La semana pasada se hizo evidente la importancia que tiene
la devoción mariana para el pueblo venezolano. Las festividades con motivo del
centenario de la coronación de la Virgen del Valle y la solemnidad de Nuestra Señora
de Coromoto fueron manifestaciones
emotivas de profunda espiritualidad. Dos
advocaciones diferentes para honrar una misma cosa: la santidad y el amor maternal a Dios y a los hombres.
Pero como siempre, en medio de los
mejores ambientes surgen las acciones amargas: un grupo de cristianos protestantes
(no todos) apelando a interpretaciones literales y sesgadas de las escrituras bíblicas,
se dieron a la tarea de criticar de manera irascible las celebraciones, llegando al extremo de exigir que las imágenes
de la Virgen fuera retiradas de los mensajes o cadenas que se enviaban por las
redes sociales.
Observando estas manifestaciones de intolerancia religiosa
recordé un cuento de Anthony de Mello que sirvió de titulo a uno de sus libros:
La oración de la rana. Allí se cuenta que, un religioso, el hermano
Bruno, oraba una noche cuando se vio interrumpido por el croar de una rana. Ante
esta molestia gritó “¡Silencio! ¡Estoy rezando!”. Y como el hermano Bruno era un santo su orden
fue obedecida y todo ser viviente acalló su voz para crear un silencio que pudiera
favorece su oración. Pero en ese momento Bruno escuchó una voz interior que
decía: “Quizás a Dios le agrade tanto el croar de esa rana como el recitado de
tus salmos”. Bruno decidió averiguar y se asomó a la ventana y ordeno ¡Canta! El
rítmico croar de la rana volvió a llenar el aire, y cuando Bruno le prestó
atención dejó de crisparle y resistirse a él, porque el croar de las ranas servía para enriquecer
el silencio de la noche. Finaliza el relato con esta afirmación: “Una vez descubierto
esto, el corazón de Bruno se sintió en armonía con el universo, y por primera
vez en su vida comprendió lo que significa orar”
Creo que el cuento transmite una gran enseñanza y es de
mucha utilidad para comprender la importancia de la diversidad religiosa y el
peligro de su intolerancia. ¿Quién puede decidir de manera absoluta sobre lo
que agrada a Dios? ¿Quién tienen el derecho de ordenarle a otro que calle sus
oraciones? Si alguien se considera legitimado
para hacerlo es posible que no entiendan
lo que significa orar; y quiero dejar
bien claro que esto va dirigido a los radicales, tanto católicos como evangélicos. Por otro
lado, en una conferencia sobre el dialogo entre religiones, decía Juan Masía
Clavel, -palabas más palabras-menos- “Lo
importante no es el vehículo; lo
importante es lo que se busca: llegar a Dios”. Quien se sienta bien con su
religión debe permanecer en ella, pero respetando
a quienes se siente bien en practicando una religión diferente. Esto es muy
importante, porque como dice Hans Küng: “No hay paz mundial sin paz religiosa”
y “No hay paz religiosa sin dialogo entre las religiones”
Sé que este tema es difícil y espinoso, por eso he utilizado
el cuento de Anthony de Mello para llamar a la reflexión. Independientemente
del camino que se escoja para tratar de llegar a Dios, lo importante es entrar
en él con sinceridad, fe, humildad y sin
creerse el mejor; construyendo y
uniendo, no destruyendo y dividiendo. Como la humilde rana del cuento, que con
su croar alegra el silencio de la noche, y ayuda comprender lo que es realmente
la oración. jblanco@ucab.edu.ve; twitter zaqueoo
No hay comentarios:
Publicar un comentario