martes, 8 de mayo de 2012

Juzgar o enjuiciar

Leyendo la historia del ex magistrado Eladio Aponte Aponte, un militar que fue miembro de la Corte Marcial y que luego ocupó el cargo de magistrado del Tribunal Supremo, me acuerdo que Miguel de Unamuno decía, palabras más palabras menos, que quien está educado para mandar y obedecer como se hace en la milicia, es fácil que al enjuiciar a alguien, utilice métodos que no son los más adecuados para obtener la verdad de los hechos. A esta tesis no se le puede dar el valor de verdad absoluta, pero al analizar los argumentos que la sostienen, nos encontramos con una idea que es fundamental para la administración de justicia, la diferencia entre juzgar y enjuiciar.

En un artículo publicado en 1906, titulado La Patria y el Ejército, Don Miguel de Unamuno, ilustre filósofo español que he citado en más de una ocasión, dice, entre otras cosas, lo siguiente: “Tan absurdo me parece que los militares constituyan tribunales y se metan a juzgar, como que los magistrados, jueces o fiscales civiles se organicen en milicia para ir a la guerra. Pues si la función de guerrear exige una preparación técnica, no menor la exige la función de juzgar, con el agravante de que ambas preparaciones se excluye… Hay, además, algo más delicado que jugar, y es enjuiciar. Para enjuiciar hace falta más práctica, más tino, más inteligencia especial, más tradición técnica que para juzgar. Lo difícil no es fallar un proceso, sino llevarlo a cabo”.

La cita del párrafo anterior pone el acento en lo que constituye la piedra angular de un estado de justicia: el derecho de cada ciudadano a que su vida, su libertad o sus bienes, no se vean afectados si antes no se realiza un juicio, donde se le garantice la posibilidad de defenderse y de controlar la legalidad de todas las actuaciones que en él se vayan realizando. Esto todavía no lo hemos conseguido plenamente: se juzga, muchas veces estigmatizando a priori, otras a la ligera, y hay innumerables procesos que se convierten en ejemplos palpables del interminable juicio kafkiano.

Hay otra cosa que se debe destacar, y es que, como dice el artículo 12 del Código de Procedimiento Civil, el juez debe tener por norte de sus actos la verdad. Solo cuando la verdad está por encima de todo se puede hablar de justicia, porque las dos cosas son inseparables. 

Quiero aclarar que no pretendo insinuar que Aponte Aponte se comportó indebidamente en su cargo de magistrado por ser militar; nada de eso. La deshonestidad puede estar presente en cualquier oficio. Lo que quiero resaltar al citar las ideas de Unamuno, es que, el arte de la guerra no es semejante al arte de la justicia: el guerrero se prepara para vencer al adversario utilizando las armas, el juez se debe preparar para hacer justicia instruyendo un procedimiento, es decir, enjuiciando; en la milicia se habla de los enemigos, y los tribunales de los justiciables. Son paradigmas distintos.

Unamuno cita al periodista portugués Juan Chagas que decía: “Los militares juzgan no en virtud de la necesidad de juzgar, sino de castigar”. Nosotros los civiles debemos tener claro que antes de juzgar hay que enjuiciar, es decir instruir un juicio, porque como reza una famosa frase: “Solo Dios puede juzgar sin un procedimiento”. 

Twitter @zaqueoo

1 comentario:

  1. Zapatero a sus zapatos. Leo este artículo y no puedo dejar de pensar en La República de Platón, donde cada quien tenía sus quehaceres en la polis. Para gobernar... también es así. No cualquiera puede hacerlo.

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