martes, 21 de diciembre de 2010

El naufragio de la ética democrática


En el  programa de Gobernabilidad y Gerencia Política de la Universidad Católica Andrés Bello, se dicta la materia Ética y Acción Política. En ella, uno de los temas más importantes se refiere al  comportamiento de los gobernantes, específicamente se discute si en política hay que ser bueno o hay que ser práctico: decía Maquiavelo que “no se puede gobernar bondadosamente a los hombres porque los hombres no son buenos” y añadía que, “la mentira la maldad y la trasgresión son políticamente eficaces”. No obstante, en el curso de Guayana, esta reflexión terminó con un ensayo final,  donde la mayoría de los alumnos coincidió en que, no puede haber una buena gestión política si no hay un  comportamiento ético que la avale. Hoy son pocos los que aceptan a ciegas las tesis de Maquiavelo, ya que la idea generalizada, es que el ejercicio de la política debe estar adecuado a los principios morales que orientan la vida de la comunidad.
Este problema cobra vigencia entre nosotros con motivo de la promulgación de la Ley Habilitante. Es posible que cuando se publique este artículo ya se haya hablado bastante del tema, pero la polémica va a durar mucho tiempo, porque el juicio moral que tendrán que enfrentar, tanto el presidente como los diputados oficialistas que aprobaron esta ley será de consecuencias impredecibles. No se pude negar la habilidad política del Presidente, al justificar la necesidad de la Ley Habilitante, con  la urgencia de ayuda a las personas afectadas por las lluvias. Pero la  buena intención, ha quedado  ensombrecida con algunas declaraciones de diputados oficialistas,  que en su debate destacaron que la habilitante era un recurso para impedir que los nuevos asambleísta “saboteen” al presidente;  y lo más grave  fue el comportamiento del Presidente,  que  después de la promulgación de la ley, se burló de los diputados opositores, en una actitud de prepotencia e irrespeto que nada tiene que ver con la situación de los damnificados.
 Así no se puede gobernar “eticamente”una sociedad democrática: en primer lugar,  porque es regla de convivencia elemental, el respeto hacia el otro en toda relación humana; y en segundo lugar, porque es una norma básica de la ética democrática, que la voluntad popular expresada en las urnas siempre debe ser respetada, y de la misma manera que hay que respetar la voluntad de quienes llevaron a Chávez a la presidencia, hay que respetar la voluntad de quienes escogieron a los diputados de la oposición para que ejerzan la función legislativa en la Asamblea Nacional  
Se ha dicho que, tanto el Presidente como  sus seguidores no podrán evitar el juicio de la historia. Pero creo que hay algo más importante, porque nuestra generación también será juzgada, si se muestra complaciente con esta forma antiética de hacer política.  José Antonio Marina, en su libro La Pasión del Poder – obra de lectura obligatoria para analizar lo que estamos viviendo- termina con una reflexión que me permito citar textualmente: Si las sociedades, los grupos, la personas, debemos exigir un comportamiento ético, es porque cualquier trasgresión resquebraja el mundo que queremos alumbrar. En efecto, el pasado jueves 16 de diciembre no solo se desconoció el derecho de los nuevos diputados, ha sucedido algo mucho más grave, la incomprensión y la intolerancia política  han abierto una grieta gigantesca por debajo de la línea de flotación del proyecto democrático nacional. Si no lo entendemos y lo consentimos, seremos recordados como la generación que permitió el naufragio de la democracia en Venezuela. Jblanco@ucab.edu.ve

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