martes, 18 de diciembre de 2012

Los excluidos de las elecciones

Pasó otro proceso electoral y como siempre comienza la fase de análisis político: ¿Por qué tanta abstención? ¿Hasta cuándo tanto ventajismo? ¿Cuándo maduraremos políticamente? Así es, normalmente, el día siguiente de los que no están contentos con el resultado. Pero sobre las elecciones y especialmente sobre el acto de votación hay muchas cosas que analizar. Quiero comentar el calvario que vivieron algunas personas para poder votar: no me refiero a las colas o el retraso en la instalación de las mesas, sino al uso de un sistema automatizado poco amigable, e inclusive incomprensible para muchos, que produjo una elevadísima y preocupante cantidad de votos nulos.

Si analizamos los resultados de la votación en el estado Bolívar, veremos que en una contienda que se decide por una diferencia de cinco mil votos, más o menos, hay más de diecisiete mil votos nulos. ¿Qué pasó con estos votos? que la gente no supo votar: no entendió ni el proceso ni las explicaciones y la rigurosidad del sistema le anuló el voto. Esto lo digo con conocimiento de causa, porque en mi mesa votaron 253 personas y hubo 13 votos nulos, todos por las razones antes señaladas y la mayoría personas de la tercera edad.

Por las impresiones que recogí entre los electores, puedo sospechar que los actores políticos se preocuparon más, por captar votantes que por enseñar a votar. Muchas personas cuando llegaron a la mesa y vieron como era el proceso se devolvieron a buscar asistencia, alegando incapacidad para realizar el voto. Otras trataron por todos los medios de hacerlo y a pesar de las indicaciones que se le hicieron no lo lograron. Lo más triste fue una señora mayor que frustrada ante el fracaso se retiró llorando diciendo que las elecciones ya no eran para ella.

Esto es algo sumamente preocupante, porque el problema de la brecha digital pone en peligro la democratización del voto. Una de las grandes conquistas de la democracia es que en ella todos tienen derechos a votar, independientemente de su grado de instrucción o del conocimiento que tengan en la manipulación de estos sistemas automatizados. No voy a negar las bondades del sistema, pero parafraseando el Evangelio, hay que recordar que “el sistema debe estar hecho para el hombre no el hombre para el sistema”.

Hay que evitar que esos demonios de la tecnología que pretenden borrar de la vida a todos los que no se rinda a sus pies, dominen los procesos electorales. El CNE tiene que poner el ojo en esto: no es solo problema de “logística” como dijo un operador, es garantizar efectivamente el derecho al voto a todos los ciudadanos, y evitar que entre votantes y abstencionistas aparezca una nueva categoría, la de los excluidos tecnológicamente de las elecciones.

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