domingo, 27 de noviembre de 2011

Justicia o reconciliación



El debate realizado el pasado lunes 14 en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas ha sido objeto de todo tipo de comentarios;  hay diferentes opiniones  sobre  quién lo gano, quién trasmitió el mejor mensaje, quién tiene la mejor imagen, quién es el mejor candidato para enfrentar a Chávez etc. Pero además de lo anterior,  el evento le subió el tono a un tema polémico: la reconciliación nacional.

El precandidato Diego Arria,  ofreció -entre otras cosas-  hacer justicia, llevando a los tribunales a  los políticos que hayan cometido delitos durante esta gestión, empezando por  presidente Chávez. Esto fue aplaudido jubilosamente por el público que asistió al acto,  cosa que le cayó muy mal a más de uno, especialmente a Miguel Salazar  que, en su semanario Las verdades de Miguel,  cuestiona duramente la autoridad moral del precandidato y además dice: “Flaco servicio le hace usted a la oposición cuando espanta con su arenga irresponsable no a Chávez, sino a quienes le siguen a tientas en el seno del pueblo…”

Digo que esto revivió la polémica sobre la reconciliación nacional, porque  mientras un sector de la sociedad  propone hacer “borrón y cuenta nueva” para lograr un gran acuerdo nacional,  otros se oponen  enérgicamente, pues consideran que cuando un nuevo gobierno llegue al poder tiene que hacer justica, y castigar los abusos cometidos por este régimen.  No es un tema fácil, porque si bien es cierto que hacer justicia es necesario para que las sociedades puedan subsistir, cuando la convivencia está rota y las sociedades divididas por los traumas políticos, a veces es necesario renunciar a la justicia para alcanzar la paz social.  Y si no, pregúntenselo a Mandela,  que después de pasar 27 años en prisión llegó a la presidencia de su país, no a “cobrar facturas”,  sino  a reconciliar a una nación  profundamente dividida.

No se puede negar que el país está  profundamente dividido y en estas condiciones no puede salir adelante. O se produce un gran acuerdo nacional para superar la crisis o esta irá agravándose hasta alcanzar niveles incontrolables. En esta encrucijada la reconciliación es una necesidad. Pero esta no se alcanza por decreto, hay que crear las condiciones para que  se desarrolle  un sentimiento nacional  a favor de la unidad y la convivencia: Que todos entienda el valor de la paz y la tolerancia;   cosa que es difícil conseguir con el discurso incendiario del presidente, o con las promesa revanchistas de algún candidato de oposición.

Recientemente en España,  el grupo terrorista ETA, ofreció el fin de la violencia.  Ante esto, el Superior Provincial de los jesuitas del país vasco  Juan José Etxeberría dijo: "Tenemos perdón que ofrecer, heridas que sanar, dolores que aliviar, odios que apartar, rencores que olvidar". Las reacciones iracundas no se hicieron esperar: ¿Perdonar a esos criminales? El problema es que muchos no entienden que  el perdón puede ser el “arma” que acabe de una vez por todas con la muerte y el terror. El  teólogo José Mª Castillo escribió en su blog.  “Y si es que Caín sigue ahí, "irritado" y "cabizbajo", como cuenta el relato mítico del Génesis (4, 5-6), en tal caso, ya podemos poner policías eficaces, jueces severos y políticos inteligentes. De poco servirá todo eso. A terroristas y delincuentes se les pude meter en la cárcel. Pero, si en la calle dejamos campando a sus anchas a nuestros sentimientos más cainitas, en tal caso y por mucho que invoquemos a las víctimas, en esta sociedad nuestra nos sentiremos todos como se sentía Caín: "teniendo que ocultarnos de la presencia (del Bien), y andando errantes vagando por el mundo" (Gen 4, 14)”

Termino esta reflexión aclarando que, como abogado estoy convencido  de que la espada de la justicia es necesaria para mantener el orden social,  pero no dejo de valorar los argumentos de quienes sostienen que la vida humana no puede regirse solo por la espada. Twitter @zaqueoo

     

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