Debo comenzar pidiéndole disculpas al
lector por engañarlo, ya que el título del artículo no guarda exacta relación
con su contenido. No voy a referirme al amor sensual, sino al problema que le
está causando al hombre de hoy el desinterés por la lectura. Por eso, consciente
de que leer no es atractivo para muchos, menos lo es un artículo sobre la
lectura, y a eso se debe la pequeña trampa del título, alusivo a lecturas
aparentemente muy atractivas.
El desinterés por la lectura va mucho más
allá de la apatía hacia el arte literario; no se trata de que cada día haya
menos personas apasionadas por los libros, el problema es que el hombre de hoy
no lee nada. En una tertulia donde se disertaba sobre la ética mundial, el
conocido articulista de este medio Eliecer Calzadilla, destacó que, en muchas
ocasiones, cuando a una persona se le entrega una hoja de papel que contiene un
breve texto, en vez de leerlo, la reacción inmediata es doblarla y guardarla.
Puedo dar fe de que lo mismo ocurre en
nuestras universidades: la mayoría de
los estudiantes no lee los volantes,
dípticos o trípticos que se entregan para informar sobre las actividades
académicas, culturales o deportivas; ni siquiera
leen las carteleras y como consecuencia de eso no se enteran de nada. Lo mismo
ocurre en términos generales con el ciudadano común: no lee las instrucciones de
las medicinas, ni los manuales de los equipos electrónicos... Ni siquiera lee
los periódicos: solo “hojea y ojea” los titulares.
Pero este desinterés por la lectura no solo
es problema de legos, el avance de algunas disciplinas científicas también ha colaborado
con esto. Cuando llegué a la universidad procedente del mundo tribunalicio acostumbrado
a leer sentencias o providencias, y redactar decisiones jurídicas, la primera
vez que me tocó presentar un informe, escribí un dictamen de 8 páginas. Al entregarlo
a quienes debían revisarlo, me preguntaron tiernamente “¿Tú no puedes poner
todo eso en un cuadrito?” Desde entonces me he acostumbrado a la sustitución de
los párrafos por cuadros, tablas o gráficos.
Esto no es un problema de gustos, costumbres
o estilos. El desinterés por la lectura está produciendo una gran incapacidad
para entender lo que se trasmite mediante la escritura, creando una “cultura
superficial de titulares” que ignora los contenidos. Una prueba evidente de
esto se produjo de manera pública hace varios años, cuando el Presidente,
elogiando el alzamiento del pueblo, citó el libro de José Ortega y Gasset La rebelión de las masas, que
dice todo lo contrario a lo que se pretendía enaltecer con la cita.
Cuando
cursaba estudios de Derecho a
nivel de pregrado, uno de los profesores
más críticos de nuestra disciplina dijo que, Venezuela estaba entre los pocos
países donde una persona podía graduarse de abogado sin haberse leído nunca un
libro de Derecho. No me quiero pronunciar sobre
la veracidad de la afirmación, lo que puedo decir con propiedad, es que
a los estudiantes no les gusta estudiar por libros; el “apuntismo” los aparta
de las grandes obras jurídicas; y esto -entre otros males- trae como
consecuencia que, les cuesta una enormidad redactar un párrafo en forma
coherente, limitándose a plasmar en los exámenes, algunas frases sueltas, muy
parecidas a los mensajes de texto o “twitters” que dominan en buena forma.
Quería titular este artículo “La defensa de la lectura”, pero como
dije al principio, pensé que casi nadie lo leería, y es importante que hasta los más renuentes a los
textos escritos, caigan en la cuenta de que el hombre no solo es un animal que habla, sino que
lee. Y leer es una forma de humanizarse
que no puede desaparecer. Por eso, como dicen ahora, hay que leer en defensa
propia, y leer todo, no solo las lecturas eróticas. jblanco@ucab.edu.ve; twitter @zaqueoo
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