A una semana de las elecciones de gobernadores
se presentan diferentes interpretaciones sobre los resultados: se habla de
fraude, irregularidades, abstención y a esto se añade lo que algunos denominan,
el sometimiento de la voluntad del ciudadano por la bolsa CLAP y el Carnet de
la Patria. Afirman diferentes
voceros de la oposición que, en muchos lugares, se llevaba la gente a
votar bajo la amenaza de que si no
favorecían al candidato del gobierno serian excluidos de los programas
sociales.
Esto ha provocado un agrio debate: por una
parte, sin justificar que se vote por
el gobierno para no perder el CLAP, se pide que se comprenda a la persona humilde, que prefiere asegurar lo poco que se le da,
antes que confiar en la promesa de lo
que se le va a dar; por otro lado, y de
manera muy dura, se rechaza esa actitud, considerando como algo vergonzoso e
indigno, renunciar al derecho de elegir
libremente a cambio de un poco de comida
El tema del hambre y la libertad ni es fácil
ni es nuevo. A través de la historia ha sido objeto de innumerables discusiones. Inclusive, destacados filósofos de la antigüedad, llegaron a afirmar que, quienes no nacieron
con la capacidad suficiente para proveerse de su propio sustento, nacieron para
ser esclavos de quienes les dan de comer.
En la arena política, es indiscutible que muchos juega con el hambre
para obtener simpatías y llegar al poder. Muchas ofertas electorales van
dirigidas a la angustia que produce no tener lo suficiente para alimentarse;
cosa que no es mala cuando la intención es ayudar a disminuir el
sufrimiento, pero se convierte en algo
perverso e inaceptable, cuando lo que se
pretende en realidad es aprovecharse de las dificultades de la gente.
Hasta la literatura se ha ocupado de esta
especie de dicotomía entre el hambre y la libertad. Si buscamos en las páginas
de la inmortal novela, Don Quijote de la
Mancha, encontramos frases como esta:
“Virtuoso aquel a quien el cielo le dio un pedazo de pan sin que le quede la
obligación de agradecérselo a otro sino al mismo cielo”
Y aquí surge una pregunta ¿A quién hay que
agradecer el pan nuestro de todos los días? Obviamente que los religiosos se lo
agradecen a Dios, pero al margen de lo espiritual se debe aclara que, quien se gana el pan trabajando no tienen nada
que agradecerle a nadie.
Hace algunos años, en una fiesta Navideña, el
gerente de una empresa, actuado de muy buena fe, agradeció el esfuerzo de los trabajadores,
y a la vez le pidió a estos que agradecieran a la empresa que “les daba de
comer”. Esto no es así, una cosa es la
limosna o la donación y otra lo que se recibe por el trabajo realizado. El que
trabaja recibe el salario como
contraprestación de su esfuerzo, manteniendo una relación digna con su
patrono. Cosa muy diferente, a la
degradación que surge muchas veces con la manipulación perversa de la frase
“dar de comer”
Lo mismo ocurre con los gobernantes. Apelando a las viejas fórmulas de justicia de Aristóteles, el gobierno debe
trabajar para garantizar el bienestar de los ciudadanos, exigiendo a cambio, que cumplan con sus obligaciones legales y demás normas de
convivencia; no puede pedir más, porque estamos hablando de ciudadanos
democráticos, no de súbditos sometidos a los caprichos del poder.
Pero volviendo al problema del hambre y los efectos terribles
que produce en la persona humana, hay que tener cuidado cuando se juzga la
actitud de hambriento, sobre todo cuando nunca se ha vivido esa situación. En
la novela de Dominique La Pierre la Ciudad de la Alegría, el sacerdote Paul
Lambert decide ir a vivir a una pobre barriada de Calcuta, para compartir la miseria de sus habitantes.
Pasaba penurias, pero la comida se la
traían de otro lugar. Un día se percató de que tenía este privilegio, y decidió renunciar a él limitándose a comer
lo que comían los lugareños: entonces entendió lo que significa pasar hambre.
Hago este comentario, porque es muy fácil criticar desde la comodidad, las
decisiones de quienes a duras penas
pueden sobrevivir. En frente de mi casa hay un paredón con un grafiti que dice
“El hambre principal problema de la humanidad”
Lo veo todos los días al salir y por eso le tengo un gran respeto al
tema: una tragedia que amenaza la existencia humana en todos sus sentidos
El título de este artículo no es original, lo
tomé de un libro que pasó rápidamente
por mis manos sin poder anotar el nombre de su autor para no olvidarlo. Allí se analiza como la literatura aborda el
problema del hambre. El tercer capítulo se titula así, “El terrible poder del hambre” . Hoy no me
queda duda de que es una realidad incuestionable. - (twitter @zaqueoo)
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