miércoles, 14 de septiembre de 2011

La oración de la rana



La semana pasada se hizo evidente la importancia que tiene la devoción mariana para el pueblo venezolano. Las festividades con motivo del centenario de la coronación de la Virgen del Valle y la solemnidad de Nuestra Señora de Coromoto  fueron manifestaciones emotivas de profunda espiritualidad.  Dos advocaciones diferentes para honrar una misma cosa: la santidad  y el amor maternal a Dios y a los hombres. Pero  como siempre, en medio de los mejores ambientes surgen las acciones amargas: un grupo de cristianos protestantes (no todos) apelando a interpretaciones literales y sesgadas de las escrituras bíblicas, se dieron a la tarea de criticar de manera irascible las celebraciones,  llegando al extremo de exigir que las imágenes de la Virgen fuera retiradas de los mensajes o cadenas que se enviaban por las redes sociales.

Observando estas manifestaciones de intolerancia religiosa recordé un cuento de Anthony de Mello que sirvió de titulo a uno de sus libros: La oración de la rana.   Allí se cuenta que, un religioso, el hermano Bruno, oraba una noche cuando se vio interrumpido por el croar de una rana. Ante esta molestia gritó “¡Silencio! ¡Estoy rezando!”.  Y como el hermano Bruno era un santo su orden fue obedecida y todo ser viviente acalló su voz para crear un silencio que pudiera favorece su oración. Pero en ese momento Bruno escuchó una voz interior que decía: “Quizás a Dios le agrade tanto el croar de esa rana como el recitado de tus salmos”. Bruno decidió averiguar y se asomó a la ventana y ordeno ¡Canta! El rítmico croar de la rana volvió a llenar el aire, y cuando Bruno le prestó atención dejó de crisparle y resistirse a él, porque  el croar de las ranas servía para enriquecer el silencio de la noche. Finaliza el relato con esta afirmación: “Una vez descubierto esto, el corazón de Bruno se sintió en armonía con el universo, y por primera vez en su vida comprendió lo que significa orar”

Creo que el cuento transmite una gran enseñanza y es de mucha utilidad para comprender la importancia de la diversidad religiosa y el peligro de su intolerancia. ¿Quién puede decidir de manera absoluta sobre lo que agrada a Dios? ¿Quién tienen el derecho de ordenarle a otro que calle sus oraciones?  Si alguien se considera legitimado para hacerlo  es posible que no entiendan lo que significa orar;   y quiero dejar bien claro que esto va dirigido a los radicales,  tanto católicos como evangélicos. Por otro lado, en una conferencia sobre el dialogo entre religiones, decía Juan Masía Clavel, -palabas más palabras-menos-  “Lo importante no es el vehículo;  lo importante es lo que se busca: llegar a Dios”. Quien se sienta bien con su religión debe permanecer en ella,  pero respetando a quienes se siente bien en practicando una religión diferente. Esto es muy importante, porque como dice Hans Küng: “No hay paz mundial sin paz religiosa” y “No hay paz religiosa sin dialogo entre las religiones”

Sé que este tema es difícil y espinoso, por eso he utilizado el cuento de Anthony de Mello para llamar a la reflexión. Independientemente del camino que se escoja para tratar de llegar a Dios, lo importante es entrar en él con sinceridad, fe, humildad y  sin creerse el mejor;  construyendo y uniendo, no destruyendo y dividiendo. Como la humilde rana del cuento, que con su croar alegra el silencio de la noche, y ayuda comprender lo que es realmente la oración.  jblanco@ucab.edu.ve;  twitter zaqueoo

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