martes, 18 de junio de 2013

Borges, el fútbol y la Vinotinto

La semana pasada vivimos un día de emociones y sentimientos contradictorios: nos levantamos contentos e ilusionados y nos acostamos tristes. En el CTE Cachamay la Vinotinto recibía a la selección de Uruguay con la esperanza de alcanzar una victoria que la colocaría a un paso del Mundial de Brasil. La ciudad prácticamente se paralizó, todo era alegría, y desde tempranas horas de la tarde la gente comenzó a llegar al estadio: un día de júbilo y unidad deportiva que hacía falta en medio de tanta confrontación y amargura; “todos éramos Vinotinto”.

Personalmente no fui al estadio, pero viví intensamente el encuentro en una amena reunión familiar que disfrutó del juego hasta el minuto 27 del primer tiempo, cuando el gol de Cavani comenzó a oscurecer las esperanzas; a las 9:00 de la noche se consumó la derrota y la ilusión se esfumó: perdimos otra vez en el momento preciso.

Para “pasar la amargura” al llegar a casa busqué a esos autores que tratan de dar explicación al absurdo del sufrimiento por la derrota deportiva: Juan Nuño y Jorge Luis Borges; este último enemigo declarado del fútbol, famoso por decir frases como “el fútbol es popular porque la estupidez es popular”... “Qué raro que nunca se le haya echado en cara a Inglaterra haber llenado el mundo de juegos estúpidos como el fútbol. El fútbol es uno de los mayores crímenes de Inglaterra”… “La idea de que uno gane y que el otro pierda me parece esencialmente desagradable. Hay una idea de supremacía, de poder, que me parece horrible”.

Además de lo anterior Borges consideraba que el fútbol no le interesaba a nadie: “Nunca la gente dice, qué linda tarde pasé, qué lindo partido vi, claro perdió mi equipo”. No lo dice porque lo único que interesa es el resultado final. No disfruta del juego. Aquí parece que el maestro tiene razón porque la Vinotinto no jugó mal, pero la gente no se contenta con eso, quería verla ganar.

Pero a pesar de todos los razonamientos anteriores, es muy difícil que quien se ha criado en la práctica y la afición por el fútbol abandone esa adicción de la noche a la mañana y al otro día comencé a hacer cálculos sobre las posibilidades de ir al Mundial. Tengo una ventaja por encima de mis amigos en materia de frustraciones deportivas, ser fanático de los Tiburones de La Guaira, Deportivo La Coruña o de la misma Vinotinto, me ha convertido en un experto en derrotas, y en consecuencia, lo que me va a suceder puede ser igual o mejor pero nunca peor.

Le dije a una amiga que hoy iba a escribir sobre este tema y me pidió que no fuera pesimista, y dijera algo que ayudara a levantar el ánimo de los fanáticos, cosa difícil en virtud de las circunstancias. No obstante, recordé otra anécdota de Borges y su idea del fútbol: cuando se iba a jugar la final entre Argentina y Holanda en 1978, le preguntaron: ¿Usted cree que Argentina es mejor que Holanda? Y contestó, “Argentina será mejor que Holanda cuando tenga a un Erasmo de Rotterdam”. No sé si esto sirve de consuelo, pero aunque Venezuela nunca haya ido a un Mundial de fútbol es la cuna de Bolívar y de Andrés Bello.

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