miércoles, 5 de diciembre de 2012

La justicia y los desalojos

El tema de los desalojos de viviendas por acciones judiciales en Venezuela, o los llamados desahucios en España, está en el tapete. Distinguidos filósofos, juristas y teólogos se preguntan: ¿Por qué ocurre esto? ¿Cómo equilibrar el derecho de las personas a tener una vivienda, con el deber de cumplir con las obligaciones que han asumido conscientemente? En España el problema tiene dimensiones diferentes, porque quienes demandan y solicitan los desahucios son los bancos, pero en Venezuela la cosa va más allá, porque nadie puede practicar un desalojo sin seguir un engorroso procedimiento: ni los bancos ni los humildes ciudadanos que viven de un alquiler que ahora no les pagan.

El teólogo español José Arregi dice que el problema no son las hipotecas en sí, sino la desregulación del mercado, la especulación incontrolada y la corrupción, los que han provocado la crisis, que como siempre pagan los más débiles. Por su parte, Fernando Savater sostiene que en la crisis que ha desatado la ejecución de hipotecas y los desahucios masivos hay responsabilidades compartidas: por un lado, está el banco que muchas veces otorga créditos a pesar de que el nivel de ingresos del solicitante no es suficiente para pagarlos; por otro lado, hay muchas personas que queriendo “disfrutar” de cosas que no está al alcance de sus posibilidades económicas no les importa asumir riesgos que luego tienen que pagar muy caro, sobre todo, si se les presenta la difícil situación de quedarse sin empleo.

No quiero minimizar las perversidades que tienen el sistema económico, pero hay que reconocer que, en muchas ocasiones, la gente deslumbrada por el consumismo “no sabe arroparse hasta donde les alcanza la cobija” y llega al extremo de hipotecar hasta la casa que sirve de asiento al hogar familiar, para disfrutar de lujos y placeres que no están al alcance de sus ingresos. Por lo tanto el problema no es sencillo: hay mucha culpa y responsabilidad compartida.

En Venezuela el problema de los desalojos surge por razones diferentes. El derecho constitucional a la vivienda y los problemas que siempre acarreaban los desalojos por ejecuciones de hipoteca o incumplimiento de contratos de arrendamiento obligó a dictar un decreto que regula el procedimiento, suspendiendo su ejecución hasta tanto el ejecutado encuentre un lugar donde vivir. Desde el punto de vista humanista esto es absolutamente incuestionable, lo grave es que no se analicen los casos concretos, porque hay mucho abusador que se está aprovechando de esta situación.

Si una persona de escasos recursos, que no puede cumplir con sus obligaciones, debe desocupar la vivienda que tiene hipotecada o alquilada, el Estado debe atender su situación para permitirle que se traslade a otro lugar, sin quedarse en medio de la calle. Pero esto no es aplicable al caso de personas que con suficientes recursos para pagarle a sus acreedores o arrendadores no lo hacen y utilizan el dinero para darse una “buena vida” al amparo de unas leyes que no se dictaron con la intención de favorecerles. Conozco casos de inquilinos que no le pagaron más a su arrendador desde que se dictó la Ley sobre Arrendamiento de Viviendas, y sin embargo, compran vehículos lujosos, viajan al exterior, y celebran fiestas o agasajos en conocidos clubs de la ciudad. Esto no es justo, ni socialista, ni nada que se le parezca.

Si se quiere hacer justicia en el caso de los desalojos, es urgente revisar la normativa y hacer las reformas necesarias para evitar los abusos que se están cometiendo: que la ley ampare a los débiles jurídicos y no a los “vivos” que siempre se aprovechan. De antaño se dice que, la justicia es la perpetua y constante voluntad de dar a cada uno su derecho; por lo tanto, hay que establecer cuál es el derecho de cada uno: el del ocupante de la vivienda es no quedarse en la calle, pero el del dueño es que se respete su propiedad y se le pague lo que se le debe. Dictar leyes es fácil, sobre todo por quien detenta el poder, lo difícil es hacer justicia.

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