la conducta humana y especialmente el desacierto político. Venezuela se ha convertido en un país donde solo impera la lógica de la supervivencia: solo se piensa en sobrevivir, cuando una política racional podría convertirla en un país competitivo que nada tendría que envidiarle a los países vecinos que ahora se lleva a su gente especialmente a sus talentos.  













 



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