martes, 4 de septiembre de 2012

Sobre el fútbol y la esperanza en los años sesenta

Los que crecimos en esta ciudad y vemos la situación en que se encuentra actualmente, no podemos evitar las comparaciones entre el pasado y el presente, principalmente, entre el espíritu que animaba a sus pioneros y el desaliento de quienes la habitan en la actualidad. La semana pasada, al regresar de un paseo por la isla de Margarita, me encontré con que la atención de la ciudadanía estaba centrada en la visita de Chávez y los anuncios que haría para el rescate de las empresas de Guayana. Paralelamente me enteré del fallecimiento del amigo Gerardo Izzo, conocido comentaristas de fútbol en la región, que fue fundador del equipo Mineros de Guayana y gerente en la época en que quedó campeón nacional.

Aunque pueda parecer extraña la relación entre una cosa y otra, como las emociones a veces son incomprensibles, estas dos noticias me hicieron recordar el ambiente de nuestra ciudad en los años 60, cuando el fútbol se jugaba en lo que hoy es el estadio de Ferrominera Orinoco y los habitantes eran trabajadores esperanzados que, llegaban de todas partes del país, con fe en su capacidad de trabajo y la oportunidad de progreso que ofrecían las riquezas de la zona.

Los medios de comunicación se encargaron de hacerle un merecido homenaje a Gerardo Izzo, destacando, como es lógico, su importante participación en la fundación de Mineros de Guayana y su trayectoria como locutor y comentarista del fútbol nacional e internacional. Pero hay algo que quiero recordar, y es que, antes de que Ciudad Guayana tuviera un equipo de fútbol profesional, ya en los años 60, se disputaba un campeonato amateur, muy seguido por la afición local, al extremo de que los partidos del domingo en el “estadio de la Orinoco” competían con el cine, que era el otro entretenimiento importante de la ciudad. En ese ambiente conocí a Gerardo Izzo, Paolo Bufalino y muchos otros personajes del fútbol de aquellos años que luego se convirtieron en piezas fundamentales de nuestro fútbol profesional.

Aquellos domingos de fútbol comenzaban a las 3:00 de la tarde, porque los equipos competían en tres categorías: infantil, juvenil y primera. Recuerdo que el Italo Venezolano, la Hermandad Gallega, El Guayanés, el Canaima, El Callao, El Pao, Altamira de Ciudad Piar y Angostura de Ciudad Bolívar, eran los equipos que “arrastraban” más gente; el campo no tenía tribuna y los espectadores miraban los juegos desde la cerca que lo rodeaba, o estacionaban sus vehículos en la parte alta que está ubicada hacia la redoma de la Cantv; se puede decir que era un “fútbol carro” improvisado. Al caer la tarde, el personal de “la Orinoco” encendía las luces para que se jugara el partido final del intercambio que era el de primera categoría. Gerardo era uno de tantos que no se perdían un buen partido; luego lo comentaba en su barbería, e inclusive, bromeaba con algunos jugadores que iban a cortarse el pelo. 

Eran buenos tiempos, de vida sencilla, gente que se entretenía con poco, muy trabajadora y que veía el futuro con ilusión. Hoy en medio de los sentimientos que produce la visita del presidente a la zona, el fallecimiento del amigo me hizo recordar aquellos momentos, en que no teníamos equipo de fútbol profesional, ni polideportivo Cachamay, ni internet, ni celulares, ¡ni televisión!, solo un pequeño campo de béisbol con dos porterías, donde se escribieron las primeras páginas del fútbol en la ciudad; pero la gente tenía una energía especial que parece que hoy se ha perdido, una fuerza interior que nace de la fe y la esperanza en alcanzar una vida digna trabajando honestamente, y participando en la construcción de una gran ciudad. Si queremos “rescatar a Guayana” hay que exigir buenas políticas de sus dirigentes, pero esto no será suficiente si no se rescata el espíritu de su gente. 

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