martes, 6 de septiembre de 2011

Aquí manda el pueblo




No hay nada más peligroso en política que la interpretación errada de las ideas. Eso lo podemos observar entre nosotros cuando escuchamos a algunos políticos decir que Venezuela es una verdadera democracia porque aquí manda el pueblo. Sin entrar en las profundidades de la teoría política y de manera sencilla se puede decir que, la democracia en su acepción tradicional, está concebida como el gobierno donde el poder lo tienen el pueblo, que es quien toma las decisiones en forma directa o indirecta y las ejecuta a través de sus representantes. Esto está muy bien, lo malo es la forma como entienden ciertos personeros del gobierno la frase “Aquí manda el pueblo”.

En estas vacaciones, un día domingo,  visité una conocida playa del Oriente del país. Había tanta gente que era imposible conseguir un lugar donde estacionar, o un sitio en la arena a la orilla del mar;  los servicios estaban colapsados;  el ruido de los equipos de sonido era ensordecedor; el desorden y la anarquía  había convertido de la noche a la mañana una hermosa playa  en un ambiente sumamente desagradable: un verdadero desastre.  Les sugerí a las autoridades que, para evitar lo que estaba sucediendo no permitieran la entrada de personas por encima de la capacidad física del lugar. Cual fue la repuesta: “Eso no se puede hacer, porque las playas son del pueblo y además ahora manda el pueblo”  Tanto la respuesta, como la actitud pasiva ante la anarquía, no son más que formas  de evadir la obligación de poner orden,  para prestarle un buen servicio al pueblo. Con esa lógica, el pueblo no puede disfrutar de buenas playas,  pues el desgobierno permite que las conviertan en un chiquero.

Esta forma fraudulenta de evadir la responsabilidad no es nueva. José Antonio Marina, en su libro La pasión del poder, al analizar la teoría del caudillaje,  cita un discurso pronunciado por José Antonio Primo de Rivera en el año 1935 donde  decía: “Ser jefe, triunfar y decir al día siguiente a la masa. “ Se tú la que mande estoy para obedecerte” es evadir de un modo cobarde la gloriosa pesadumbre del mando. El jefe no debe obedecer al pueblo; debe servirle que es cosa distinta; servirle es ordenar el ejercicio del mando hacia el bien del pueblo (…) Se puede  disentir de esta afirmación pero plantea una interrogante interesante ¿qué debe hacer un gobernante: obedecer al pueblo o servir al pueblo?  Para responder esta pregunta hay que recordar que, cada vez que un funcionario público asume un cargo, jura: “Cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes”. En un Estado de Derecho y de Justicia,  los gobernantes deben  obedecer lo establecido en las leyes y hacer que estas se cumplan; ese es el mejor servicio que pueden prestarle al pueblo.

Gobernar no es nada fácil. Hay que tener conocimiento, sabiduría y fortaleza; sobre todo fortaleza.  Porque para  el aplauso y el halago todos estamos preparados,  pero para tomar esas decisiones impopulares que muchas veces son necesarias para el bienestar del colectivo, pereciera que no hay tanta gente. No se puede generalizar: hay gobernantes que ejercen sus funciones con mística  y responsabilidad; pero también abundan los que con la “excusa” de que aquí manda el pueblo permiten la acción de grupos de abusadores que, sin legitimidad alguna y en contra de la voluntad  popular, siembra el desorden y la anarquía en perjuicio de ese pueblo que dicen representar. jblanco@ucab.edu.ve; twitter@zaqueoo 


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