sábado, 11 de febrero de 2023

Cuentos de culebras y caimanes en la historia de Puerto Ordaz

Como es lógico, en una ciudad construida en la Amazonía venezolana, los habitantes de Puerto Ordaz han tenido que compartir su cotidianidad con la fauna que ocupaba esos espacios antes de la llegada del hombre. En este sentido, los reptiles y especialmente las culebras y serpientes han tenido destacada presencia en la vida guayanesa, como lo demuestra  el hecho de que una  importante central hidroeléctrica lleva el nombre de Macagua, serpiente de poderoso veneno, y una urbanización ya desaparecida,  fue bautizada como Mapanare, otro  reptil igualmente temible que abunda por esos lados.

Numerosa son las anécdotas que se pueden contar sobre las culebras en la vida de los guayaneses: en un conocido colegio, una mañana, cuando iba comenzar la clase, la profesora de turno lanzó un grito de terror y tuvo que ser asistida por sufrir una crisis nerviosa; que pasó: un travieso alumno, al llegar, se encontró a en el jardín una falsa coral que ya estaba muerta, pero parecía que estaba viva, y no se le ocurrió otra cosa que meterla en la lista de la asistencia para asustar a la docente, sin pensar que su travesura podría causarle un infarto. Lo mismo le pasó a un jugador  de fútbol, de la liga de veteranos: en pleno partido,  cuando se acercaba a la portería contraria, se tropezó con una “bejuquera” que  serpenteaba por la grama, cosa que alteró de tal manera el ánimo del deportista que no quiso seguir jugando en ese campo. Peor  suerte corrió un ciclista que perdió el control de su bici, cuando  bajaba raudamente por la avenida atlántico y se encontró súbitamente con una “tragavenao” que tomaba el sol en el asfalto; gracias a Dios que no sufrió lesiones de gravedad, pero como dicen coloquialmente "quedó “raspao” hasta en la cédula"

Y si las anécdotas de las culebras pueden parecer curiosas, las de los caimanes no se quedan atrás: Hace algunos años escribí un artículo sobre el caimán de la Hermandad Gallega, un saurio de gran tamaño que apareció  una mañana  en la pista de baile del club que, como bien saben los guayacitanos, está ubicado cerca de la orilla del río Caroní; llamaron a la policía y al llegar al lugar y ver al animal se declararon incompetentes para atender la denuncia, considerando que no era un problema policial sino ambiental; en fin, el caimán, por donde llegó, regresó al río. Otro caso curioso se produjo recién inaugurada la “Laguna de los patos” ubicada en el corazón de la Universidad Católica Andrés  Bello de Guayana: un día, de manera inesperada los animalitos salieron del agua sin querer volver a ella; ¿que había pasado? cuando el personal de mantenimiento hizo la averiguación, se encontró que una  Baba o pequeño caimán,  seguramente procedente del Parque Cachamay se instaló en la poza espantando a las aves, que según la opinión de un alumno, prefirieron  que se dijera “aquí volaron, antes que, aquí quedaron”

Muchas cosas pueden contarse de estos 71 años de la ciudad, donde también viven los bichos que forman tanto la fauna urbana como la silvestre o salvaje, que a veces se acerca demasiado de manera peligrosa, pero nunca tan perversa y maligna como el bípedo implume de Platón, que es el principal responsable de la tragedia humana. 


1 comentario:

  1. Yo tuve que matar muchos alacranes. Una vez me picó uno que estaba pegado a la toalla de baño

    ResponderEliminar