miércoles, 25 de octubre de 2017

El terrible poder del hambre



A una semana de las elecciones de gobernadores se presentan diferentes interpretaciones sobre los resultados: se habla de fraude, irregularidades, abstención y a esto se añade lo que algunos denominan, el sometimiento de la voluntad del ciudadano por la bolsa CLAP y el Carnet de la Patria.  Afirman diferentes voceros  de la oposición que,  en muchos lugares, se llevaba la gente a votar  bajo la amenaza de que si no favorecían al candidato del gobierno serian excluidos de los programas sociales.
Esto ha provocado un agrio debate: por una parte, sin justificar que se vote por  el  gobierno  para no perder el CLAP, se pide  que se comprenda a la persona humilde,  que prefiere asegurar lo poco que se le da, antes que confiar en  la promesa de lo que se  le va a dar; por otro lado, y de manera muy dura, se rechaza esa actitud, considerando como algo vergonzoso e indigno,  renunciar al derecho de elegir libremente a cambio de un poco de comida
El tema del hambre y la libertad ni es fácil ni es nuevo. A través de la historia ha sido objeto de innumerables discusiones.  Inclusive,  destacados filósofos de la antigüedad,  llegaron a afirmar que, quienes no nacieron con la capacidad suficiente para proveerse de su propio sustento, nacieron para ser esclavos de quienes les dan de comer.
En la arena política,  es indiscutible que muchos juega con el hambre para obtener simpatías y llegar al poder. Muchas ofertas electorales van dirigidas a la angustia que produce no tener lo suficiente para alimentarse; cosa que no es mala cuando la intención es ayudar a disminuir el sufrimiento,  pero se convierte en algo perverso e inaceptable,  cuando lo que se pretende en realidad es aprovecharse de las dificultades de la gente.
Hasta la literatura se ha ocupado de esta especie de dicotomía entre el hambre y la libertad. Si buscamos en las páginas de la inmortal novela, Don  Quijote de la Mancha,  encontramos frases como esta: “Virtuoso aquel a quien el cielo le dio un pedazo de pan sin que le quede la obligación de agradecérselo a otro sino al mismo cielo”
Y aquí surge una pregunta ¿A quién hay que agradecer el pan nuestro de todos los días? Obviamente que los religiosos se lo agradecen a Dios, pero al margen de lo espiritual se debe aclara que,  quien se gana el pan trabajando no tienen nada que agradecerle a nadie.
Hace algunos años, en una fiesta Navideña, el gerente de una empresa, actuado de muy buena fe, agradeció el esfuerzo de los trabajadores, y a la vez le pidió a estos que agradecieran a la empresa que “les daba de comer”.  Esto no es así, una cosa es la limosna o la donación y otra lo que se recibe por el trabajo realizado. El que trabaja recibe el salario como  contraprestación de su esfuerzo, manteniendo una relación digna con su patrono. Cosa muy diferente,  a la degradación que surge muchas veces con la manipulación perversa de la frase “dar de comer”
Lo mismo ocurre con los gobernantes.  Apelando a las viejas fórmulas de  justicia de Aristóteles, el gobierno debe trabajar para garantizar el bienestar de los ciudadanos,  exigiendo a cambio,  que cumplan con  sus obligaciones legales y demás normas de convivencia; no puede pedir más, porque estamos hablando de ciudadanos democráticos,  no de súbditos  sometidos a los caprichos del poder.
Pero volviendo  al problema del hambre y los efectos terribles que produce en la persona humana, hay que tener cuidado cuando se juzga la actitud de hambriento, sobre todo cuando nunca se ha vivido esa situación. En la novela de Dominique La Pierre la Ciudad de la Alegría, el sacerdote Paul Lambert decide ir a vivir a una pobre barriada de Calcuta,  para compartir la miseria de sus habitantes. Pasaba penurias, pero la comida  se la traían de otro lugar. Un día se percató de que tenía este privilegio,  y decidió renunciar a él limitándose a comer lo que comían los lugareños: entonces entendió lo que significa pasar hambre.
Hago este comentario, porque  es muy fácil criticar desde la comodidad, las decisiones de quienes  a duras penas pueden sobrevivir. En frente de mi casa hay un paredón con un grafiti que dice “El hambre principal problema de la humanidad”  Lo veo todos los días al salir y por eso le tengo un gran respeto al tema: una tragedia que amenaza la existencia humana en todos sus sentidos
El título de este artículo no es original, lo tomé de un libro que pasó  rápidamente por mis manos sin poder anotar el nombre de su autor  para no olvidarlo.  Allí se analiza como la literatura aborda el problema del hambre. El tercer capítulo se titula así,  “El terrible poder del hambre” . Hoy no me queda duda de que es una realidad incuestionable. - (twitter @zaqueoo)




No hay comentarios:

Publicar un comentario