viernes, 31 de diciembre de 2010

Los verdaderos héroes


Este  último artículo del año, se lo quiero dedicar a quienes normalmente no tienen quien les escriba: los llamados ciudadanos “de a pié” o ciudadanos comunes; los que todos los días se levantan a trabajar con más fe y esperanza que sus dirigentes; en realidad, ellos son los que sostienen al país, y si hay que hablar de héroes, nadie puede discutirles este honor. Al abordar este tema, recuerdo a un pasaje  de la novela de Miguel Otero Silva Casas Muertas: me refiero, al patio de Carmen Rosa, que como describe el autor, “El patio era lo más hermoso de Ortiz. En sembrarlo, en cuidarlo, en hacerlo florecer había empecinado Carmen Rosa su fibra juvenil tercamente afanada en construir algo mientras alrededor todo se destruía”. Hago esta relación entre la obra literaria y la situación actual, porque gracias a Dios, todavía hay muchas “Carmen Rosa” en nuestro país.
En uno de estos extraños días de descanso navideño, al levantarme,  con la magia de internet, revisé los acontecimientos de las últimas horas: nuevas y polémicas leyes, elaboradas de manera parecida a como se hacen las hallacas;  mensajes apocalípticos sobre el destino del país; insultos, descalificaciones, agresiones, en dos palabras, odio, confrontación y división.  Como remedio espiritual, ante esta situación, salí a caminar a un parque cercano y en la calle me encontré con varias vecinas que regaban y arreglaban las plantas de las áreas verdes que están frente a sus casas. Esta imagen me hizo recordar a Carmen Rosa: mientras en la mayoría de los sectores de la ciudad, las áreas verdes están abandonadas y llenas de basura, en otros, las amas de casa asumen un trabajo que le toca al Estado. Y mientras los políticos solo se preocupan por asegurar el poder, los humildes ciudadanos aportan su modesto trabajo para que “el país no se caiga a pedazos”. Eso mismo pasa en la mayoría de los espacios de la vida nacional: si muchas cosas todavía se mantienen en pie,  se debe al empeño y la voluntad del ciudadano común.
En la misa del IV domingo de Adviento, se destacaba la figura de San José, una persona sencilla, a quien el ángel del Señor le habla y le pide que no dude en recibir a María.  Personalmente, interpreto este pasaje evangélico como el valor de lo común en el plan de Dios: la importancia de esas personas que no aparecen en las primeras páginas de los diarios; que no son protagonistas exitosos de los grandes acontecimientos sociales;  ni tienen puestos reservados en los eventos  especiales, ni fotografías en las oficinas públicas;  ni aspiran a que les levante estatuas en las plazas o les reserven un lugar en los panteones nacionales. Pero que, como dice Serrat: “todos son ciudadanos importante aunque nueve de cada diez estrellas no son”
Por todo lo anterior, en vísperas de fin de año, quiero rendirle homenaje a quien creo que  verdaderamente se lo merece: al venezolano común, que trabaja sin esperar la gloria, que construye mientras otros están empeñados en destruir, que siempre tienes sonrisas  y buenas palabras en vez de insultos y amenazas, y que de manera natural y espontánea trasmite alegría. Y muy especialmente, me quiero referir a las vecinas de mi calle, que todas las mañanas envían un mensaje de esperanza al levantarse temprano a regar,  para mantener la vida de las platas que florecen a la orilla de las aceras: como dije anteriormente, son la versión guayanesa de Carmen Rosa, pues en medio de tanto pesimismo y destrucción se empeñan en que el país florezca.  Indiscutiblemente, los ciudadanos comunes son los verdaderos héroes de este tiempo difícil que nos ha tocado vivir. Que Dios los bendiga y un Feliz Año para todos. Jblanco@ucab.edu.ve  

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