martes, 29 de enero de 2013

Tiempos de Trasímaco

El tema político de la semana pasada fue la conmemoración del 23 de enero: un día que brindó la oportunidad para la reflexión y que fue celebrado por el oficialismo y la oposición interpretándolo de manera diferente. En medio de las opiniones que recibimos por los medios de comunicación, me llamó la atención que al relacionar el tema del día con las críticas que se hacen a la actuación del Tribunal Supremo de Justica, un vocero del oficialismo dijo: “La oposición no entiende que estamos en un nuevo proceso; ahora las cosas no son como en la cuarta república; antes mandaban ellos, ahora mandamos nosotros”.

Esta forma de entender la política y el Derecho me recuerda a Trasímaco, personaje de los diálogos de Platón que se hizo célebre por la frase: “Lo justo, es en realidad, una imposición de los gobernantes en vista a su propia conveniencia”.

La polémica frase ha sido objeto de reflexión por ilustres pensadores de todos los tiempos, desde San Agustín hasta Hans Kelsen: unos la comparten, otros la rechazan, e inclusive, hay quien considera que es una forma irónica de decir que la verdadera justicia es una aspiración difícil de alcanzar. Hasta la democracia se ha visto cuestionada en medio de ese debate, afirmándose que el solo hecho de ser mayoría no da derecho a imponer a las minorías una forma de gobierno que no comparten.

Este viernes en la Universidad Católica Andrés Bello se realizará un foro para analizar posibles soluciones a la crisis constitucional; cosa complicada de acuerdo con las circunstancias, porque hay sectores de la oposición que afirman que no hay Estado de Derecho y vivimos en dictadura, mientras que el gobierno insiste en que estamos en plena democracia, solo que los poderes están comprometidos con la revolución que sigue la voluntad del pueblo. ¿Qué solución puede haber ante dos posiciones tan distanciadas? Tenemos que releer La República de Platón, porque el problema no está en la forma como se cumplen las leyes, sino en entender el verdadero sentido del Derecho.

La cosa es más grave de lo que parece. No solo estamos ante una crisis política e institucional; el mal está afectando lo que se ha llamado la “cultura jurídica del pueblo”: una forma de vivir de acuerdo a los dictados de las leyes, que caracteriza a las sociedades mejor organizadas. Aunque me tilden de pesimista debo decir que, cuando escucho esas intervenciones donde, palabras más palabras menos, se dice de la manera más impune que el Derecho debe estar comprometido con el proyecto de quien gobierna, no veo luz al final del túnel. Y nos guste o no nos guste, vivimos en tiempos de Trasímaco.


 

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