miércoles, 16 de noviembre de 2011

El fin del mundo




El viernes pasado fue un  día de incertidumbre para muchas personas: día 11 del mes 11 del año 11. Quienes sembraron la mayor inquietud fueron los numerólogos,  afirmando  que, nuestras vidas están regidas por los números y en esa fecha había algo especial: “Si las personas suman los dos últimos números  de su año de nacimiento a la edad que tienen el resultado siempre será 111”.  Entonces ¿Qué iba a pasar el viernes? o ¿Qué puede pasar este año el 21 de diciembre?,  cuando según las profecías Mayas llega el fin de los tiempos. Debo aclarar que no soy especialista en estos temas y siempre los he visto con lejanía y desconfianza;  por lo tanto, no voy a ahondar en ellos, sino que me quiero referir a lo que se debe entender como el fin del mundo.

Más allá de las especulaciones anteriores, no se puede negar que los días 11 traen recuerdos poco gratos a la humanidad. El reconocido filosofo europeo  André Glucksmann  en su libro Dostoievski en Manhattan, dice que “Una hora fue suficiente para cambiar el mundo. La destrucción de las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001 no nos llevo al fin de la historia ni al choque de civilizaciones, sino que marco el inicio del nihilismo mundial”  El libro comienza con una cita de Leo Strauss “Permítanme intentar definir el nihilismo como el deseo de aniquilar el mundo presente y sus posibilidades; deseo que no acompaña ninguna idea clara de con que sustituirlo”.

 En la mente nos ha quedado  gravada la escena de los dos Boeing estrellándose contra las torres gemelas. Pero hay cosas que no se quieren contar. Narra Glucksmann: “Cuando Mattew Cornelius que trabajaba en el piso 65 logró llegar a la calle, un bombero le gritó: “Corre hacia Brodway  y no mires  a la izquierda”. Mattew corrió, pero como la mujer de Lot, miró a su izquierda y desde entonces su vida cambió “Nunca conseguiré olvidar los restos humanos frente a los edificios, las manos, los pies, una cabeza…” Esta escena refleja de manera más clara el verdadero horror de aquel 11 de septiembre: Es el triunfo de la cultura de la muerte y la destrucción;  “El impulso frio de unos seres humanos que mezclan su suicido con el asesinato colectivo”; Un trágico cambio de paradigma: Del placer de vivir, al placer de matar.

En algunas ocasiones, cuando por las mañanas  despertamos a la realidad escuchando las noticias,  dice mi esposa: Creo que este mundo se va acabar. Recientemente, una amiga que desde hace años se dedica a la docencia en tono desesperanzado me dijo “Esto se acabó, los valores  de nuestras vidas desaparecieron; no hay espacio para nosotros aquí” No se puede ser ingenuo ni tildar de pesimistas derrotados  a quienes así se expresan. Diariamente observamos en nuestro entorno, verdaderos atentados contra lo que durante años ha servido de soporte a nuestra manera de vivir: Abundan los maltratos  -e inclusive asesinatos- de los hijos a los padres,  se generaliza el irrespeto a los maestros, se traiciona a los amigos, nada se agradece a nadie, la  infidelidad es algo normal y común,  y cada vez hay más corrupción, crímenes,  terror, destrucción…  Y ante esta situación, algunos  pretenden que se haga lo mismo que hizo  CNN el 11 de septiembre, enseñar  imágenes espectaculares sin mostrar la verdadera cara de la maldad. “Hay que conservar la calma”  “Todo es comprensible y normal”

Para quienes se preocupan por  lo que le pueda pasar al mundo,  por la influencia del desplazamiento de los astros, hay que advertirles que el fin del mundo ya llegó. Porque como dice Glucksmann: “Cuando se han derribado  los límites de lo posible es muy difícil levantarlos nuevamente” Las tradicionales barreras que contenían el mal se han desmoronado. Hoy la ferocidad no tiene límites y no sabemos hasta donde esto nos puede llevar. Lo importante es hacer resistencia, que  cada uno desde su trinchera asuma el compromiso de defender los valores  de las sociedades humanas y civilizadas. El fin del mundo ha comenzado pero hay que detenerlo. Twitter @zaqueoo

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