Pasó otro proceso electoral y como siempre comienza la fase de
análisis político: ¿Por qué tanta abstención? ¿Hasta cuándo tanto
ventajismo? ¿Cuándo maduraremos políticamente? Así es, normalmente, el
día siguiente de los que no están contentos con el resultado. Pero sobre
las elecciones y especialmente sobre el acto de votación hay muchas
cosas que analizar. Quiero comentar el calvario que vivieron algunas
personas para poder votar: no me refiero a las colas o el retraso en la
instalación de las mesas, sino al uso de un sistema automatizado poco
amigable, e inclusive incomprensible para muchos, que produjo una
elevadísima y preocupante cantidad de votos nulos.
Si analizamos los resultados de la votación en el estado Bolívar,
veremos que en una contienda que se decide por una diferencia de cinco
mil votos, más o menos, hay más de diecisiete mil votos nulos. ¿Qué pasó
con estos votos? que la gente no supo votar: no entendió ni el proceso
ni las explicaciones y la rigurosidad del sistema le anuló el voto. Esto
lo digo con conocimiento de causa, porque en mi mesa votaron 253
personas y hubo 13 votos nulos, todos por las razones antes señaladas y
la mayoría personas de la tercera edad.
Por las impresiones que recogí entre los electores, puedo sospechar
que los actores políticos se preocuparon más, por captar votantes que
por enseñar a votar. Muchas personas cuando llegaron a la mesa y vieron
como era el proceso se devolvieron a buscar asistencia, alegando
incapacidad para realizar el voto. Otras trataron por todos los medios
de hacerlo y a pesar de las indicaciones que se le hicieron no lo
lograron. Lo más triste fue una señora mayor que frustrada ante el
fracaso se retiró llorando diciendo que las elecciones ya no eran para
ella.
Esto es algo sumamente preocupante, porque el problema de la brecha
digital pone en peligro la democratización del voto. Una de las grandes
conquistas de la democracia es que en ella todos tienen derechos a
votar, independientemente de su grado de instrucción o del conocimiento
que tengan en la manipulación de estos sistemas automatizados. No voy a
negar las bondades del sistema, pero parafraseando el Evangelio, hay que
recordar que “el sistema debe estar hecho para el hombre no el hombre
para el sistema”.
Hay que evitar que esos demonios de la tecnología que pretenden
borrar de la vida a todos los que no se rinda a sus pies, dominen los
procesos electorales. El CNE tiene que poner el ojo en esto: no es solo
problema de “logística” como dijo un operador, es garantizar
efectivamente el derecho al voto a todos los ciudadanos, y evitar que
entre votantes y abstencionistas aparezca una nueva categoría, la de los
excluidos tecnológicamente de las elecciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario