martes, 7 de febrero de 2012

Iniciativa, responsabilidad y comunicaciones



Hace algunos días, Arturo Pérez - Reverte,  escritor, navegante y autor de varias novelas referidas a temas náuticos,  escribe un artículo titulado Capitanes valientes, o no, donde hace una comparación entre  la actitud del capitán del Titanic Edward John Smith  y el del Costa Concordia  Francesco Schettino.  Destacando lo errores cometidos por ambos,  considera que desde el punto de vista náutico, no puede  decirse que Schettino haya demostrado incompetencia, pues su experiencia y la maniobra  para encallar la nave y evitar que se hundiera en aguas profundas fue excelente.  Lo que enfatiza, y a mí me llama la atención,  son las circunstancias en que  cada capitán debió enfrentar el problema: Smith  tuvo que resolver- bien o mal- solo en medio del mar;  Schettino estuvo comunicándose en todo momento con  su armador, y sabrá Dios con quién más, porque  en este tiempo de comunicación inmediata  vía internet o telefonía celular, la soledad del hombre ante los problemas parece que ha desaparecido, e  inclusive, cambia el rol de los oficios y las responsabilidades: “ Al llamar a su armador dejó de ser un capitán,  Era un pobre hombre que pedía instrucciones… Schettino abandonó su  barco porque ya no era suyo. Porque, en realidad no lo había sido nunca”

Entre otras cosas, el artículo es una advertencia sobre el daño que le puede causar al hombre de hoy  el uso inadecuado de la tecnología.  No se puede ignorar el progreso, pero como bien dice Pérez – Reverte, las modernas comunicaciones hacen imposible la iniciativa de quienes están sobre el terreno. Esto lo puedo apreciar en la educación y en la vida: los jóvenes tiene una adicción y dependencia casi exclusiva a los teléfonos móviles, es muy difícil lograr que los apaguen un momento y atiendan a una clase, charla o conferencia; sin exagerar, pareciera que no pueden vivir sin ellos. Lo mismo pasa con los adultos, viven pegados al BlackBerry,  y esto no es lo peor, lo malo es que son incapaces de resolver un problema  individualmente sin antes llamar  a otros para pedir consejo u opinión.  Y así, en definitiva nadie se siente responsable de nada,  porque su vida no le pertenece,  su historia no es la crónica de aciertos o desaciertos producto de su voluntad individual, es una especie de “obra colectiva” donde mucha gente ha metido la mano.

Capitanes valientes, o no,  va más allá del juicio al comportamiento de los marinos ante un naufragio,  es un llamado de alerta sobre  nuestro destino. Según algunos  entendidos, Edwar  John Smith, capitán del Titanic,  no actuó de la mejor manera  y su acción costó la vida de muchas personas; pero estaba solo en medio del mar, sin BlacKBerry ni telefonía satelital; tomó la decisión que creyó acertada y al final se hundió con su barco. Al contrario,  como dice el artículo que comento: “El capitán Schettino era patéticamente consciente aquella noche de que el tiempo de los marinos que tomaban decisiones y asumían la responsabilidad se extinguió hace mucho, y de que las cosas no dependían de él sino de innumerables cautelas empresariales. Cuidado con no alarmar al pasaje, ojo con la reacción de las aseguradoras, con el departamento de relaciones públicas, con el director o el consejero ilocalizables esa noche. Mientras tanto, seguía entrando agua, y lo que en hombres de otro temple habría sido un "váyanse al diablo, voy a ocuparme de mi barco", en el caso del capitán sumiso, propio de estos tiempos hipercomunicados y protocolarizados, no fue sino indecisión y vileza”

Si hacemos una comparación con la realidad que nos rodea,  aunque duela reconocerlo, pareciera que el tiempo de los hombres valientes que toman decisiones y asumen responsabilidades se extinguió y lo que se observa es indecisión y vileza. twitter@zaqueoo




1 comentario:

  1. Hace poco me llegó un correo que reflexionaba sobre cómo serían las grandes obras de la literatura de ambientarse en la actualidad. Desde la advertencia oportuna que tendría Caperucita Roja a través de un SMS, o Romeo con un Wasapp que le diría que Julieta estaba dormida y no muerta. Citaba varias obras y el desencanto que tendrían de ser emplazadas en la realidad tecno globalizada de hoy. Es una herramienta, pero se está adueñando de las personas, tal como lo indica el artículo...

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