viernes, 21 de enero de 2011

La vida y la comida


Dice un conocido refrán, que todos los extremos son malos. El ilustre Aristóteles, consideraba que la virtud era un justo medio entre dos extremos; por ejemplo: la valentía es un término medio entre la osadía y la cobardía. Hago esta reflexión inicial, para adentrarme en el tema que pretendo abordar: el comportamiento del hombre en su relación con la comida. En estos primeros quince días del año y al igual que en el pasado, la política atrapa a toda la vida del ciudadano venezolano; pero si hay otro tema que puede llamar la atención, es “La dieta de año nuevo”: la forma de corregir los efectos de los “pecados gastronómicos” cometidos en el mes de diciembre. Sobre esto, en días pasados escuchaba por radio a un nutricionista, que no aconsejaba, sino que “dictaba sentencias” sobre la forma adecuada de alimentarse, para no subir de peso y evitar la obesidad. Creo que sus recomendaciones eran muy  útiles, pero trasmitían una  visión sobre la obesidad  o la delgadez,  a que a mi manera de ver está absolutamente equivocada,  porque una cosa es, decir que para tener calidad de vida hay que gozar de buena salud, y otra, pensar que solo  se vive para enflaquecer a costa de privaciones, dietas  y controles de calorías.
Sobre este tema,  el conocido filosofo español Julián Marías  escribe un ensayo titulado Visión Antropológica de la obesidad y la delgadez, donde destaca en forma clara los peligros de estas obsesiones alimenticias: “La operación de comer es de enorme importancia en la vida. He dicho comer y he hablado de vida, porque no solamente pienso en la nutrición de un organismo. Comer  es una función vital, biográfica, algo que hace el hombre para nutrirse, entre otras cosas. Además de ser la satisfacción de una necesidad biológica, es una fuente de placer, quizás la más generalizada ya que se extiende a todos los humanos y tiene una extraordinaria frecuencia… Pues bien, la preocupación obsesiva por el peso, despoja de toda naturalidad a esa operación. No es ya que se evite el exceso, que se elimine tal o cual alimento; es que un elevadísimo número de personas consideran cada manjar como un peligro o un enemigo; el goce de comer queda anulado por la conciencia o culpa, por la previsión de las tristes consecuencias, por el ego peccavi contrito al inclinar la frente arrepentida sobre la balanza del  cuarto de baño”.  Reproduzco la cita en forma  extensa, para  responder anticipadamente a la crítica superficial de algún nutricionista o fanático de las dietas; solo quiero destacar que, desde hace bastante tiempo mentes ilustres advierten sobre el peligro de satanizar la comida.
Del mismo modo que pasar hambre es malo, también lo es vivir amargado ante la amenaza del exceso de peso. Como lo dije anteriormente, no pretendo hacer juicios de valor sobre las recomendaciones de los nutricionistas, sería irresponsable de mi parte. Pero en el terreno de antropología, ya se ha destacado bastante que el cuerpo es solo una de las dimensiones de la vida humana.  Este artículo, está dirigido a quienes  sufren ante la pesada carga que les imponen quienes pretende que “todo el mundo sea flaco a juro”. Vuelvo al principio, la virtud está en buscar un término medio adecuado: ni excesivamente obeso ni exageradamente flaco;  esto se alcanza con el ejercicio de otra virtud, la prudencia. En cuanto a la reflexión sobre la gordura y la calidad de vida, recuerdo a un  querido familiar ya fallecido, que  cuando le dijeron que, prácticamente su vida tenía que convertirse en un tratamiento constante dijo: “No tiene sentido vivir como un enfermo para morir sano” jblanco@ucab.edu.ve

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