Diego Armando Maradona, famoso personaje de destacada actuación futbolística y polémica vida pública, con motivo del cumpleaños de Fidel Castro dio unas declaraciones donde elogia la labor del líder cubando diciendo que “Los cubanos no tendrán lujos pero comen todos: Cuba es un ejemplo a seguir”. No conozco personalmente el funcionamiento del régimen cubano; por los medios de comunicación me he enterado de las críticas y las alabanzas. Y por esta misma vía me ha llegado la noticia de que el ciudadano cubano no disfruta de la mayoría de los avances tecnológicos como lo hacen los ciudadanos de otros países; inclusive, hace años un líder estudiantil dijo que “internet es una farsa que el pueblo no necesita”.
Si es cierto -como dice Maradona- que en Cuba el problema del hambre está resuelto, eso es algo digno de elogio, porque el hambre es uno de los grandes males de la humanidad. Pero en los últimos años han aparecido otros graves problemas que también tienen que atender los gobiernos. Entre ellos está lo que se ha denominado “la brecha digital”, que surge entre quienes tienen acceso a internet y al desarrollo tecnológico y quienes no lo tienen. Esto es un problema que causa una gran preocupación, al extremo de que algunos lo consideran como el surgimiento de una “pobreza digital” que sufren muchas personas limitando seriamente su formación y desarrollo.
Hoy, los gobiernos están obligados a garantizar a los ciudadanos el disfrute de los avances tecnológicos, tal y como expresamente lo señala la declaración de la Asamblea General de las Naciones Unidas de fecha 10 de noviembre de 1975: “Todos los Estados adoptarán medidas tendientes a extender a todos los estratos de la población los beneficios de la ciencia y la tecnología y a protegerlos, tanto en lo social como en lo material, de las posibles consecuencias negativas del uso indebido del progreso científico y tecnológico” Por lo tanto, cuando se habla de lujos, hay que precisar de qué se está hablando, porque la palabra “lujo” significa abundancia de cosas innecesarias, y el acceso al desarrollo tecnológico no es un lujo, es un derecho humano.
Pero el debate entre el hambre y los lujos plantea otros problemas éticos. El pasado mes de diciembre, una persona a quien no le sobra el dinero para vivir, cuando cobró las utilidades, lo primero que hizo fue comprarse un BlackBerry. Yo estuve entre los que le criticaron esa actitud, y su respuesta fue: “Si tengo que pasar hambre para darme un lujo ese es mi problema; yo decido lo que hago con lo que gano” inmediatamente surgieron las reacciones: por una parte fue tildada de ignorante y alienada por el capitalismo consumista; pero por otro lado, fue vista como una persona que ejercía el derecho a la libertad individual, decidiendo lo que creía que era bueno o malo para ella. Mi opinión es que hay que educar a la gente para que tome buenas decisiones: Que no derroche en lo superfluo para que después no tenga que privarse de lo necesario. Pero hay que respetar las decisiones personales, porque los ciudadanos no pueden ser considerados como niños que necesitan a su papá para que siempre decida por ellos.
Como reza un viejo dicho, muchas veces los sentimientos nublan el entendimiento. Con los ojos del amor o del odio no se puede juzgar con imparcialidad. Por eso la diosa de la justicia tiene los ojos vendados. Es indiscutible que el gobierno cubano ha alcanzado avances importantes en lo social, pero decir que “es un ejemplo a seguir, porque todos los cubanos tienen garantizada una taza de arroz, papa o pan” -como dijo Maradona- es algo verdaderamente inadmisible. Un buen gobierno es el que garantiza condiciones generales para el desarrollo de una buena vida. Y para lograr esto, es obvio que debe comenzar por asegurar la satisfacción de necesidades básicas, entre las cuales están las alimenticias; pero eso no es suficiente, porque para el hombre de hoy la buena vida es mucho más que la comida. jblanco@ucab.edu.ve, Twitter @Zaqueoo
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